MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

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Jueves después de la Santísima Trinidad

EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

El pan que yo daré, es mi carne por la vida del mundo (Jn 6, 52).


El efecto de este sacramento debe ser considerado:

1º) Por lo que en el sacramento se contiene, que es Cristo, quien,
viniendo visiblemente al mundo le confirió la vida de la gracia, del mismo
modo que viniendo al hombre sacramentalmente, obra la vida de la gracia,

como dice el Evangelista: El que me come, él mismo vivirá por mí (Jn 6, 58).
Por eso comenta San Cirilo: "El Verbo vivificante de Dios, uniéndose a su
propia carne, la hizo vivificante. Pues convenía que se uniese de algún modo
a nuestros cuerpos por su carne sagrada y su sangre preciosa, que recibimos
en el pan y en el vino como bendición vivificante."



2º) Por lo que en él se representa, esto es, la Pasión de Cristo, y en
consecuencia, este sacramento obra en el hombre el mismo efecto que la
Pasión de Cristo obró en el mundo.
De ahí que, comentando las palabras:
Salió luego sangre y agua (Jn 19, 34), diga San Crisóstomo: "Puesto que de
aquí tienen su origen los sagrados misterios, cuando te acercares al tremendo
cáliz, acércate como si hubieras de beber del mismo costado de Cristo"
1.

Por eso dice el mismo Cristo: Ésta es mi sangre del nuevo Testamento que
será derramada por muchos para remisión de pecados
(Mt 26, 28).


3º) Se considera el efecto de este sacramento por el modo con que es
dado: como comida y bebida. Y por esto, todo el efecto que produce la
comida y la bebida materiales en la vida corporal, es decir, que sustentan,
acrecientan, reparan y deleitan, todo esto lo produce este sacramento en
cuanto a la vida espiritual.
Por esta razón dice San Ambrosio: "Este pan es el
de la vida eterna, que sostiene la substancia de nuestra alma" 2.
San Juan
Crisóstomo agrega: "Se nos da a los que lo deseamos para ser palpado,
comido y abrazado" 3.


Y son palabras del mismo Jesucristo: Mi carne verdaderamente es
comida; y mi sangre verdaderamente es bebida
(Jn 6, 56).


4º) Se considera el efecto de este sacramento por las especies en que se
da. A este respecto dice San Agustín: "Nuestro Señor ha puesto su cuerpo y
sangre en estas cosas que, de múltiples que ellas son, se reducen a una sola:
porque la una, es decir, el pan, resulta como síntesis de muchos granos; la
otra, es decir, el vino, se produce de muchas uvas, que forman un solo
licor" 4.
Por lo cual exclama: "¡Oh sacramento de piedad, oh signo de
unidad, oh vínculo de caridad!"
5. Y puesto que Cristo y su Pasión son causa
de la gracia y refección espiritual, y la caridad no puede existir sin la gracia,
se deduce de todo lo dicho que este sacramento confiere la gracia.


(3ª, q. LXXIX, a. 1)


1. Hom. 84 in Joan.
2. De Sacramentis, lib. IV, cap. 4.
3. Super Joan., hom. XLV.
4. Tract. 26 in Joan.
5. Lugar citado.
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Viernes después del Corpus

QUÉ GRACIA CONFIERE LA EUCARISTÍA


1º) El sacramento de la Eucaristía tiene por sí mismo la virtud de
conferir la gracia,
y nadie tiene la gracia antes de recibirlo, a no ser por
algún deseo, ya expresado por sí mismo, como los adultos, ya por la Iglesia,
como los niños 1. Por lo cual, debido a la eficacia de la virtud del mismo,
resulta que también por el deseo de este sacramento alguno consigue la gracia
que lo vivifica espiritualmente.
Sucede, además, que cuando se recibe
realmente este sacramento se aumenta la gracia y se perfecciona la vida
espiritual, pero de modo distinto que con el sacramento de la Confirmación,
en el que se aumenta y perfecciona la gracia para resistir a los ataques
exteriores de los enemigos de Cristo, pues por la Eucaristía se aumenta la
gracia y se perfecciona la vida espiritual, para que el hombre sea perfecto en
sí mismo por su unión a Dios.



