"SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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"Lo peor que puede hacer hoy una persona es ir a un país subdesarrollado, o en vías de desarrollo, queriendo
imponer una ideología o una mentalidad. Este hombre ya está perdido. En poco tiempo estará fuera de ese
país, porque no lo aceptan, y con razón, pues cada quien tiene su idiosincrasia y derecho a desarrollar su
propia ideología. Esto repercute en nuestro trabajo apostólico en el sentido de que somos hijos de nuestros
hijos y sin darnos cuenta podemos llevar esta manera de pensar".
Estas palabras del P. Arrupe, son un
programa, detestable programa, que viene a contradecir el mismo programa evangélico.
Jesucristo dijo: "Id y
predicad; id y enseñad".
Y la predicación y la enseñanza, en su misma esencia, tienden necesariamente a
cambiar, a enriquecer la mentalidad y los conocimientos de los discípulos. El misionero necesariamente, por
razón de su misma vocación, está comprometido con Dios, no con los hombres, a difundir la buena nueva, a
cambiar la mentalidad de los neófitos, a deshacer las tinieblas del error y del pecado en las que, por siglos,
han vivido esas gentilidades, cuya identidad es precisamente el impedimento que hay que remover para la
transformación radical y salvadora.



El Prepósito General comprende luego su error y quiere componerlo, hundiéndose más en sus propias
elucubraciones: "Yo no aplicaría jamás —y que quede bien claro— que la Iglesia ha tenido nunca colonialismo.
La Iglesia ha dado a veces esa impresión, por sus métodos educativos, por su modo de ayudar, por sus
estudios, hasta por sus edificios..."
¡Qué contradicción más manifiesta! ¡qué desorientación fundamental en los
principios!
La Iglesia nunca ha tenido colonialismo, aunque la Iglesia ha dado a veces esa impresión, por sus
métodos educativos... El P. Arrupe supone las misiones y niega las misiones, al suponer que es colonialismo o
algo parecido al colonialismo el pretender modificar, aunque sea para cristianizar, la mentalidad de los pueblos
paganos.
"Un misionero que vaya a un país del Tercer Mundo tiene que ir a servir a ese país, supeditado a las
autoridades de ese país, y de acuerdo con la mentalidad de ese país. Si no lo hace así, mejor que no vaya,
porque se convierte en un estorbo".
Con este criterio, las misiones católicas salen no digo ya sobrando, sino
salen estorbando, ya que forzosamente el misionero, en su labor apostólica, tiene que mejorar y aun, en
muchos casos, contradecir los moldes de una vida rudimentaria y aun antagónica a los principios mismos de la
religión católica.



Si así habla el General, ¿cómo hablarán los simples soldados? Después de estos breves comentarios, que
hemos hecho a los conceptos novedosos del P. Arrupe, ¿habrá todavía ingenuos que sigan creyendo en la
apostólica labor de los jesuitas, en estos tiempos de transformación y de aggiornamento? ¡Compañía de
Jesús!
¡Ay, Jesús, que Compañía!


A CONTINUACIÓN... TRES ACTITUDES DISTINTAS FRENTE AL NEO-MODERNISMO
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TRES ACTITUDES DISTINTAS FRENTE AL NEO-MODERNISMO


San Gregorio Magno escribió una frase memorable, que, en las actuales circunstancias de herejía, de
apostasía y de cisma, nos parece de una importancia capital, para esclarecer la conciencia
de tantos timoratos
o engañados, como hoy, consciente o inconscientemente, están colaborando, en la "SATANICA
REVOLUCION", que, desde dentro, llevan a cabo esa "autodemolición" de la Iglesia fundada por Cristo:



"Si, para defender la verdad —escribe el gran Pontífice— se corre el riesgo de que sobrevenga un escándalo,
es preferible que venga el escándalo, antes que dejar de defender la verdad".



Y el melifluo San Bernardo, en frase de idéntico sentido escribe: "El que, por obediencia, se somete al mal,
está adherido a la rebelión contra Dios y no a la sumisión debida a El".
Citemos unas palabras del divino Maestro,
que confirman las dos frases de esos dos santos: "Porque es forzoso que vengan escándalos (dada la fragilidad y malicia de los hombres); pera, ¡ay de aquél por quien el escándalo viniere! Si tu mano o tu pie te hace tropezar, córtalo
y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo, que ser, con tus dos manos o tus dos
pies, echado al fuego eterno".
(Mat. XVIII, 7 y ss.).


Ante la subversión actual en la Iglesia —guerra satánica, total, a muerte contra la religión— sólo son posibles tres actitudes: la de la claudicación, la de la sumisión y la de la resistencia. La primera actitud es la de aquellos que ya perdieron la fe. Al asumir esta actitud los católicos (sean simples fieles, sean sacerdotes, sean
obispos, o cardenales o sea el papa) no sólo se han pervertido, no sólo han abandonado la fe tradicional, sino que
se han convertido en "activistas" incansables, en difundidores y defensores de las herejías modernistas.
Conscientemente quieren la "autodemolición" de la Iglesia y a ella consagran todos sus recursos y las torcidas
interpretaciones que su soberbia ha dado a la Palabra Revelada.


