La NUEVA MISA, por Louis Salleron

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Re: La NUEVA MISA, por Louis Salleron

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Resumiendo: el folleto sobre "La celebración de la misa", inspirado muy de cerca en la versión
original de la Institutio generalis, pone de relieve de modo pasmoso la "doctrina" de la reforma, a la que fue
necesario rectificar en los artículos en los que aparecía de manera particularmente estridente y provocativa.
Esa nueva doctrina eclipsa a la del Concilio de Trento, no sólo no mencionándola nunca sino insistiendo
continua y únicamente sobre el carácter comunitario de la "celebración", sobre la preeminencia de la
"asamblea", sobre el papel simplemente "presidencial" del sacerdote, sobre los aspectos psicosociológicos
de los ritos ("comunicación", "dinamismo", "fiesta", etc.).


Recordemos los tres primeros cánones de la XXIIa. sesión del Concilio de Trento sobre el santo
sacrificio de la misa:


"1. — Si alguno dice que en la Misa no se ofrece a Dios un sacrificio verdadero y auténtico; o
que esa ofrenda está únicamente en el hecho de que Cristo nos es dado como alimento,
sea anatema.

"2. — Si alguno dice que, por las palabras: «Haced esto en memoria mía» (Lc. 22, 19; 1 Co. 11,
24), Cristo no estableció sacerdotes a los Apóstoles, o que no ordenó que ellos y los demás
sacerdotes
ofreciesen su cuerpo y su sangre, sea anatema.

"3. — Si alguno dice que el sacrificio de la Misa no es más que un sacrificio de alabanza y de
acción de gracias, o una simple conmemoración del sacrificio realizado en la Cruz
, pero no un
sacrificio propiciatorio
; o que no es de provecho más que para aquellos que reciben a Cristo y que
no se debe ofrecer ni por los vivos ni por los muertos ni por los pecados, las penas, las satisfacciones
y otras necesidades, sea anatema."



Es indudable: ni en la Institutio generalis, ni en La celebración de la misa, hay ninguna declaración
positiva que recuerde expresamente los anatemas del Concilio de Trento. Sus autores se contentan con
reducir al silencio todo lo que es la doctrina tradicional, la cual, por lo demás, es descartada por una
sobreabundancia de novedades en la presentación, la explicación y la ilustración de los ritos reformados. La
pastoral se encarga de expulsar a lo doctrinal de ayer, para hacer lugar a lo doctrinal de hoy y de mañana.
La Misa se convierte en la Cena. Se ha logrado el objetivo ecuménico.
Por eso decimos que la Nueva Misa favorece la herejía.
¿Quién podrá negarlo?



Louis Salleron


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Message par InHocSignoVinces »

POR QUÉ LA NUEVA MISA ES UN FRACASO.
Itinéraires. Junio 1975.


La Nueva Misa es equívoca y favorece la herejía. Eso mismo equivale a decir que es un fracaso: porque la misa católica no puede ser equívoca y no puede favorecer la herejía.
No obstante, la idea misma de fracaso debe ser profundizada porque hay fracaso sólo con respecto a
un objetivo propuesto.
¿Qué objetivo, pues, se proponía la Iglesia cuando emprendió la modificación del rito tradicional de
la Misa?


LA CONSTITUCIÓN SOBRE LA LITURGIA

Una primera respuesta nos la da el preámbulo (proemium) de la Constitución conciliar sobre la
liturgia:

"Dado que el santo Concilio se propone hacer progresar cada día más la vida cristiana en los fieles;
adaptar mejor a las necesidades de nuestra época las instituciones que están sujetas a cambio; favorecer
todo aquello que pueda contribuir a la unión de todos los que creen en Cristo, y fortificar todo lo que
concurre a llamar a los hombres al seno de la Iglesia, estima que le concierne a título particular velar
también por la restauración y el progreso de la liturgia... (instaurandam atque fovendam Liturgiam
curare”
(§ 1).


He ahí, por lo tanto, dos temas capitales: 1) la adaptación a las necesidades de la época; 2) el
ecumenismo, pero un ecumenismo tendiente a "Llamar a todos los hombres al seno de la Iglesia".

La "restauración" de que se trata "debe consistir en organizar los textos y los ritos de tal manera que
expresen con más claridad las realidades santas que significan..."
(§ 21).


El "progreso" debe ser concebido de la siguiente manera: "Con el fin de que se mantenga la sana
tradición, y de que en todas partes se facilite el progreso legítimo, para cada una de las partes de la liturgia
en revisión, siempre habrá que empezar por un cuidadoso estudio teológico, histórico y pastoral. Además,
se tomarán en cuenta las leyes generales de la estructura y del espíritu de la liturgia así como la experiencia
que se desprende de la más reciente restauración litúrgica y de las autorizaciones acordadas para diversos
lugares. Por último, no se harán innovaciones a menos que la utilidad de la Iglesia las exija verdadera y
fehacientemente, después de asegurarse de que las formas nuevas surgen de formas ya existentes por un
desarrollo en cierta forma orgánico... (§ 23).