2º) Este sacramento confiere espiritualmente la gracia con la virtud de
la caridad.
Por eso San Juan Damasceno 2 compara este sacramento al
carbón que vio Isaías (Is 6). Pues el carbón no es simple madera, sino leña,
unida al fuego, y así también el pan de la comunión no es simple pan, sino
que está unido a la Divinidad. Pero, como dice San Gregorio 3, "el amor de
Dios no es ocioso;
porque obra grandes cosas cuando existe."
Y por
consiguiente, por este sacramento, según su propia virtud, no sólo se
confiere el hábito de la gracia y de la virtud, sino también se excita a obrar,
según aquello: El amor de Cristo nos estrecha (2 Cor 5, 14). De ahí que por
la virtud de este sacramento se fortifique el alma espiritualmente, por cuanto
se deleita espiritualmente, y se embriaga, en cierto modo, con la dulzura de
la bondad divina, como dice el Cantar de los Cantares: Comed, amigos, y
bebed, embriagaos, los muy amados
(5, 1).


3º) Puesto que los sacramentos obran la salud que significan, se dice,
por cierta analogía, que en este sacramento se ofrece el cuerpo por la salud
del cuerpo, y la sangre por la salud del alma, aunque el uno y la otra obren
por la salud de los dos, pues todo Cristo se contiene bajo ambos. Y aunque
el cuerpo no sea el sujeto inmediato de la gracia, el efecto de ella redunda,
sin embargo, del alma al cuerpo, al presente mientras exhibimos nuestros
miembros como instrumentos de la justicia de Dios, y en el futuro cuando
nuestro cuerpo alcance la incorrupción y la gloria del alma.



( 3ª, q. LXXIX, ad. 1.)


1. Para aclarar este punto y evitar torcidas interpretaciones conviene hacer algunas
advertencias. No hay duda de que la recepción real de este sacramento es necesaria
para la salvación con necesidad de precepto, tanto divino como eclesiástico, ya en
artículo de muerte, ya muchas veces en la vida. La existencia del precepto consta por el
Evangelio de San Juan, cap. 6º, y por las leyes legítimas de la Iglesia que en esta
materia obligan bajo grave en determinadas circunstancias. En cambio, no es necesaria
dicha recepción real con necesidad de medio, ni tampoco con voto propiamente dicho.
Pues sólo es necesario con necesidad de medio para la salvación, lo que se requiere
como medio para la primera justificación, ya surja de la necesidad de la naturaleza de
dicha cosa, ya de una positiva institución de Dios. Pero la Eucaristía no ha sido
instituida regularmente para conferir la justificación primera, antes bien, la supone,
pues es sacramento de vivos y no de muertos, y ¡ay de aquel que se acerque en pecado
mortal a recibirlo! Luego no puede ser necesaria la recepción real del mismo con
necesidad de medio para la salvación.

Pero si la recepción del mismo sacramento no es necesaria ni realmente ni en deseo, lo
es en cambio res sacramenti, el efecto del sacramento de la Eucaristía para alcanzar la
salvación. Porque el medio necesario para la salvación es la incorporación a Cristo que
tiene lugar en la primera justificación,
justificación que formalmente consiste en la
primera gracia y en la caridad habitual, que es el mismo vínculo por el cual nos unimos
como miembros vivos a Cristo y a su cuerpo místico.
Es así que el efecto de este
sacramento es precisamente la unidad perfecta del cuerpo místico, esto es, la unión
perfecta del alma a Cristo y a sus miembros por la caridad. Luego el efecto de este
sacramento (res sacramenti) es necesario con necesidad de medio, ya en realidad ya en
deseo implícito o explícito. En este sentido hemos de entender las palabras de Santo
Tomás que han motivado esta nota.

2. Orth fid., lib. IV, cap. 14.
3. Hom. Pent. 30 in Evangelium.
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Sábado después del Corpus

EFECTO DE LA EUCARISTÍA ES LA CONSECUCIÓN DE LA GLORIA

Si alguno comiere de este pan, vivirá eternamente (Jn 6, 52).


En este sacramento podemos considerar aquello que obra el efecto, o
sea, el mismo Cristo en él contenido y su pasión en él representada, y
aquello por lo cual tiene efecto, a saber, el uso del sacramento y sus especies.
En cuanto a ambos extremos puede afirmarse que este sacramento
causa la consecución de la vida eterna.