Los "sumisos", que, por desgracia abundan, por incapacidad mental, por conveniencia o por cobardía, insisten en defender que,
en el bien o en el mal, en la verdad o en el error, debemos estar con el Papa y con los obispos, de tal manera que es preferible ir al
infierno por obediencia que ir al cielo por esa que ellos llaman desobediencia. A muchos de éstos o les falta
cabeza o les falta ciencia o les faltan "pantalones", para decidirse a obrar, según su conciencia y el don
sobrenatural de la fe que en el Santo Bautismo recibimos.



La tercera actitud, la única verdaderamente católica, coherente, provechosa y necesaria para la vida eterna, es la que, ante los evidentes derrumbes en la Iglesia de Dios, ante la "autodemolición", que estamos presenciando y de la cual el mismo Paulo VI ha dado
testimonio; ante el hecho innegable de que ahora hay ya dos religiones, dos "economías" del Evangelio, dos
distintas "mentalidades", ellos con plena conciencia de su responsabilidad ante Dios y ante los hombres,
solemnemente declaran: que entre la religión de veinte siglos, de todos los Papas y de todos los Concilios, y la
religión del "aggiornamento", del "ecumenismo", la de Juan XXIII, Paulo VI y su Concilio Pastoral, están o
estamos dispuestos, incluso a costa de la vida, de todas las difamaciones, calumnias y afrentas, a conservar la
fe de siempre, la fe de nuestro bautismo, la de nuestra eterna salvación.



La primera actitud es, humanamente hablando, muy jugosa: protección y aprecio de los obispos, de los
párrocos, de los que están en el poder; buenas entradas de dinero, libertad para hacer y decir lo que se quiera,
perspectivas halagüeñas de futuras promociones, de dignidades y puestos de mando. Están haciendo su
carrera para llegar a Monseñores, a cancilleres, obispos y cardenales; sobre todo ahora, cuando, para
alcanzar esos puestos honoríficos, no se necesita la ortodoxia, la limpieza de costumbres, ni la ciencia
suficiente en los promovidos, sino basta tan sólo una fidelidad ejemplarizada a la nueva religión.
Este grupo lo
forman los traidores; los apóstatas, herejes o cismáticos; los que no creen en nada, porque han perdido el
don sobrenatural de la fe.
Y los pecados contra la fe son pecados contra el Espíritu Santo, que difícilmente
se perdonan, porque la fe, cuando se pierde no se recupera fácilmente.



La segunda actitud es lastimosa, digna de compasión. Están engañados; sospechan, sin embargo, que la cosa
no va bien, pero les falta la decisión para investigar, en la verdad y sinceridad de su corazón, dónde está la
VERDAD REVELADA, si en el Vaticano II, Juan XXIII y Paulo VI o en los Concilios todos anteriores y en los
Papas legítimos de la Iglesia, predecesores de los dos últimos Papas.
Porque hay contradicción evidente; hay
dos religiones opuestas; hay la Iglesia de las catacumbas
y la iglesia triunfalista de Juan B. Montini, que no es la de Cristo. La indecisión, la cobardía no excusan de pecado; ni la ignorancia, a no ser que ésta sea
invencible; pero recordemos que, en los bautizados, no puede darse esa ignorancia invencible en las verdades
elementales para la salvación, a no ser que se haya perdido voluntariamente el don sobrenatural de la fe, por
un pecado contra la fe.
Esto es lo que está pasando, trágicamente, la fe se está perdiendo sin que la gente se
dé cuenta;
la nueva religión se ha aceptado con una increíble docilidad, y, al aceptar la nueva religión,
necesariamente se pierde de modo progresivo, insensible y rápido, la fe.



Aquí también señalamos la inconmensurable gravedad de los pecados contra la fe de los obispos y de los
sacerdotes, aunque sean monseñores o sean cardenales, por cuya culpa —aunque sea ésta tan sólo de omisión—
las almas inmortales se están yendo al infierno, aunque ellos digan que no hay infierno.



No queda, pues, sino la última postura racional, libre, resulta, inconmovible: la de la resistencia. Lucharemos, sí, lucharemos, con la gracia de Dios; lucharemos hasta la muerte; lucharemos, aunque en su furia Su Eminencia o personas arriba de su eminencia quieran echar sobre nosotros otra "excomunión". Si esto es para
el P. Antonio Brambila el querer yo excomulgarme; para mi conciencia sacerdotal y católica esto significa
querer salvarme, querer morir en la fe de mis antepasados.
Que él y los que le siguen busquen realizar el
imposible de unir el no ser con el ser.



FIN

R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga, SJ.