Con respecto a lo que concierne más especialmente a la Misa:

"El ritual de la misa será revisado de manera tal que se manifiesten más claramente tanto el papel
propio como la conexión mutua de cada una de sus partes, y que se facilite la participación piadosa y activa
de los fieles.


"Asimismo, los ritos serán simplificados, guardando fielmente la sustancia de los mismos; se omitirá
todo aquello que, con el transcurso de los años, ha sido superpuesto o agregado sin gran utilidad; se
restablecerán de acuerdo con la antigua norma de los Santos Padres, ciertas cosas desaparecidas bajo el
desgaste del tiempo, en la medida en que ello se vea como oportuno o necesario". (§ 50).


Evidentemente, este último apartado fue recibido por los autores de la Nueva Misa como un cheque en blanco para efectuar los trastrocamientos que ya conocemos.

Por último, según la Constitución, "el uso de la lengua latina será observado en los ritos latinos" con
libertad de acordar al idioma del país "un lugar mayor..." (§ 36). En cuanto al canto gregoriano, la Iglesia lo
reconoce como "el canto propio de la liturgia romana, por lo tanto, ese canto..."

Ante esos textos, como también ante el conjunto de la Constitución sobre la liturgia, hay
fundamento para preguntarse si la Nueva Misa corresponde a lo que prescribe la Constitución. Por mi
parte, no veo que se pueda hacer otra cosa que responder negativamente. Pero si las autoridades calificadas
nos asegurasen que hay que responder por la afirmativa, no podría dejar de asegurar que hay que leer los
textos conciliares con anteojos especiales.



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Re: La NUEVA MISA, por Louis Salleron

Message par InHocSignoVinces »

LA CONSTITUCIÓN MISSALE ROMANUM


¿Encontraremos explicaciones nuevas en otra parte?
Se piensa en seguida en la Constitución apostólica Missale Romanum, por la cual el Papa "promulga" (según el título de la Constitución, pero no según el texto) el misal romano "restaurado por orden del II Concilio ecuménico del Vaticano". Por sí sola dicha promulgación puede considerarse como
imprimatur acordado a los trabajos del Consilium, autor de la Nueva Misa. Pero, además de los interrogantes que puedan plantearse sobre el alcance exacto de la Constitución apostólica, sabemos que la Presentación (Institutio generalis) del Ordo Missae ya debió ser modificada sustancialmente dada la medida en que rozaba la herejía. ¿Cómo no hablar de fracaso si el mantenimiento del Ordo mismo no es
otra cosa que el éxito de un equívoco? ¿Cómo podría creerse que el equívoco sea de tal índole que "contribuya a la unión de todos los que creen en Cristo" (como rezan los términos del preámbulo de la Constitución conciliar sobre la liturgia)?



COMPROBACIÓN DE FRACASO

En realidad, después de algunos años los resultados de la Nueva Misa en materia de "unión" (no
hablemos de unidad), son los siguientes:

1) Entre católicos y cristianos no católicos subsisten diferencias de fe. Las intercomuniones y las
intercelebraciones siguen estando, por supuesto, prohibidas por Roma. Las que se realizan sólo logran
colocar a los católicos que en ellas participan al margen de la Iglesia o crean en los católicos y los
protestantes un estado espiritual precursor de una suerte de religión nueva que se coloca a igual distancia
del protestantismo y del catolicismo.

2) Entre los católicos la ruptura se hace entre la pequeña minoría que siga adicta a la misa tradicional, y los otros.

3) Entre los católicos que han dejado la misa tradicional, la división no tiene límites, tanto en los
espíritus como en los hechos.

Primeramente, en los hechos, porque cada uno puede verificar que de una iglesia a otra la nueva
misa varía, o bien en virtud del rito mismo, que admite o fomenta esa variedad, o bien por causa de las
libertades que se toman numerosos sacerdotes, para los cuales la esencia del nuevo rito está en permitir que
se diga o se haga cualquier cosa (lo cual hace cada vez más cuestionable la validez sacramental de muchas
de esas "celebraciones").


Luego, en los espíritus. Porque hay que distinguir entre:

—los sacerdotes que dicen la Nueva Misa "por obediencia" (porque creen que la obediencia está en
juego), aunque echan de menos la misa tradicional;

—los sacerdotes que dicen la Nueva Misa por una mezcla de obediencia y de coacción, o simplemente por coacción, ya que la mayor parte de los sacerdotes no pueden ni quieren renunciar a su ministerio;

—los sacerdotes que han recibido el nuevo rito con alegría, hasta con entusiasmo, y que lo siguen más o menos regularmente;

—por último, los sacerdotes que hacen lo que les da la gana.