En efecto: el mismo Cristo por medio de su pasión nos abrió la entrada
a la vida eterna, como se dice en la carta a los Hebreos, 9, 15: Es mediador
de un nuevo Testamento para que, interviniendo la muerte, reciban la
promesa de la herencia eterna los que han sido llamados.


Del mismo modo, la refección del manjar espiritual y la unidad significada
por las especies del pan y del vino tienen lugar, ciertamente, en la
vida presente, pero de manera imperfecta; perfectamente se dan en el estado
glorioso.
De donde dice San Agustín: "Los hombres cuando comen y cuando
beben lo que buscan es no tener hambre ni sed; pero esto, en realidad,
solamente lo proporciona esta comida y esta bebida que hace inmortales e
incorruptibles a los que la toman, en la compañía de los santos, donde tendrá
lugar la paz y la unidad plena y perfecta."


Y aunque este sacramento corresponda a los viadores, incapaces aún
de la gloria,
no se sigue que el efecto del mismo no sea la consecución de la
gloria.


Se dice en Juan 6, 52: El que come de este pan vivirá eternamente.
Pero la vida eterna es la vida de la gloria. Luego el efecto de este sacramento
es la consecución de la gloria.


En este sacramento se puede considerar: aquello de donde procede el
efecto, y que es el mismo Cristo contenido y su pasión representada; y
aquello por lo que viene el efecto, o sea, el uso del sacramento y las especies
sacramentales.
Pues bien, bajo los dos aspectos es propio de este sacramento
causar la consecución de la vida eterna.
Porque fue el mismo Cristo quien
nos abrió por su propia pasión las puertas de la vida eterna, según aquellas
palabras de la carta a los Hebreos 6, 15: Es el mediador de la nueva alianza,
para que, por su muerte, reciban los llamados la promesa de la herencia
eterna.
Por lo que en la forma de este sacramento se lee: Este es el cáliz de
mi sangre, de la nueva y eterna alianza.


Y, de la misma manera, el sustento de la comida espiritual y la unidad
significada por las especies del pan y del vino, ya se obtienen en la vida
presente, aunque de modo imperfecto. Pero se obtendrán de modo perfecto
en la gloria.
Por lo que San Agustín, comentando las palabras de Juan 6, 26:
Mi carne es verdadera comida, dice: Los hombres desean la comida y la
bebida para no tener hambre y para no tener sed. Pero esta hartura, en
realidad, no la otorgan más que esta comida y esta bebida, que convierten a
sus consumidores en inmortales e incorruptibles en la sociedad de los santos,
donde habrá paz y unidad plena y perfecta.



(3ª, q. LXXIX, a. 2, [c)
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Domingo después del Corpus

LOS PECADOS VENIALES NO IMPIDEN EL EFECTO DE ESTE SACRAMENTO


I. San Agustín, comentando las palabras de Juan 5, 50-52: Si uno come
de este pan,
etc., dice: Comed espiritualmente el pan celeste, aportad
inocencia al altar, que vuestros pecados, aunque sean cotidianos, no sean
mortíferos.
De donde se deduce que los pecados cotidianos, que se llaman
pecados veniales, no impiden el alimento espiritual. Pero los que se
alimentan espiritualmente reciben el efecto de este sacramento. Luego los
pecados veniales no impiden el efecto de este sacramento.



II. Este sacramento no posee menos virtud que el bautismo. Pero el
efecto del bautismo solamente es impedido por la ficción, en cuya categoría
no están los pecados veniales, porque, como se dice en Sabiduría 1, 5: El
Espíritu Santo, que nos educa, huye de la doblez,
el cual, sin embargo, no
huye con los pecados veniales.
Luego tampoco los pecados veniales impiden
el efecto de este sacramento.



III. Lo que queda eliminado por la acción de una causa, no puede
impedir el efecto de esa causa.
Pero los pecados veniales quedan eliminados
por la acción de este sacramento. Luego no impiden su efecto.


Los pecados veniales pueden ser considerados de dos maneras: una,
como pasados; otra, como actualmente cometidos. Bajo el primer punto de
vista, los pecados veniales no impiden de ningún modo el efecto de este
sacramento. Puede suceder, en efecto, que uno, después de cometer muchos
pecados veniales, se acerque devotamente a este sacramento, y consiga el
efecto de este sacramento plenamente.