A CONTINUACIÓN... APÉNDICE de RENÉ CAPISTRÁN GARZA
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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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APÉNDICE
Por RENÉ CAPISTRÁN GARZA


En publicación desplegada —única forma en que la libertad doméstica de expresión me permite expresarme
con libertad— impugné el Decreto de Excomunión que el señor Cardenal Arzobispo don Miguel Darío Miranda
y Gómez, Primado de México, dictó contra el señor Pbro. el doctor don Joaquín Sáenz Arriaga, por una serie
de hechos aparentemente gravísimos que enumera, sin probarlos, el propio Decreto Cardenalicio. El
desplegado en cuestión se tituló: "La Excomunión del Padre Sáenz es Antijurídica y Anticanónica"; apareció en
EL UNIVERSAL, el día 17, y en "El Heraldo de México" el día 18. Llamo libertad doméstica de expresión, no a
la libertad consagrada por las leyes y respetada escrupulosamente por el Poder Público, sino a la libertad
condicionada y limitativa que priva intramuros de algunos periódicos oscilantes.


En dicho desplegado demostré, en forma contundente —no desmentida, ni aclarada, ni rectificada hasta ahora,
ni por la Sagrada Mitra, ni por ningún comentarista de los muchos que disintieron con todo derecho de mi
parecer, y transcurridas ya más de dos semanas de su aparición— dos cosas básicas: que el famoso Decreto
de Excomunión, posteriormente negado, dándole la vuelta de que el propio Sáenz Arriaga se había
autoexcomulgado y que en el Decreto sólo se daba al interesado noticia oficial del susodicho acontecimiento, y
que el dignatario excomulgador excomulgó fundándose en un Canon derogado por el Derecho Canónico
Postconciliar —aunque no hubiera sido derogado dicho Canon, como lo fue— tampoco hubiera podido
excomulgar el excomulgador ni el P. Sáenz ni a nadie,
porque a su vez el excomulgador sí había caído en el
delito de herejía al conceder el Imprimatur al libro blasfemo
"Marx y la Biblia", del P. Porfirio Miranda y de la Parra, S. J., siendo como es doctrina vigente de la Iglesia (Decretal citada de Graciano) que el excomulgado pierde, por el hecho de serlo, la potestad de excomulgar.


Estas dos incuestionables cuestiones fueron el objetivo concreto —y concretamente contenido— del desplegado
que publiqué libremente, gracias a la libertad de expresión imperante en el periódico donde tuve el inseguro y
transitorio honor de escribir durante siete años. Como era total e indefectiblemente imposible probar la no
derogación del Canon que establecía anteriormente la pena de excomunión por publicar un católico obras calificadas
de contrarias a la fe, de opuestas a la Iglesia y de impugnadoras de la conducta del Pontífice, como en el caso atribuyó
por sí y ante sí el señor Cardenal a "La Nueva Iglesia Montiniana", del P. Sáenz, y como esa derogación clara
y patente la apoyé en textos precisos, incontrovertibles e irrecusables del Código Vigente, no ha quedado a los defensores de la actuación
cardenalicia otro camino que el inaudito y casi inconcebible de negar, en una o en otra forma, lo antijurídico y
anticanónico de la postura del eminente prelado para eludir lo arbitrario e ilegal de la excomunión, aunque sin
presentar un solo texto de la ley que la justifique, ni exculparlo a él de la intervención SUYA en el Imprimatur
SUYO a "Marx y la Biblia".


Pero más que escurrir el cuerpo a lo improcedente de la excomunión, que de suyo es cosa de máxima
gravedad, resulta penosamente notorio el denodado empeño de sus puntales en la curia para negar —
pasando sobre toda lógica, sobre el sentido común, sobre el Derecho y sobre la verdad— que del Imprimatur
del señor Cardenal a "Marx y la Biblia" no tiene la menor culpa ni la menor responsabilidad el señor Cardenal.
Evidentemente que si del Imprimatur del señor Cardenal a "Marx y la Biblia" no es responsable ni de lejos el
señor Cardenal, el señor Cardenal no ha incurrido en herejía alguna y conserva incólume la potestad —que
usa tan a gusto— de excomulgar a malvados heresiarcas como el marginado Sáenz Arriaga.


De entre todo el fárrago de anhelosas y acezantes defensas que se han publicado en los periódicos de ambas
cosas ilícitas —aplicar una ley inexistente para excomulgar a Sáenz Arriaga, y negar un imprimatur existente
que aparece impreso y firmado en cada ejemplar de "Marx y la Biblia", para exculpar y rehabilitar al señor
Cardenal devolviéndole la potestad excomulgadora,
sobresalen dos documentos de excepcional importancia
por la inconsistencia, vacuidad y raquitismo de su argumentación y por la calidad también excepcional que por
su vasta cultura y personal categoría debe suponerse en sus ilustrados autores: "Sobre una Excomunión", por
el P. Antonio Brambila, publicado en "El Sol de México" del 22 de enero, y la Declaración del Provincial de la
Compañía de Jesús, sobre el libro "Marx y la Biblia", que apareció en varios diarios del día 26 del propio mes.