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Re: La NUEVA MISA, por Louis Salleron

Message par InHocSignoVinces »

Observemos que a menudo los sacerdotes se toman extremas libertades con la Nueva Misa de la
manera más oficial. Como prueba de ello me bastan las misas que se dan todos los domingos de mañana por
televisión. Esas audiciones las veo muy irregularmente, pero en ellas he visto a menudo fantasías
inadmisibles. El 16 de marzo último la misa televisada se celebraba en una capilla de las Clarisas. Yo no vi la
transmisión, pero he tenido versiones coincidentes. Uno de mis corresponsales, del cual me consta su
preocupación por la objetividad, me contó los "entuertos" que pudo comprobar:

1. Un mini-credo (prohibido);
2. La supresión del lavabo (prohibida);
3. La doxología "por El, con El y en El...", cantada por el celebrante, el concelebrante y el conjunto de
la asamblea, religiosas y laicos (prohibido);
4. Copas que contenían las hostias y que pasaron de mano en mano para que cada uno se sirviera al
pasar (prohibido);
5. Cada uno sostenía la hostia entre los dedos y esperaba para que todos comulgaran al mismo
tiempo que el celebrante y el concelebrante (prohibido);
6. Comunión bajo las dos especies, pasándose los cálices de mano en mano (prohibido).
En una palabra, todo el rito estaba distorsionado para hacer de la "celebración" una "concelebración" de los sacerdotes y los laicos.
Se trataba, lo repito, de una transmisión televisada, o sea, archioficial y autorizada
archiepiscopalmente.
No insistamos: el sacramento de la unidad se ha convertido en el sacramento de la desunión. El
fracaso es evidente, y es trágico.



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Re: La NUEVA MISA, por Louis Salleron

Message par InHocSignoVinces »

LO QUE QUERÍA A. BUGNINI


Sin embargo, el espíritu —el mío, al menos— no queda del todo satisfecho. Hay algo que se me
escapa. Veo el fracaso de la Nueva Misa y de la reforma litúrgica en general, porque provoca la desunión en
lugar de la unión y porque me parece contraria al espíritu de la Constitución sobre la liturgia. Pero ese
fracaso ¿lo es para los autores de la reforma?

Habría que preguntárselo. Pero ¿quiénes son? Son muchos. No obstante, hay dos personajes que se
me ocurre pueden representar a todos los demás: por una parte, Mons. Annibal Bugnini, que fue de punta a
punta el agente principal de la reforma; por la otra, el Papa mismo, como autoridad suprema de la Iglesia.
Así, pues, fuera de las Actas jurídicas oficiales, ¿pueden explicarnos algo de eso con sus palabras?
Uno y otro han hablado bastante, limitémonos a lo esencial.

El 4 de enero de 1967, por tanto más de dos años antes de la publicación del nuevo Ordo Missae,
Annibal Bugnini presentó a la prensa una declaración de la Congregación de ritos y del Consilium de
liturgia "sobre las iniciativas arbitrarias". Por supuesto, se trataba de condenar esas iniciativas. Pero la
manera en que, a ese respecto, Mons. Bugnini defiende la Declaración es muy curiosa. Si sostiene que las
Oficinas construyan "sobre bases de granito" y que su propósito es hacer una liturgia a la vez fiel a la
tradición y adaptada a nuestra época, el espíritu con el cual Bugnini comprende esa doble fidelidad surge
claramente en las frases siguientes:

"No se trata solamente de retocar una valiosa obra de arte sino, a veces, de dar estructuras nuevas a
ritos enteros. Se trata, en realidad, de una restauración fundamental, diría casi de una refundición y, en
ciertos puntos, de una verdadera creación nueva.


"¿Por qué ese trabajo fundamental?

"Porque la imagen de la liturgia dada por el Concilio es completamente diferente de lo que era antes,
es decir, más que nada burocrática, formalista, centralizadora. Ahora, la liturgia se expresa vigorosamente
en sus aspectos dogmáticos, bíblicos, pastorales; busca hacerse inteligible en la palabra, en el símbolo, en el
gesto, en el signo; se esfuerza por adaptarse a la mentalidad, al genio, a las aspiraciones y a las exigencias
de cada pueblo para penetrar en la intimidad de sí mismo y llevar allí a Cristo. En el plano jurídico, su
suerte depende en buena parte de las Conferencias episcopales, a veces de los obispos, cuando no de los
sacerdotes celebrantes. Si la liturgia restaurada —que algunos llaman peyorativamente liturgia «nueva» —
no consiguiera ese fin, el trabajo de restauración fracasaría. Nosotros no trabajamos para los museos, sino
que queremos una liturgia viva para los hombres vivos de nuestra época”.

(Doc. Cath., nº 9 1493, 7 mayo 1967).

Imposible ser más claro. A. Bugnini quiere rehacer totalmente la liturgia, en su fondo, su forma y su
espíritu: "estructuras nuevas", una "restauración fundamental", una "refundición", una "verdadera creación
nueva". Todo eso con el concurso privilegiado de las conferencias episcopales, de los obispos y de los
propios sacerdotes celebrantes.


Ese es el fin que se propone A. Bugnini. Si no consiguiese alcanzarlo, confesaría su fracaso.

Hasta aquí, para él, hay éxito.

Pero ese éxito, ¿es el éxito o el fracaso de la Constitución conciliar sobre la liturgia? Cada uno juzgue
releyendo la Constitución y, en especial, los textos que hemos citado al principio de este artículo 23.