Bajo el segundo punto de vista, los pecados veniales no impiden
totalmente el efecto de este sacramento, sino sólo en parte. Ya se dijo, en
efecto, que el efecto de este sacramento no es solamente la consecución
habitual de la gracia y de la caridad,
sino también un cierto sustento actual
de dulzura espiritual.
Un sustento que queda impedido cuando alguien se
acerca a este sacramento con la mente entretenida en pecados veniales.
Pero
no impide el aumento de la gracia habitual o de la caridad.


Aquél que se acerca a este sacramento con el acto de pecado venial,
come espiritualmente de una manera habitual (el pan celestial), mas no de un
modo actual, y por tanto, percibe el efecto habitual de este sacramento, pero
no el actual.


Es cierto que los pecados veniales no impiden el efecto del Bautismo,
pero no debe hablarse idénticamente de la Eucaristía y del Bautismo. Pues el
Bautismo no se ordena del mismo modo al efecto actual, esto es, al fervor de
la caridad, como este sacramento; porque el Bautismo es la regeneración
espiritual por la que se adquiere la primera perfección, que es el hábito o la
forma; mas este sacramento es la manducación espiritual que tiene
delectación actual.



(3ª, q. LXXIX, a. 8.)
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Lunes después del Corpus

LA EUCARISTÍA PRESERVA AL HOMBRE DE LOS PECADOS FUTUROS

Éste es el pan que desciende del cielo; para que el que comiere de él
no muera
(Jn 6, 50.)


El pecado es cierta muerte espiritual del alma. Por lo tanto, alguno es
preservado del pecado futuro como lo es el cuerpo de la muerte futura; lo
cual se verifica de dos modos:
1º, en cuanto la naturaleza del hombre se
robustece interiormente contra los factores internos de corrupción, y de este
modo es preservado de la muerte por la comida y por la medicina;
2º, porque
se defiende de los ataques exteriores, y así es preservado por las armas de
que está provisto su cuerpo.


De uno y otro modo preserva del pecado este sacramento:

1º) Por el mismo hecho de que una a Cristo por la gracia, y ésta
robustezca la vida espiritual del hombre, como un manjar y medicina espiritual,

según aquello: El pan corrobore su corazón (Sal 103, 15). Y San
Agustín, dice: "Acércate con confianza, es pan, no veneno" 1,


2º) En cuanto es una señal de la Pasión de Cristo, por la cual han sido
vencidos los demonios, rechaza todo ataque de los demonios.
Por lo cual
dice San Juan Crisóstomo: "Como los leones que exhalan llamas, así nos
retirarnos de aquella mesa, hechos terribles para el diablo"
2.


Es cierto que muchos que se acercan dignamente a este sacramento,
caen después en el pecado, y la razón es que el hombre en estado de viador
se halla en una condición tal, que, por su libre albedrío puede doblegarse al
bien o al mal. Por lo cual, aunque este sacramento en sí mismo tenga una
virtud preservativa del pecado, no quita, sin embargo, al hombre la posibilidad
de pecar.


Y lo mismo hay que decir de la caridad. Pues la caridad en sí misma
preserva al hombre del pecado; pero por la mutabilidad del libre albedrío
ocurre que alguno, después de poseída la caridad, peca como después de
haber recibido este sacramento.


Aunque este sacramento no se ordene directamente a disminuir el fomes
de la concupiscencia, sin embargo lo disminuye por cierta consecuencia,
en cuanto acrecienta la caridad, pues, como dice San Agustín,
"el
aumento de la caridad es la disminución de la concupiscencia".
Afirma directamente
el corazón del hombre en el bien, por lo que también es
preservado del pecado.



(3ª, q. LXXIX, a. 6)
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Martes después del Corpus

POR LA EUCARISTÍA SE PERDONA LA PENA DEL PECADO


El sacramento de la Eucaristía es a la vez sacrificio y sacramento; es
sacrificio en cuanto es ofrecido, y sacramento en cuanto se recibe. Y por
esto el efecto como sacramento se produce en el que lo consume, y como
sacrificio en el que lo ofrece o en aquéllos por quienes se ofrece.