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El P. Brambila empieza por darnos una conmocionante sorpresa. En tanto que muchedumbre de comentaristas
—entre ellos el inefable Moyita, de EL UNIVERSAL— han venido sosteniendo a marchamartillo y a rajatabla,
que es inexacto, falso y mentiroso, que el señor Cardenal Arzobispo haya excomulgado al P. Sáenz Arriaga —
sino que fue el propio P. Sáenz Arriaga quien al escribir su nefando libro se autoexcomulgó, colocándose, claro,
por sí mismo y voluntariamente, fuera de la Iglesia, tanto por el contenido de la obra cuanto por haberla
publicado sin el debido Imprimatur — el estimable y reconocidamente veraz P. Brambila empieza su artículo
diciendo: "La excomunión del P. Joaquín Sáenz Arriaga, publicada en un Decreto del señor Arzobispo de
México fechada el 18 del pasado diciembre, ha provocado, como era de prever, un cierto revuelo..."



¡Ah! ¿Pero entonces hubo acaso un Decreto de excomunión, excomunión que nadie había declarado, contra el
P. Sáenz Arriaga, publicado y firmado el 18 de diciembre por el señor Arzobispo de México?
Contra el
desautorizado parecer de todos los que lo niegan, está el autorizado parecer del P. Brambila que lo afirma.
Hubo una excomunión. Nadie la declaró. Esa excomunión se publicó en un Decreto —no en un informe— del
señor Arzobispo. Cualquiera de los muchos necios que en el mundo somos, sabe que la excomunión de un
sacerdote o de un seglar, sólo puede dictarla el Ordinario —el Ordinario, no se interprete mal— es el Obispo
con jurisdicción sobre el excomulgado; no por este o por aquél Obispo cualquiera, por Ordinario que fuere, sino
por el Obispo correspondiente.
Se exceptúa en estos casos comunes, el caso extraordinario de una
excomunión dictada por la Santa Sede. Claro que lo que puede el Obispo lo puede con mucha mayor suma de
razón, el Papa.


Pero el P. don Antonio Brambila, además de ser veraz, no es tonto; no es ignorante. Muy por el contrario, es
inteligente y es ilustrado. Y para no caer en sus propias redes afirma que el señor Arzobispo NO
EXCOMULGO a Sáenz Arriaga, sino que "simplemente lo declaró excomulgado". ¿Por qué?
Es muy diferente
que un Obispo excomulgue a alguien, a que un Obispo "declare excomulgado" a alguien a quien no se sabe
quién excomulgó.
De ahí la brillante tesis de que Sáenz Arriaga no fue excomulgado, ni mucho menos, por el
señor Arzobispo, sino que torpemente se autoexcomulgó a sí mismo y por sí mismo, debido a sus nefandos
errores, entre ellos el principal, señalar al Papa como responsable de que varios obispos y cardenales
esparcidos por todo el Orbe y aún él mismo, acaudillen la desviación de la doctrina, tanto en lo religioso
consintiendo confusiones dogmáticas, como en lo político, social y cívico, dirigiendo la proa de la Barca de San
Pedro hacia el "casi" victorioso marxismo-leninismo.



El señor Arzobispo no excomulgó a Sáenz Arriaga; el señor Arzobispo solamente declaró que Sáenz Arriaga
había incurrido en excomunión y él, el Prelado, se limita simplemente a hacerlo constar. Como lo haría un notario con Mitra.
Es, dice el P. Brambila para que lo entiendan mejor sus lectores, una pena "a iure" —establecida por el Derecho mismo—
y no una pena "Ab homine", que no la impone el Derecho, sino el hombre, es decir, el Obispo. El no sabe nada; él acaba de llegar.
Allá Sáenz Arriaga que "a iure" incurrió en su propia excomunión. Pero, ¿quién califica que Sáenz Arriaga
incurrió "a iure" en su propia excomunión de la que el Arzobispo sólo dio fe para que la gente buena se
enterase y no osara ponerlo en duda?
Pues califica el mismo señor Arzobispo —que dio el Imprimatur
a "Marx y la Biblia" sin leer la obra blasfema y herética del P. Porfirio Miranda, S. J.
Esta atrocidad de autorizar
sin leer, no la afirmo yo. La afirma el R. P. Provincial de la Compañía de Jesús, Enrique Gutiérrez, S. J., que
textualmente dice ("Novedades", 26 de enero, pág. 12): "Con toda sinceridad sentimos que la censura eclesiástica
dada por Buena Prensa al libro del P. Porfirio Miranda, haya provocado desorientación entre algunos lectores,
e indignos ataques al Excelentísimo Cardenal Miguel Darío Miranda, QUIEN CIERTAMENTE NO LEYÓ
DICHO LIBRO ANTES DE SU APARICIÓN AL PÚBLICO, COMO NI TAMPOCO LOS CENSORES
ORDINARIOS DE LA SAGRADA MITRA".
Esto, nada menos que esto, lo dice el Padre Provincial de la
Compañía de Jesús. ¿Qué había pasado, pues? ¿Por qué un libro que no había leído el señor Cardenal
aparece con el Imprimatur del señor Cardenal? Nos lo va a explicar, afortunadamente, el solícito señor
presbítero Brambila que está, como el señor Provincial de la Compañía, tan indignado por los indignos ataques
de que está siendo objeto Su Eminencia.