Me parece evidente que la Constitución prescribía una restauración prudente de la liturgia en el
respeto de la tradición y la preocupación constante por "que las formas nuevas surjan de formas ya
existentes mediante un desarrollo en cierta manera orgánico"
(§ 23). Ahora bien, Bugnini se ha dedicado a
realizar una revolución. Ha querido anular literalmente la tradición
para volver a partir de los orígenes más remotos. Recuerdo mi estupefacción cuando con mis propios oídos lo oí declarar públicamente en Roma el 16 de octubre de 1969, en una reunión presidida por el cardenal Daniélou (que meneó la cabeza con gesto poco aprobatorio), que el nuevo misal tendría una riqueza más grande que todo lo que se había visto ¡“en veinte siglos”!



CONTINUARÁ...


23. A propósito del orden en que A. Bugnini cita las conferencias episcopales y los obispos, y del papel que atribuye a los sacerdotes
celebrantes, recordemos el art. 23 de la Constitución conciliar sobre la liturgia:
―Art. 23. — 1. La reglamentación de la liturgia es de competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica: ésta reside en la
Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo.
―2. En virtud del poder concedido por el derecho, la reglamentación de las cuestiones litúrgicas corresponde también,
dentro de los límites establecidos, a las competentes asambleas territoriales de Obispos de distintas clases legítimamente
constituidas.
―3. Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia.»
Hago notar que el texto castellano lo he tomado de la edic. "Vaticano II – Documentos", BAC Madrid 1975, página 146. Allí lo que
Salleron cita como art. 23 aparece como art. 22.

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LO QUE ESPERABA PAULO VI


¿Y el Papa? ¿Qué dice?

El Papa ha hablado tanto y de manera tan variada que siempre nos podrían acusar de elegir entre
sus palabras algunas a las que podrían oponérsele otras. Sin embargo, hay un texto particularmente
significativo porque concierne total y exclusivamente a nuestro tema. Se trata de la alocución que Paulo VI
pronunció el 10 de abril de 1970 cuando recibió a los cardenales, a los obispos, a los expertos y a los
observadores no católicos que habían participado en la última reunión del Consilium "para la aplicación de
la Constitución sobre la liturgia".

En sí misma la ceremonia estaba cargada de sentido. Documentation catholique del 10 de mayo de
1970 publicó en la tapa la fotografía de los seis observadores no católicos del Consilium, con el Hno. Max
Thurian, de Taizé, a la derecha del Papa. De esa manera se ponía en evidencia el significado ecuménico de
los trabajos del Consilium y de la audiencia pontificia. Esa audiencia fue lo que tomé como punto de partida
para la Introducción de mi libro sobre La nueva Misa. Pero no consideré necesario destacar las palabras del
Papa. En cambio, Jean Madiran las retomó en Itinéraires de diciembre de 1973. Recordemos tres párrafos
esenciales:

"Todo vuestro trabajo se ha realizado a la luz de los principios sancionados por la Constitución
conciliar sobre la liturgia. En efecto, esa «gran carta» de la renovación litúrgica fue el origen, para el culto
divino en la Iglesia, de un movimiento tendiente a que los hombres de nuestro tiempo sean capaces de
expresar verdadera y eficazmente sus sentimientos en la liturgia, y a que a la vez el patrimonio de la Iglesia
en ese terreno se conserve en todo lo que sea posible.

"Según esos dos principios, no siempre fáciles de armonizar, habéis trabajado en la reforma litúrgica. Así se han reunido textos o bien antiguos, o bien adaptados a nuestro modo de pensar. o bien corregidos, que son más numerosos que los que usábamos antes y espiritualmente más ricos. En cuanto a
los ritos, según voluntad del Concilio han sido simplificados y se les ha dado mayor claridad expresiva.

"Os habéis esforzado particularmente por dar mayor lugar a la palabra de Dios contenida en la
Sagrada Escritura; por proporcionar mayor valor teológico a los textos litúrgicos, con el fin de que la «lex
orandi» concuerde mejor con la «lex credendi»; por imprimir al culto divino una auténtica sencillez que lo
ennoblezca; y al mismo tiempo, porque el pueblo de Dios comprenda más las fórmulas litúrgicas y participe
más activamente en las celebraciones sagradas, en particular autorizando el uso de la lengua vernácula"
(D.C., 1/5/70).


El Papa agregó: "Por lo tanto, la renovación litúrgica deberá efectuarse dentro de un espíritu que
responda a la voluntad del Concilio ecuménico; y en un dominio tan santo como ése, donde están en juego
el culto divino y la vida espiritual, es necesario custodiar, proteger y promover absolutamente la unidad y
la concordia de los espíritus.”


Confesemos que nos veríamos en aprietos para comprender las palabras del Papa si quisiéramos
encontrar en ellas algo que no fuera manifiestamente su deseo y su esperanza. Porque, en último término, el
Ordo missae quedó igual a aquel cuya intención nos expresó la primera redacción de la Institutio generalis.
El equívoco que lo hacía tan protestante como católico no nos permite creer que en él la lex orandi
concuerda mejor que en el rito de san Pío V con la lex credendi.
Es cierto que el Papa no alude en particular
a la Nueva Misa porque habla de toda la liturgia. Pero ¿acaso ésta no se halla por completo sumergida en un
clima protestante
?