Si, pues, se considera como sacramento, tiene dos clases de efectos: 1º,
directamente por virtud del sacramento; 2º, como por cierta concomitancia.
Por virtud del sacramento tiene directamente aquel efecto para el que ha sido
instituido; y no lo ha sido para satisfacer, sino para alimentar espiritualmente
por la unión a Cristo y a sus miembros, como también el nutrimiento se une
al que se nutre. Pero como esta unión se verifica por la caridad, por cuyo
fervor uno consigue el perdón, no sólo de la culpa, sino también de la pena,
de ahí resulta que, por cierta concomitancia con su efecto principal,
el
hombre consigue la remisión de la pena, no de toda ella,
sino según el modo
de su devoción y fervor.


En cuanto es sacrificio, tiene una virtud satisfactoria; pero en la
satisfacción se atiende más al afecto del oferente que a la cantidad de la
oblación.
Por eso el Señor dice acerca de la viuda que ofreció dos ases, que
echó más que todos los otros (Mc 12, 43); así, aunque esta oblación baste
por su cantidad para satisfacer por toda pena, sin embargo se hace
satisfactoria para aquéllos por quienes se ofrece o también para los que la
ofrecen, según la cantidad de su devoción y no por toda pena.


La virtud de Cristo, que se contiene en este sacramento, es infinita. Por
consiguiente, el que sólo se quite por este sacramento parte de la pena, y no
toda, no proviene del defecto de la virtud de Cristo,
sino del defecto de la
devoción del hombre.



(3ª q. LXXIX, a. 5)
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Miércoles después del Corpus

LA EUCARISTÍA PERDONA LOS PECADOS VENIALES


En este sacramento pueden considerarse dos cosas: el sacramento
mismo y la cosa del sacramento.
Y de una y otra resulta que este sacramento
tiene virtud para perdonar los pecados veniales.



Porque este sacramento se torna bajo la especie de manjar nutritivo; y
la nutrición del manjar es necesaria al cuerpo para reparar lo que diariamente
pierde por la acción del calor natural. Bajo el concepto espiritual hay en
nosotros una pérdida diaria,
que resulta del calor de la concupiscencia por
medio de los pecados veniales, que disminuyen el fervor de la caridad.
Y así,
compete a este sacramento perdonar los pecados veniales; por lo cual dice
San Ambrosio que "este pan cotidiano se torna para remedio de la debilidad
cotidiana"
1.


La cosa, sin embargo, de este sacramento es la caridad (no sólo en
cuanto al hábito, sino también en cuanto al acto), que es excitada en este sacramento,
por el cual son borrados los pecados veniales.
Luego es evidente
que por virtud de este sacramento se perdonan los pecados veniales.



Aun cuando los pecados veniales no sean contrarios a la caridad,
considerada en cuanto al hábito, la contrarían, sin embargo, en cuanto al
fervor del acto, que es excitado por este sacramento, en razón del cual son
borrados los pecados veniales.

(3ª, q. LXXIX, a. 4)


En virtud de este sacramento se verifica cierta transformación del
hombre en Cristo, por el amor; y ésta es el efecto propio de este sacramento.
Y como por el fervor de la caridad se perdonan los pecados veniales, porque
le son contrarios; síguese que por la virtud de este sacramento son destruidos
los pecados veniales.



Además, el fervor de la devoción puede ser tan grande que destruya
todos los pecados veniales.
Pues no hay inconveniente en que en un momento
esté el hombre libre de todo pecado venial; aunque esto no puede
durar mucho tiempo a causa de la dificultad de evitar los pecados veniales.
Ni tampoco es necesario que siempre destruya todos los pecados veniales,
sino que lo hace según la medida de la devoción; porque no es su efecto
inmediato la destrucción de los veniales, sino una consecuencia.



(4, Dist. 12, q. II)


1. De Sacramentis, lib. V, cap. 4.
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Jueves después del Corpus

USO DE LA EUCARISTÍA


I. La Eucaristía debe recibirse frecuentemente.

Los efectos de este sacramento son análogos a los de la nutrición
corporal. De continuo se verifica un desperdicio del humor natural por la
acción del calor y el trabajo; y es necesario tomar frecuentemente alimento
corporal para reparar lo perdido, de modo que el desgaste continuo no
produzca la muerte.