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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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El libro del P. Porfirio Miranda, S. J. "Marx y la Biblia" circula con el Imprimatur del señor Cardenal Arzobispo,
desde hace más de medio año. ¡Hace más de medio año, pues, que el Imprimatur cardenalicio a un libro
herético y blasfemo, sirve de pasaporte, causando escándalo en los fieles, en el supuesto remoto de que
todavía (1973) los fieles sean capaces de escandalizarse por algo!



¡Ah! ¿Pero ustedes creen que el Imprimatur del señor Cardenal lo puso el señor Cardenal? Pues están sus
mercedes completa y totalmente equivocados. El, ciertamente, no había leído el libro, según nos lo informa el
Padre Provincial; pero "otros" pusieron el Imprimatur. ¿Y quiénes fueron los temerarios? ¿Quiénes fueron esos
otros que pusieron el Imprimatur? Ni tampoco lo pusieron, agrega amablemente el P. Brambila, "ninguna de las
autoridades secundarias que en ausencia del Prelado tienen capacidad de darlo".
El Vicario General de la
Arquidiócesis "se enteró con algún retraso de la salida del libro; de que ostentaba el Imprimatur y de que
estaba lleno de graves errores. Y acaso por el retardo y porque el señor Cardenal estaba ausente, no se
apresuró a hacer una rectificación".
Acaso habrá sido por eso. Era preferible el escándalo inevitable. Pero —
agrega Brambila— "regresado el Cardenal, seguramente por el cúmulo de atenciones diversas y por haber
pasado un poco la actualidad del asunto, tampoco le pareció prudente volverlo a suscitar".
Entretanto, el libro
seguía circulando con el airoso Imprimatur. Era preferible que con el Imprimatur del señor Cardenal circularan
la blasfemia y la herejía de que el marxismo es la auténtica expresión del cristianismo, a que el señor Cardenal
se recargara demasiado de trabajo y "actualizara" errores que ya hacía como medio año circulaban con su
aval.
Tenemos, pues, que el tiempo, en primer lugar, y las ocupaciones, en segundo, hacen lícito dejar correr la barbaridad de que la herejía se halla dentro del dogma católico, que es a lo que equivale el Imprimatur en una
obra.



¿Pero si ni el señor Cardenal, ni las autoridades secundarias que en ausencia suya podían haberlo hecho,
pusieron el Imprimatur, quién fue, entonces, el fantasma que lo puso? Porque el P. Brambila declara
enfáticamente en el artículo citado: "Me consta que el señor Arzobispo NO concedió dicho Imprimatur". Menos
mal que después nos aclara que le consta también que sí lo concedió. Dice Brambila: "Lo que pasó con ese
Imprimatur se llama en castellano franco, simplemente abuso".
Y aquí la sensacional revelación: "los padres
jesuitas que trabajan en la Editorial Buena Prensa, han gozado de tiempo atrás de una autorización para
censurar ellos mismos la publicaciones que editan... es asunto de confianza, y hasta aquí los jesuitas se la
habían merecido justamente... pero
—agrega Brambila— la aprobación del Arzobispo de México no fue ni
pedida, ni dada. Y NO FUE LA EDITORIAL BUENA PRENSA la que editó el libro... simplemente se cometió el
abuso de poner el Imprimatur diciéndole al impresor que lo pusiera. Lo cierto es que el Arzobispo de México no
aprueba de manera alguna el pernicioso libro del marxista Miranda".
Hasta aquí el P. Brambila. ¿Pero no es
lícito, natural y casi obligatorio preguntar por qué, después de medio año de circular "el pernicioso libro", y de
que muchos comentamos con asombro el pequeño abuso del Imprimatur cardenalicio cometido por los
jesuitas, el señor Cardenal guardó absoluto silencio dejando correr la herejía, como doctrina conforme en todo
a la ortodoxia cristiana, para no "actualizar" una cuestión que ya, en seis meses, se caía de puro vieja?



Resulta, por tanto, de lo dicho, redicho, afirmado, reafirmado y confirmado por el P. Brambila —"El Sol de
México",
22 de enero, pág. 4— que la aprobación del Arzobispo de México para "Marx y la Biblia", no fue
pedida ni fue dada; que fue un abuso de los reverendos padres jesuitas poner el Imprimatur al pernicioso libro
y que "no fue la EDITORIAL BUENA PRENSA la que lo editó".