A CONTINUACIÓN... LA SOMBRA DE LUTERO
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LA SOMBRA DE LUTERO


Al ser interrogado recientemente por Jean Puyo en un libro titulado Une vie pour la verité 24 (Ed. du
Centurion), el Padre Congar dijo: “Lutero es uno de los genios religiosos más grandes de toda la historia. A ese respecto lo pongo en el mismo plano que San Agustín, Santo Tomás de Aquino o Pascal. En cierta
manera aún es más grande. Repensó todo el cristianismo. Lutero fue un hombre de Iglesia.”
(Citado por
H. Fesquet en Le Monde, 29/3/75).

El P. Congar no participó directamente, según lo que sé, en la reforma litúrgica. Pero fue, por
confesión unánime, uno de los principales inspiradores del Concilio. Su declaración revela un espíritu que,
aun cuando sólo fuera una corriente dentro del Concilio, dominó toda la obra posconciliar, sin exceptuar su
reforma litúrgica 25. Considerar que Lutero es tan grande, inclusive "aún más grande" que San Agustín,
Santo Tomás o Pascal constituye, a nivel simplemente humano, una opinión personal —y las opiniones
personales acerca del genio de un hombre son libres, por absurdas que me parezcan—, pero en el plano
cristiano es una opinión absolutamente indefendible, porque Lutero vació al cristianismo de verdades que
le son constitutivas. Si "repensó todo el cristianismo", no fue más que para conservar de él ciertos aspectos
que valorizó desmesuradamente para satisfacer necesidades de naturaleza paranoica. En cuanto a verlo
como "hombre de Iglesia", eso es burlarse del mundo, a no ser que con eso se entienda un clérigo devorado
por el clericalismo. Porque toda su obra no tiende más que a la demolición de la Iglesia.


Si, por tanto, nos aconsejaran buscar en Lutero la referencia irrecusable del valor ecuménico de la
Nueva Misa, tendríamos el colmo de la paradoja. El "santo sacrificio de la Misa" no puede ser ecuménico,
pero si pudiera serlo, no lo sería según Lutero, quien durante toda su vida lo consideró su pesadilla.




ADHERIR A LA MISA DE SAN PÍO V


¿Cuál es la conclusión de todo esto?

Una conclusión, por lo menos, se nos impone a todos: la confusión en que la Nueva Misa sume a la
Iglesia es generadora de desunión y destructora del sacerdocio. Por ello sólo se puede hablar de FRACASO
a su respecto.


Entonces ¿habrá que desanimarse? Las virtudes teologales nos lo prohíben. Pero aquí la esperanza
cristiana puede encontrar un punto de apoyo en el espíritu humano, por una razón que me parece digna de
consideración. El terremoto que sacude a la Iglesia trastorna, en efecto, a toda la sociedad. No se trata de
una crisis propia de la Iglesia solamente, aunque algunas de sus causas estén en el seno de la Iglesia.


La reforma litúrgica es, en su conjunto, un fracaso. Pero entre las aspiraciones que la suscitaron hay
algunas cuyo valor permite volver a desglosarlas y satisfacerlas en el orden.

A eso llegará un día la Iglesia. Pero no es posible ocultar que el camino será largo y difícil, porque a
la ruina de las estructuras debe sumársele el endurecimiento de los espíritus, resultado de sus divisiones.


Sea como fuere, lo que importa por el momento es adherir con más fuerza que nunca a la misa de
San Pío V, porque ella es la única que nos da la certeza de encontrar allí la Fe y la Ley de la Iglesia. Si,
frente al asalto del progresismo y del modernismo, esta última fortaleza se derrumbara, todo desaparecería.
Entonces ya no podríamos hablar de fracaso, sino de desastre total.

Louis Salleron


CONTINUARÁ...


24. Una vida para la verdad. (N. de la T.)
25. El clima luterano de la "revolución conciliar surge a las claras de la siguiente anécdota. En 1966 el COPETAL (Comitato
permanente dei Congressi Internazionali per L'Apostolato dei Laicí) realizó una encuesta sobre los esfuerzos efectuados por los
laicos para la renovación posconciliar. Se obtuvieron respuestas de 62 países y de 12 organismos internacionales. Los resultados se
presentaron a Roma en el tercer Congreso Internacional del Apostolado Seglar en octubre de 1967, en ocasión del primer Sínodo de
los obispos. El Osservatore Romano, al hacerse eco de aquél el 13 de octubre de 1967, dice lo siguiente: "...Y resulta interesante
destacar el comentario sueco que expresa más o menos esto: la reforma litúrgica ha dado un notable paso hacia adelante en el
terreno del ecumenismo y se ha aproximado a las formas mismas de la liturgia de la Iglesia luterana".
Evidentemente, los suecos
tienen autoridad para dar opinión sobre eso. El Osservatore Romano se contenta con tomar nota, pero no sin encontrarlo
"interesante".
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IV. LAS MISAS DE NIÑOS.


