Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga
Publié : mar. 21 mai 2019 17:06
21) ¿Qué queda de la Iglesia de nuestra niñez, de nuestra juventud, de nuestra edad adulta, después de este derrumbe, de esta autodemolición que hemos visto y el mismo Paulo VI ha deplorado en sus audiencias? Nunca creímos en la "nueva primavera", ni en el "nuevo Pentecostés", que nos anunció Juan XXIII. Los "Signos de los tiempos" no eran de optimismo, sino, por el contrario, de un negro, muy negro pesimismo. Los enemigos "colegiados" o en Conferencias Episcopales o en los demoledores activísimos llamados "los expertos" destruyeron la ciencia sagrada de nuestros Santos Padres, Doctores y teólogos de la Iglesia, de la "vieja Iglesia milenaria", para imponernos la nueva teología, made in Germany, de la unidad ecuménica con todas las herejías y con una ostentosa apostasía.
No es necesario poner en naftalina los errores manifiestos de un Concilio, cuya finalidad era el ecumenismo claudicante, el aggiornamento traicionero, la así llamada libertad religiosa. El Vaticano II, con los dos pontificados que lo han hecho deben sepultarse en el abismo y olvidarse. Las esperanzas que tuvieron los destructores de la Iglesia han ido cayendo y seguirán cayendo como hojas secas, arrastradas por el viento del subjetivismo, de la fenomenología, del positivismo, del idealismo, del existencialismo, del historicismo, del relativismo, del modernismo, que han pretendido deshelenizar la Iglesia y poner al día la ciencia sagrada. Con un léxico nuevo, la inmensa literatura preconciliar, conciliar y postconciliar, a la que hay que añadir las audiencias, las encíclicas y los otros documentos de los dos últimos papas, han querido hacer olvidar el lenguaje inconfundible de la Iglesia preconciliar. El progresismo espera cantar triunfante su victoria, cuando no quede de la Iglesia del pasado ni dogmas, ni liturgia, ni moral, ni disciplina; ni templos, ni ceremonias, ni jerarquías, que sólo tienen sentido en una fe que para ellos ha muerto.
Recemos adoloridos el último "réquiem" por una religión, que, por veinte siglos, engañó a la humanidad con las esperanzas de un futuro incierto. Lo que para nosotros hace falta, en estos momentos supremos de martirio, de prueba, de indecibles torturas espirituales, es renovar nuestro amor, nuestra inseparable adhesión, nuestra confianza inquebrantable a la "vieja Iglesia". ¡Santa y única Iglesia de Cristo, a la que hemos consagrado nuestra vida; por la que estamos dispuestos a prolongar nuestro Calvario y nuestra más impresionante agonía! ¡Santa Iglesia de nuestros padres, en cuyos brazos amorosos entregaron sus almas al Señor! ¡Santa Iglesia de nuestro bautismo, de nuestras confesiones, humillantes sí, pero regenerantes, con las que hemos podido alcanzar el perdón de nuestras culpas! ¡Santa Iglesia de aquellas santas alegrías de nuestra Primera Comunión, de tantas Comuniones, en las que hemos recibido a Cristo, hemos recordado la historia de su Sagrada Pasión y Muerte, el alma se ha llenado de gracias y se nos ha dado una prenda de nuestra eterna felicidad! ¡Santa Iglesia de Cristo, en la que un día, el más grande y sublime día de nuestra vida, quedamos indisolublemente unidos al Sacerdocio de Cristo y recibimos aquellos poderes divinos: el poder del magisterio, el poder de la jurisdicción y el poder del sacerdocio, para poder asociarnos con el Divino Redentor en la obra salvífica! ¡Santa Iglesia de Cristo, en la que hemos dejado todas nuestras fuerzas en largos años de servicio, para la salvación de las almas y la gloria de Dios! ¡Santa Iglesia de Cristo, en la que, al terminar yo mi jornada, podré entregar confiadamente, en brazos de Mana mi Madre, mi dulce y piadosísima Madre, mi espíritu cansado en la batalla, pero no vencido! ¡Iglesia de Jesús, yo te amo; yo soy tuyo; yo quiero ser tuyo— así lo pido humildemente y con todas mis fuerzas— en el tiempo y en la eternidad!
¿Acaso el cardenal, arzobispo primado ha sufrido en su palacio, en sus frecuentes banquetes, en sus viajes continuos, en los halagos de sus aduladores, la inmensa amargura, que, con una difamación tan clamorosa, tan infamante y tan injusta ha sumergido en el dolor más indecible mi alma contristada, a imitación de Cristo?
¿Este ha sido el premio con que Miguel Darío Miranda y Gómez ha pagado no sólo mis servicios de cincuenta años, más de cincuenta años, en el trabajo por la Iglesia y por las almas, sino los servicios de las santas generaciones de mis antepasados: arzobispos, obispos, canónigos y santos sacerdotes, que han sido salpicados con la sangre de mi corazón, herido y humillado por Cristo, por su Iglesia, por la fe de mi bautismo y de mi sacerdocio?
Este es el triunfo de Su Eminencia, este es el resultado de sus caluminas y difamaciones; este es el grande
éxito del canciller Reynoso, que espera como premio el obispado. Pero, yo no cambio, porque no puedo cambiar; preferiría la muerte a traicionar a Cristo o a su Iglesia. Ante el tribunal de Dios nos veremos y entonces sabremos quién tuvo la razón.
Puede Luis Reynoso seguir desahogando su pasión de fiera, escribiendo nuevas circulares, en las que
diga: "El fanatismo pseudo-tradicionalista: Injurias, calumnias e insultos: Joaquín Sáenz y Arriaga contra la
verdad y la justicia y el equilibrio: Miguel Cardenal Miranda, Arzobispo Primado de México". . . El servilismo, la adulación y la ruindad más repugnante sirviendo bombones a Su Eminencia Reverendísima, con la esperanza de subir de grado, de monseñor a obispo.
A CONTINUACIÓN... EL CARDENAL JEAN DANIELOU, S. J.
*Nota de Javier: ¡Pobre Padre Sáenz y Arriaga! Usted sí que vio claramente adónde llevaba el supremo engaño del Vaticano 2 y cuál sería el desolador resultado de tantas reformas de inspiración diabólica. ¡Usted fue el único que lo vio todo con claridad! Usted clamó en el desierto, gritó a los demás para que abrieran los ojos ante el gran lobo que iba a engullir a Ntra. Santa Madre la Iglesia, pero los demás no estaban a su altura y fueron almas mediocres y timoratas. ¡Y ahora tenemos lo que nos merecemos! Usted previó con meridiana y pasmosa precisión los desastres y estragos que Montini y su secta infernal iban a causar en todo el orbe. Sus pronósticos se han cumplido totalmente, y hoy en día no tenemos absolutamente NADA. Quienes queremos vivir y morir CATÓLICOS de verdad hasta la muerte estamos obligados a subsistir en el desierto, lejos de la Babilonia herética y apóstata que ha usurpado a la Iglesia, con la sola ayuda del Espíritu Santo, el cual NUNCA nos dejará solos si perseveramos y correspondemos a la divina gracia con nuestra fidelidad.
¡Rev. Padre SÁENZ Y ARRIAGA, RUEGUE POR NOSOTROS!
¡SÁLVANOS, SEÑOR JESÚS, PORQUE PERECEMOS!