Así, por la concupiscencia original y la ocupación en cosas exteriores,
se verifica un desgaste de devoción y de fervor, con los que el hombre se
recoge en Dios.
Por consiguiente, es necesario reponer muchas veces lo
perdido, para que el hombre no se aleje totalmente de Dios.



II. ¿Es necesario comulgar diariamente?

En este sacramento dos cosas se requieren por parte del que le recibe;
el deseo de unirse a Cristo, lo cual realiza el amor, y la reverencia al sacramento,
que proviene del don del temor. Lo primero invita a la frecuencia
cotidiana de este sacramento, pero lo segundo retrae.


Por lo cual si alguno sabe, por experiencia, que con la comunión diaria
se acrecienta en él el fervor del amor, y que no se disminuye su reverencia,
ese tal debe comulgar diariamente. Pero si la comunión diaria disminuye en
él la reverencia y no se acrecienta mucho el fervor, debe abstenerse algunas
veces, para acercarse después con mayor reverencia y devoción.


Por consiguiente, cada cual debe, en esto, ser dejado a su criterio. Y
esto es lo que dice San Agustín: "Si dijera a alguno que no debe recibirse
diariamente la Eucaristía, y otro afirmara que debe tomarse todos los días,
haga cada cual lo que piadosamente cree deba hacerse según su fe."
Y lo
prueba con los ejemplos de Zaqueo y del Centurión, uno de los cuales recibe
gozoso al Señor, mientras el otro dice: No soy digno de que entres en mi
casa
(Mt 8, 8), y los dos alcanzaron misericordia, honrando ambos al Señor,
aunque de manera distinta.

Sin embargo, el amor y la esperanza, a los cuales nos induce siempre la
Escritura, son preferidos al temor:
Por lo que habiendo dicho Pedro: Señor,
apártate de mí, que soy un hombre pecador
(Lc 5, 8), respondió Jesús: No
temas.
(Ibíd. 10).

A él nos acercamos ciertamente muchísimo por la humildad; pero no
se sigue que sea más laudable abstenerse de este sacramento, como más
meritorio;
porque la caridad es la que nos une directamente a Dios, mientras
que la humildad dispone a esta unión, ya que somete el hombre a Dios.
Por
lo que el mérito consiste más en la caridad que en la humildad.



(4, Dist., 12, q. III, a. 2)
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Viernes después del Corpus

EL AMOR DE CRISTO

Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta
el fin
(Jn 13, 1).


Por estas palabras se recomienda el profundo amor de Cristo, y esto
por cuatro cosas.

I. Fue preveniente, según aquello de San Juan: No que nosotros
hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero a nosotros
(1 Jn 4,
10.) Y explicando esto, dice: Habiendo amado a los suyos, como indicando
que los amó antes.
Nos amó, es decir, antes de crearnos, pues, como dice la
Sabiduría: Amas todas las cosas que son (Sab 11, 25). Nos amó antes de
llamarnos. Con amor perpetuo te amé; por eso te atraje, teniendo
misericordia
(Jer 31, 3). Nos amó antes de redimirnos.


II. Fue su amor adecuado, porque amó a los suyos:

Se es suyo de diversas maneras; según esto son amados por Dios de
diferentes modos. Se es suyo de tres maneras:
Por creación, y a éstos los
ama conservándoles los bienes de naturaleza: A los suyo vino, y los suyos, por
creación, no le recibieron (Jn 1, 2) Otros son suyos por consagración, como
los que han nacido de Dios Padre por la fe, como dice el Evangelista:
Tuyos
eran y me los diste a mí
(Jn 17, 6.) A éstos los ama conservándolos en los
bienes de gracia.
Otros son suyos por una especial devoción, como se lee en
el Antiguo Testamento:
Hueso tuyo somos, oh David, y carne tuya (1 Paral
11, 1.) A éstos los ama consolándolos especialmente.


III. El amor de Cristo fue necesario, porque amó a los suyos, que
estaban en el mundo.
Pues son suyos algunos que ya estaban en la gloria del
Padre, porque también eran suyos los Padres antiguos, por la esperanza de
ser librados por él. Pero éstos no necesitan tanto de su amor como los que
estaban en el mundo. Y por eso dice: que estaban en el mundo, es decir, con
el cuerpo, pero no con el corazón.