De todos los textos oficiales referentes a la Nueva Misa, ninguno más revelador que el
"DIRECTORIO PARA MISAS DE NIÑOS" (1° de diciembre 1973, D.C., n° 1645, 6 de enero 1974).

Ese directorio va firmado “Por mandato especial del Sumo Pontífice”, Jean, Card. Villot, secretario
de Estado, y H. Bugnini, arzobispo titular de Diocletiana, secretario de la S. Congregación para el culto
divino. La ausencia de firma del Prefecto de la Congregación se debe sin duda al hecho de que ese cargo se
hallaba vacante de momento. Precisamente tal circunstancia adjudica mayor importancia al documento
citado puesto que el propio secretario de Estado, “por mandato especial del Sumo Pontífice”, es quien
asume la responsabilidad del mismo. Ante todo, el Directorio aparece como un sesgo astuto para completar
la demolición de la misa. ¿Por qué? En primer lugar, porque los hábitos inculcados a los niños persistirán cuando lleguen a la edad adulta.
Luego, porque si bien el Directorio se refiere a las misas de niños, se refiere
asimismo, a “las misas de adultos en las que también participan los niños” (cap. II) y a “las misas de niños
en las que participan un pequeño número de adultos”
(cap. III); es decir, dos de los capítulos sobre los tres
que componen el Directorio (el primero se consagra a “la introducción de los niños en la celebración
eucarística”
). Si exceptuamos las misas de catecismos y las de los colegios católicos, casi no hay misas en las
que no participen a la vez adultos y niños. Por lo tanto, el Directorio tiene un alcance muy general. Se trata
de un verdadero suplemento para la liturgia de la nueva misa y cuya autoridad no dejará de invocarse
recordando que se publica “por mandato especial del Sumo Pontífice”. Sigue la línea de la
"PRESENTACIÓN GENERAL" —INSTITUTIO GENERALIS— a la cual invoca constantemente y cuya
doctrina pone de relieve.



Si quisiéramos caracterizar el Directorio con una palabra, tendríamos que acudir a “permisividad”.
Esa permisividad reviste ciertos rasgos imprevistos y tocantes, como por ejemplo: “En cuanto a los niños
que no pueden o que todavía NO QUIEREN participar en la misa, se los puede llevar a la finalización de
ésta para recibir la bendición de la asamblea después de que, por ejemplo, las auxiliares parroquiales
los hayan cuidado durante la misa en un local aparte”
(art. 16). No se nos dice qué hay que hacer si los
niños “no quieren” recibir la bendición de la asamblea o si, además, “no quieren” ser cuidados en un local
aparte.



Pero la permisividad en el rito mismo es lo que se sienta como principio en el artículo 39: "Para que
no se establezca una diferencia demasiado grande entre las misas de niños y las misas de adultos, ciertos
ritos y ciertos textos nunca serán adaptados para niños, como tampoco “las aclamaciones y las
respuestas de los fieles a las salutaciones del sacerdote”, la oración dominical y la fórmula trinitaria al
final de la bendición con que el sacerdote termina la misa”.
Si no entendemos mal, el meollo intangible de
la misa es "Amén”, “Aleluya”, “Y con tu espíritu”, etc. Creemos estar soñando. Es un sueño. ¿Qué es la
misa? Advirtamos, empero, que la “oración eucarística” debe también respetarse. Pero se nos dice que eso
es provisorio:
“POR EL MOMENTO se usarán las diversas formas de esa oración aprobadas por la autoridad
suprema para los adultos e incorporada al uso litúrgico, hasta que la sede apostólica haya dispuesto lo que
convenga a las misas de niños”
(art. 52).


El Directorio daba a entender que ese deseo pronto se realizaría. Efectivamente, así sucedió según
la circular del 1º de noviembre de 1974 de la S. Congregación para el culto divino (D.C. n9 1674, del
20/4/75), que propone a las Conferencias episcopales, ad experimentum, durante tres años, es decir, hasta
fines de 1977, tres “esquemas” de oraciones eucarísticas para las misas de niños y dos sobre el tema de la
reconciliación (debiéndose elegir una sola oración en uno y otro caso).


Se previene debidamente a las Conferencias episcopales que los "esquemas", por ser nada más que
eso, deben servir de guías para la redacción de “un texto en lengua vernácula que responda ampliamente a
las exigencias pastorales, pedagógicas y litúrgicas”.
Las comisiones encargadas de la “traducción” deberán
“tener siempre presente que aquí EL TEXTO LATINO no está destinado al uso litúrgico (sic). Por lo tanto, no debe ser traducido pura y simplemente” (sic). ¡Viva, pues, la creatividad para componer, con la mayor legalidad posible, "oraciones eucarísticas”!




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Re: La NUEVA MISA, por Louis Salleron

Message par InHocSignoVinces »

Pero volvamos al Directorio. En todo él no se habla más que de “adaptaciones”. Sus redactores
hacen una observación que no nos atrevemos a calificar de ingenua: “Al aplicar las ADAPTACIONES a que
obliga la edad, no se llegará a RITOS TOTALMENTE ESPECIALES que resultarían demasiado alejados
del ritual celebrado con el pueblo”
(art. 21) (!)