Debo ilustrar al lector acerca del hecho de que la Editorial Buena Prensa es propiedad de los reverendos
padres jesuitas, que según el P. Brambila cometieron el abuso de poner, sin permiso, el Imprimatur del
Cardenal al pernicioso libro. Y al P. Brambila le "parece injusto y dañoso que se acuse al Prelado de
complacencia con un hereje de izquierda, mientras declara excomulgado a otro hereje que es de derecha".
Al
mismo nivel el hereje Miranda y el "hereje" Sáenz. Pero para el uno el Decreto declarando que estaba
excomulgado y para el otro el Imprimatur, pequeño abuso no rectificado por falta de tiempo y elegante desdén
a la "actualización" de un hecho con medio año de antigüedad.


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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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Pero no nos extendamos demasiado e innecesariamente en poner las cosas en su sitio en relación con lo
dicho por el buen P. Brambila, que al fin y al cabo defiende lo suyo y a los suyos. Eso sí, con mucha cortesía,
gran caridad y ejemplar sensatez, como cuando dice que Sáenz Arriaga hace una afirmación "soberanamente
tonta"
y agrega que el propio P. Sáenz dice —lo que no es cierto— que "la verdadera Iglesia está formada por
él y un pequeño grupo de energúmenos",
entre los cuales energúmenos se encuentra este energúmeno
servidor de ustedes que "firma al calce", como decía un diputado de los de antes, y otras expresiones así de
caritativas y evangélicas cuando las emplea él, pero insufriblemente ofensivas cuando las usamos los pobres.


Ahora voy a ocuparme —mejor dicho a desocuparme— de algunas fantásticas cosas que dice en su
declaración ("novedades", 26 de enero, pág. 12) el Rvdo. P. Enrique Gutiérrez, S. J., Provincial de la Compañía de
Jesús en México, en relación con lo afirmado por el cuidadoso P. Brambila.


Este nos informó ya que la Compañía de Jesús —Buena Prensa, o sean los jesuítas— ha gozado de tiempo
atrás una autorización para censurar ellos mismos las publicaciones que editan... y que en este caso
ABUSARON de esa confianza, porque ni solicitaron ni obtuvieron el Imprimatur cardenalicio con que circula
gloriosamente "Marx y la Biblia".


Había fallecido el anterior Primado, Mons. Luís María Martínez y —dice el P. Provincial en el periódico y fecha
indicados ("Novedades", 26 de enero)— "en 1962 se pidió al señor Arzobispo Miguel Darío Miranda, la renovación
de esa facultad. Existen numerosos datos PARA PENSAR que fue otorgada. Desde esa fecha hasta el
presente Buena Prensa ha extendido la censura eclesiástica a nombre del señor Arzobispo, a más de cíen
libros entre otros, en 1965, a uno del mismo P. Porfirio Miranda, S. J.: "Hambre y Sed de Justicia", sin que
nunca haya habido alguna aclaración en contrario por parte de la Sagrada Mitra de México".



Como se advierte sin mayor esfuerzo intelectual "existen numerosos datos PARA PENSAR QUE FUE
OTORGADA".
Pero sólo para pensarlo, no para asegurarlo ni para probarlo, lo que significa que no hay
CERTEZA, seguridad documental de que haya sido otorgada nuevamente la dicha facultad. Eso, no obstante,
continúa el P. Provincial: "En esta CERTEZA —¿cuál certeza si sólo había numerosos datos para presumir que
se la habían otorgado? —
Buena Prensa recibió para dar la censura eclesiástica de la Arquidiócesis, el
libro "Marx y la Biblia", que ya tenía la aprobación de la Compañía de Jesús".
Esto es una declaración, yo
diría una confesión formal, clara, ineludible e innegable de que la Editorial Buena Prensa publicó "Marx y la
Biblia",
desmintiendo categóricamente la afirmación categórica del P. Brambila: "y no fue la Editorial Buena
Prensa la que editó el libro..."
("El Sol de México", 22 de enero, pág. cuatro).


Brambila: "No fue la Editorial Buena Prensa la que publicó el libro". El Provincial de la Compañía: "En esta
certeza Buena Prensa recibió para dar la censura eclesiástica de la Arquidiócesis el libro "Marx y la Biblia",
que ya tenía la aprobación de la Compañía de Jesús... Buena prensa concedió la censura basada en que los
censores de la Orden eran competentes para descubrir una falla contra la fe..."



¿En qué quedamos, veraz y sereno padre Brambila? ¿En qué quedamos, prudente y sabio Provincial de la
Compañía de Jesús? Pues quedamos en dos cosas; a ver quién ata esa mosca por la cola; en que "Marx y la
Biblia"
no fue editado por Buena Prensa, de los Padres Jesuitas; y en que "Marx y la Biblia" sí fue editado por
Buena Prensa de los Padres Jesuitas.