IV. Se recomienda el amor de Cristo como perfecto. De ahí estas
palabras: los amó hasta el fin. El fin de la intención, al cual debe ordenarse
la nuestra, es la vida eterna. Y éste debe ser también el fin de Cristo. Estos
dos fines no son más que uno, porque la vida eterna no es otra cosa que el
goce de Cristo en su divinidad, como dice el Evangelio:
Ésta es la vida
eterna: Que te conozcan a ti solo Dios verdadero, y a Jesucristo a quien
enviaste
(Jn 17, 3.) Según esto dice, pues: los amó hasta el fin, para
conducirlos a sí mismo como fin, o a la vida eterna que es la misma cosa.


El fin de ejecución es aquello que es término de una cosa, y de este
modo la muerte puede llamarse fin. Por eso se dijo: los amó hasta el fin, esto
es, hasta la muerte. No en el sentido de que: los amó sólo hasta la muerte y
no más allá; pues, esto seria falso. Lejos de nosotros el pensar que con la
muerte dejó de amar el que no tuvo fin en la muerte. Otro significado de los
amó hasta el fin
es que el amor hacia ellos les llevó hasta la muerte.



Otra interpretación de hasta el fin es: que habiéndoles dado anteriormente
muchas pruebas de amor, al fin, es decir, muy cerca de la muerte,
les dio señales de mayor amor. No os dije estas cosas al principio, porque
estaba con vosotros
(Jn 16, 5), como diciendo: No fue entonces necesario a
vosotros que yo os demostrase cuánto os amaba, sino al dejaros, para que de
ese modo se imprimiesen más profundamente en vuestros corazones el amor
a mí y el recuerdo de mí.



(In Joan., XIII.)
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Sábado después del Corpus

APARICIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN FIGURA DE PALOMA

Vi el Espíritu que descendía del cielo como paloma (Jn 1, 32).


¿Por qué el Espíritu Santo apareció en figura de paloma más bien que
en la de otra especie?
Para simbolizar las cualidades de los bautizados:

1º) Por la sencillez de la paloma; porque la paloma es sencilla. Sed,
pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas
(Mt 10, 16). Mas
porque el Espíritu Santo nos hace contemplar al que es uno, es decir, a Dios,
nos hace sencillos; por esto aparece en figura de paloma. A la verdad, dice
San Agustín, apareció también en figura de fuego sobre los apóstoles
reunidos, porgue hay algunos que son sencillos, pero tibios; otros son
fervorosos, pero maliciosos.
Para que los bautizados por el Espíritu Santo
abandonen todo dolo, el Espíritu Santo aparece en figura de paloma; y para
que su sencillez no se entibie con la frialdad, aparece en forma de fuego.



2º) Por la unidad de la caridad; pues la paloma tiene el amor ardiente.
Una sola es mi paloma (Cant 6, 8). Para mostrar, pues, la unidad de la
Iglesia, aparece el Espíritu Santo en figura de paloma.



3º) A causa de su gemido, pues el canto de la paloma es un gemido.
Así dice San Pablo: El Espíritu pide por nosotros con gemidos inexplicables
(Rom 8, 26).


4º) Por la fecundidad, porque la paloma es un animal fecundísimo; y
para significar la fecundidad de la gracia espiritual en la Iglesia, el Espíritu
Santo aparece en figura de paloma.



5º) Por la cautela de la paloma. Pues la paloma se posa sobre las
riberas de los ríos, y cuando en ellas divisa al halcón que vuela, se guarda de
él. Sus ojos como palomas (Cant 5, 12). Y como en el bautismo el Espíritu
Santo es nuestra tutela y defensa, convenientemente aparece el Espíritu
Santo en figura de paloma.


Corresponde a la figura del Antiguo Testamento. Así como la paloma,
llevando una rama de olivo verde, mostró una señal de la clemencia de Dios
a los que habían sobrevivido de las aguas del diluvio, así también en el
bautismo, viniendo el Espíritu Santo en figura de Paloma, mostró la señal de
la clemencia divina, que perdona los pecados a los bautizados y les confiere
la gracia.



(In Joan., I).
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