En realidad, tendríamos que leer todo el Directorio. Destaquemos sólo algunos rasgos:

1) La Palabra es reina y señora. Eso no es novedad, me dirán. Ciertamente, pero se hace cada vez
más oficial. No solamente el sacerdote habla todo el tiempo sino que “nada impide que uno de los adultos
que participan en la misa con niños les dirija la palabra después del Evangelio, de acuerdo con el cura o
con el rector, sobre todo si el sacerdote se adapta con dificultad a la mentalidad de los niños”
(art. 24). Los
niños también tendrán algo que decir, en diversas ocasiones. En especial la homilía “se transformará a
veces en diálogo con ellos, salvo cuando se prefiera que escuchen en silencio”
(art. 48).

2) La celebración de la palabra podrá dar lugar a una ceremonia particular, sin celebración eucarística
(art. 27). Se prevén otras celebraciones de carácter medianamente misterioso: “En la formación litúrgica de
los años y su preparación para la vida litúrgica de la Iglesia, también podrán desempeñar un gran papel
(?) celebraciones de diverso género (?) en las que los niños, gracias a la celebración misma (?) , puedan
percibir más fácilmente ciertos elementos litúrgicos tales como la salutación (?) , el silencio, la alabanza
común, sobre todo la que se realiza mediante el canto en común”
(art. 13).

Las traducciones, al igual que el conjunto de los textos y de las oraciones, se adaptarán. “Para
facilitar la participación de los niños en el canto del Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei, se pueden cantar
sus músicas con traducciones populares adaptadas, aprobadas por la autoridad competente, aunque no
concuerden en todo con los festejos litúrgicos”
(art. 31). Ya nos hemos acostumbrado. Pero ahora es oficial.

3) Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura pueden reducirse de tres a dos, Por otra parte, las
dos pueden limitarse a una, que debe ser el Evangelio. Si todo eso sobrepasa la inteligencia de los niños,
“está permitido elegir las lecturas ya sea en el leccionario del Misal romano, ya sea inmediatamente en la
Biblia...”
(art. 43). Asimismo, “se sugiere, sin embargo, que las diferentes Comisiones episcopales hagan
redactar leccionarios para las misas de niños”
(id.). Si es necesario, se puede “omitir uno de los versículos
de la lectura bíblica”
(id.). Pero no hay porqué insistir sobre este punto dado que de un extremo al otro del
Directorio sólo se habla de adaptación, modificación, omisión, inclusive adición, para que la misa resulte
del todo conveniente a los niños.

La participación activa y consciente de los niños es la regla que gobierna todo. Regla eminentemente legítima pero que se convierte en ausencia de regla merced a la permisividad general. Se trata de que los niños entiendan, y eso está muy bien, pero ello exigía que se supiera con certeza qué es la inteligencia infantil y cuál su receptividad frente al misterio. Ahora bien, así como en el caso de los adultos, pero en mayor medida, la reducción del misterio a la inteligencia parece ser dogma para el Directorio, que olvida en demasía que a los niños pertenece el Reino de Dios. Aun cuando invoquen la “psicología moderna” (art. 2), las oficinas eclesiásticas no son necesariamente mejores pedagogos que el Evangelio.

Se nos habla con complacencia de los “valores humanos subyacentes en la celebración eucarística”
(ar. 9) y nos preguntamos si corresponde realmente a la catequesis eucarística “desarrollar esos valores
humanos con el fin de que los niños, según su edad y su situación psicológica y social, abran
gradualmente su mente a la percepción de los valores cristianos y a la celebración del misterio de Cristo”

(art. 9).
¿No es eso una subversión de “valores”?

Habría mucho más que decir acerca de ese extraordinario Directorio. Pero los textos que hemos
citado bastan con holgura para darnos una idea exacta del mismo. La misa de los niños es sencillamente la
Nueva Misa despojada de disfraces. Es la "celebración" perfectamente libre, fantaseada, evolutiva, en torno
del recuerdo bimilenario de la misa católica. El perfume del búcaro roto…



CONTINUARÁ...
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InHocSignoVinces
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Re: La NUEVA MISA, por Louis Salleron

Message par InHocSignoVinces »

V. SOLESMES Y LA MISA


Jean Madiran me ha obsequiado un librito (128 páginas) de Dom Guy Oury sobre "LA MISA, DESDE SAN PÍO V HASTA PAULO VI" ( Solesmes, 1975).

Lo he leído, con melancolía.

¿Por qué con melancolía? Porque el Solesmes de hoy está muy lejos del Solesmes de antes.
En agosto de 1921 conocí a los benedictinos de Solesmes en la abadía de Quarr, en la isla de Wight.
Pasaba mis vacaciones en Cowese e iba para los 16 años. Acababa de aprobar la primera parte del
bachillerato. La juventud, la libertad, el viaje, un examen aprobado, la atmósfera de postguerra cuando la
victoria hacía caer en la paz perpetua, todo contribuía a mi felicidad. La abadía de Quarr, cerca de Ryda,
distaba una hora o dos en bicicleta de Cowes. Ese año y el año siguiente solía ir allí con mi hermano y con
dos condiscípulos a quienes encontré por azar.