El recurso es altamente filosófico, teológico, cristiano y evangélico, y hasta un poco folclórico, para justificar
que
"Marx y la Biblia" circule por doble partida con bandera ortodoxa, en tanto que a Sáenz Arriaga, hereje,
cismático, energúmeno y rebelde, se le "declaró" excomulgado —no se le excomulgó— por dar la batalla en
pro de la Iglesia de siempre contra la Nueva Iglesia acaudillada por Paulo VI y sus Obispos y Cardenales, tipo
Méndez Arceo, de Cuernavaca; Helder Cámara, de Recife y Olinda; Suenens, de Bélgica; Alfrink, de Holanda;
Willdebrandt, de Alemania; Tarancón, de España, y tantos y tantos Obispos y Cardenales más, a quienes no
hicimos cardenales u obispos ni un servidor de ustedes ni los amables lectores. Ni tampoco los sostenemos
nosotros en tan altas dignidades así estén demoliendo la Iglesia y demoliendo al Papado, en medio de la
honda preocupación que abruma y desgarra a Paulo VI, que nombró a unos y sostiene a todos.



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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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El estimable y decidido adalid pacífico y cordial, comprensivo y condescendiente en todo pleito con todos los
que pleitean —porque éste, dígase lo que se diga, es un pleito de mucha altura pero es un pleito al que nos ha
conducido el progresismo— señor presbítero Brambila, publicó en "El Sol de México" el viernes 28 de enero
otra amable y serena paliza que propina a los reverendos padres jesuitas en la respetable persona de su
Provincial en México.


De ese artículo se desprende directamente que en tratándose de cuestiones clericales es aceptable que el
poderdante desconozca actos de su apoderado cometidos por éste seis o siete meses antes. No otra cosa ha
sido el desconocimiento que del Imprimatur cardenalicio a "Marx y la Biblia" hace —no el señor Cardenal—
sino el P. Brambila. ¡Cuidado, P. Brambila, que en este mundo de componendas, transacciones, y valores
entendidos, usted está actuando como apoderado y el señor Cardenal como poderdante! Un día de estos
resulta —o puede resultar— que el señor Cardenal ignorara lo que está usted haciendo y refrende su
confianza a los reverendos padres de la Compañía, tan poco merecedores de ella, según usted, y yo, y
muchas personas más.


Porque todas sus explicaciones son muy convincentes, pero la espera de más de medio año para declarar que
siempre no está la herejía dentro de la ortodoxia, como que no acabo yo de entenderlo bien, ni usted de
explicarlo ni bien ni mal.



En esta especie de recopilación de necedades en que se atrincheran quienes tienen ojos y no ven y tienen
oídos y no oyen, quiero señalar el novísimo truco de quienes ponen sus más nobles empeños en desconcertar
a esta sociedad al garete, y desconcertarla nada menos que en el nombre de Dios. Los dinamiteros de las
bases cristianas de una humanidad en plena crisis han encontrado una posición teórica, aparentemente
respetable y equilibrada; una posición de altura, inmune a los corpúsculos infectados de una cultura en
decadencia. Es la posición suicida del término medio. Es la posición que estructuran la falsa tesis de
los "dos" extremismos: ni progresistas, ni tradicionalistas. ¡Qué buenas personas!



Esta aparente moderación no es más que un vistoso disfraz de sensatez, que encubre la más peligrosa de las
insensateces. Son los progresistas conscientes del repudio que empieza a serles universal, los que en un
esfuerzo para eludir sus responsabilidades, simulan considerar al progresismo y al tradicionalismo
como "dos" extremos iguales de signo contrario. Hay que estar, dicen, contra todos los extremismos. Expresión
que suena agradablemente y parece constructiva. Sólo que no existe esa falsa equivalencia en este caso.
El
progresismo sí es una forma de extremismo.
El tradicionalismo, que en rigor debiera llamarse ortodoxia del
orden y del pensamiento, tanto en lo religioso como en lo político y lo social, lejos de significar extremismo
significa sentido de equilibrio, de responsabilidad, de desarrollo espiritual y físico dentro de un sistema humano
homogéneo, compacto y congruente.



Hablar de que progresismo y tradicionalismo representan una posición mental extremista de signos opuestos,
equivale a declararlos a ambos igualmente fatales e igualmente destructores. Los dos son, dentro de ese
moderno sofisma, igualmente funestos y estériles. Esto apenas es una maniobra primaria para combatir la
supervivencia social desde otra forma diferente pero falsa de supervivencia social. Huir de
esos "dos" extremismos, es caer a plomo en el único de los dos que es verdaderamente extremista: el
progresismo.



CONTINUARÁ...
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InHocSignoVinces
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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

Message par InHocSignoVinces »

En lo social, en lo político, y sobre todo en lo religioso, el progresismo, el extremismo, es la libertad
irresponsable de la destrucción sistemática, la desmoralización ilimitada fuera y dentro de la familia y de la
patria. La claudicación de la civilización y la falsificación de la cultura.
Es lo que engendra los Tlatelolcos, los
Diez de Junios y los Poliforos epatantes. Lo que ahora llaman maliciosa y despectivamente tradicionalismo es
en lo político y en lo social la reacción salvadora contra toda forma infrahumana de vida, contra toda forma de
regresión a la barbarie, la que propugna el desenvolvimiento fecundamente normal de la normalidad en la
especia y en el espíritu.
Y en lo dogmático y religioso es la fidelidad —no la petrificación— del pasado viviente; la adhesión a un conjunto de verdades trascendentes e indiscutibles que constituyen, en síntesis, la Verdad;
Verdad inherente a la naturaleza sobrenatural y eterna del destino humano. Es la ortodoxia y la verticalidad en
la Verdad inamovible, inconmovible e irreversible
sin la cual retrogradaríamos a un nuevo primitivismo
despótico y salvaje: el comunismo materialista y ateo.



El hombre escogerá su camino: Hombre o Bestia. Cuando no, y eso sería lo más trágico, el Hombre Bestia, que es la meta feérica de la falsa supercivilización deshumanizada a donde nos lanza como en un torbellino la docta falsificación de la fe y la temeraria creación de un Dios homocéntrico. No podemos admitir y no admitimos la trampa seudosociológica de los "dos" extremos reprobables. Nunca cabe nivelación posible entre el bien y el mal, entre la sombra y la luz.


Hay un solo extremismo legítimo en la vida: el extremismo de la Verdad, el extremismo del Orden, el
extremismo de la Justicia.
Cualquiera otro extremismo es un fraude y una acechanza de la fiera agazapada en
cada ser humano. Y sólo Dios es el domador de esa temible fiera. Por eso, atentar contra la justicia inmanente,
falsificar los hechos, burlarse de la honradez, equiparar progresismo con autenticidad, es un crimen al que es
preciso enfrentar toda la energía del hombre como un muro invulnerable a la falacia, a la mentira y al fraude.
Aunque la falacia, la mentira y el fraude recubran sus llagas purulentas con las vestiduras sagradas de una fe
de utilería, que no por ser de utilería, o precisamente por ser de utilería, es una fe satánica.




Pero dejando aparte —con indulgencia parecida a la que caracteriza al P. Brambila en sus batallas
periodísticas— la mayor o menor responsabilidad de los jesuitas en estas trapisondas que al alimón han
expuesto el P. Brambila y el P. Provincial, queda en pie, más sólido y más firme que las pirámides de Egipto,
este hecho incontrovertible: que en el año 1962 los jesuitas editaron con el Imprimatur de la Sagrada Mitra
más de cien libros sin que el Ordinario, es decir, el Obispo, se tomara el trabajo de leerlos.
De entonces acá,
agrega el Provincial, han sido muchísimas las obras editadas en las mismas circunstancias, con Imprimatur de
quien las ignoraba. ¡Cuántas cosas más, cuántos errores, cuántas herejías andarán por ahí avaladas y
amparadas ante la conciencia de los fieles, por una autoridad moral, la autoridad del Pastor custodio de la Fe,
sin que éste tenga ni la más remota idea del daño y el estrago que en las almas de los católicos estén
produciéndose!
¡Y aún así le parece al P. Brambila "injusto y dañoso" que se acuse al Prelado de
complacencia con un hereje de izquierda, mientras declara excomulgado a un hereje que es de derecha!
¡Tanta filosofía para tan poca lógica!.



Y en última instancia ¿por qué no explica estos enigmas el propio Cardenal en vez de delegar su defensa en
apoderados expuestos a que los desapoderen? No puedo creer que los ratones hayan cometido la irreverencia
de comerle la lengua al dignatario.



Si bien el P. Brambila con sus argumentos se siente satisfecho y cree haber librado de toda mácula al señor
Cardenal, la triste realidad es bien distinta, porque suponiendo como supusieron él y el Provincial de los
Jesuitas que era válida la supuesta autorización del Cardenal Miranda para estampar su firma en los libros de
la Compañía, y al no haber protestado éste después de más de 100 veces en que le jugaron rudo, lógico es y
nadie lo puede dudar que la responsabilidad total la tiene Su Eminencia don Miguel Darío Miranda y Gómez al
permitir el uso de su firma en las publicaciones jesuitas aunque no se haya enterado de su contenido.
Más aún, es su Eminencia responsable absoluto de la publicación y difusión de las herejías de otro Miranda
por no haber condenado e impedido a tiempo la circulación de
"Marx y la Biblia". Luego incurrió en herejía.
Luego no puede excomulgar.




FIN
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