De 1923 a 1927 el camino de Quarr llegó a ser el camino de Solesmes, hacia donde me precipitaba
cada vez que tenía un día o una semana de asueto. ¡Cuántas horas pasadas en compañía de Dom Aubourg,
de Dom Jamet, de Dom Genestout, los jóvenes del monasterio! Dom de Sainte-Beuve me inició en los
misterios de la paleografía. Cuando Joseph Bonnet se sentaba al órgano, subía con él. El espíritu de la
liturgia me penetraba a través de los oficios, que nunca me parecían largos. De lejos admiraba a los
monstruos sagrados, al antiguo abad Dom Delatte, empujado en su cochecito por Dom Blanchon-Lasserve,
a Dom Mocquereau, Dom Cagin, Dom Heurtebize, a todos los viejos y los no tan viejos, Dom de SaintMichel,
Dom Gajard, Dom Brunet... Y después estaban los hermanos: el Hermano Jean-Marie, siempre en
oración y siempre sonriente, al que yo imaginaba santo (tal vez lo era) ; el Hermano Charles, al cual
apreciaba particularmente porque su café con leche del desayuno siempre estaba caliente, y todos los
demás...


Desde 1927 sólo pude volver a Solesmes en contadísimas ocasiones. Hace unos quince o veinte años
tuve oportunidad de conocer a Dom Prom, el abad actual, cuya bondad y sencillez supe apreciar.

Pero no se trata aquí de Dom Prom, ni de Dom Oury, ni de ningún otro. Se trata de "Solesmes”. Y
¿Solesmes no es acaso sus monjes? Sin duda. No trato de disculparlos ni de acusarlos. Pero una institución
no se confunde pura y simplemente con sus miembros. Hubo un Solesmes, el Solesmes de todo el mundo, el Solesmes de Dom Guéranger. Hoy en día hay otro Solesmes que, físicamente, es la continuación de aquél, pero que doctrinalmente es casi su opuesto. Ese nuevo Solesmes es el que tan bien expresa el libro de Dom Oury, y que me aflige profundamente.

Dom Oury escribe:

“Ya hace seis años prosiguen las controversias en torno del Misal de San Pío V. Los artículos y
hasta los libros aparecidos sobre ese tema (sobre todo el de Salleron y el de da Silveira) bastarían para
formar una pequeña biblioteca.


“Con frecuencia sus autores afirman no haber recibido todavía ninguna contestación pertinente
que refute con certeza los argumentos por ellos expuestos. Por ello he considerado necesario, sin ningún
espíritu de polémica, constituir una pequeña suma que proponga las respuestas esenciales que pueden
aportarse a aquellos preocupados dolorosamente por ese problema” (p. 7).


El libro se compone de seis capítulos:

I— El nuevo Misal ¿se promulgó regularmente?
II— El Misal de San Pío V ¿fue realmente evovocado?
III —El Ordo Missae de Paulo VI ¿testimonio de una fe equívoca?
IV —Doctrina tradicional y formas litúrgicas nuevas en el Ordo Missae.
V —El nuevo Ordo Missae y la evolución homogénea de los ritos.
VI — El Ordo Missae de Paulo VI y los hermanos separados.


Siete anexos examinan los puntos siguientes:

I— El inciso "Mysterium fidei” en las palabras de la consagración.
II —“Hoc facite in meam commemorationem” simple narración o celebración de la Eucaristía.
III— Las Oraciones eucarísticas de las iglesias protestantes.
IV — La Introducción a la “Institutio generalis” del Misal romano.
V — Algunas afirmaciones del carácter sacrificial de la Misa en las Oraciones del Misal de Paulo VI.
VI — El artículo de Max Thurian en "La Croix".
VII — El aspecto sacrificial de la Eucaristía en el Misal de Paulo VI (Carl Knox).



Comencemos por los cumplidos.

En primer lugar, este índice muestra a las claras que Dom Oury no ha esquivado el debate sino que,
por el contrario, se ha dedicado a tratar las cuestiones de la Nueva Misa que presentan dificultades.

Además, es perfectamente pacifista y se abstiene de emplear un tono agresivo contra los que no
comparten sus ideas.

En último término, es muy erudito. Leyéndolo se aprenden miles de detalles que no carecen de
interés en sí mismos, aunque no sirvan para reforzar su tesis.

Dicho esto, pasamos a la tesis, que es lo indefendible o, por lo menos lo infinitamente discutible.

Agrego que hecha la reserva sobre su buena fe objetiva, no se la presenta de manera objetivamente honrada
ya que silencia todo lo que contribuye a destruirla.

¿Cómo responder a este libro? Si hubiera que hacerlo en detalle, habría que escribir otro libro, el
doble del de éste. No siento deseos de hacerlo tanto más cuanto que, con respecto a lo esencial, significaría
repetir todo lo que va he dicho en LA NUEVA MISA y en docenas de artículos. Me limitaré, pues a ciertos
puntos, importantes o secundarios, pero que servirán para mostrar —así lo espero, al menos— lo que vicia
la argumentación del autor.

***


CONTINUARÁ...
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