LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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LA CARIDAD

Vamos a empezar esta tarde con la explicación de la tercera virtud teologal, la teología de la Caridad, la cual es incomparablemente más sublime y más alta que las otras dos virtudes teologales, la Fe y la Esperanza, las cuales son también importantes, pero es que como la Caridad no hay nada.

Ya verán ustedes qué cosas más divinas, y eso que la pobre Teología nos dice algo, pero es poquísimo, así que lo que podamos decir es lo que vamos a decir también nosotros.

En primer lugar, les voy a hablar de lo que en Teología llamamos la Caridad increada, o sea, la Caridad tal como está en Dios, y después les hablaré de la Caridad creada, o sea, de la virtud de la Caridad tal como está en nosotros. Ese es el orden lógico: primero lo increado, y después lo creado. A lo increado dedicaré dos lecciones, la de hoy y la de mañana. Después empezaremos ya con la virtud de la Caridad, y este año no tendré tiempo más que para tratar la tercera parte, escasamente la tercera parte de la teología de la Caridad. Si después vivo dos años más, pues vendré, y si no, pues el Espíritu Santo lo hará, a mí no me necesita para nada en absoluto. El Espíritu Santo no necesita para nada a nadie, y menos que a nadie a mí. Así que estén tranquilas, hijas mías.

Vean por qué tengo que empezar primero con la teología de la Caridad increada. Les voy a leer un pequeño párrafo del libro Teología de la Caridad, el primer párrafo dice así: "Antes de estudiar la virtud de la Caridad tal como se encuentra y la ejercitan las criaturas, es preciso remontarnos a la Caridad increada, eterna y substancial, tal como se encuentra en Dios. Lo contrario equivaldría a estudiar los efectos sin haber examinado las causas. La Caridad en las criaturas no es efectivamente sino un pálido reflejo, una resonancia infinitamente lejana del resplandor y armonía infinita de la Caridad eterna de Dios".

CONTINUARÁ... (3:21)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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En esta primera parte que dedico a la Caridad increada, les voy a contestar a las cuatro preguntas que se formula Santo Tomás en la Suma Teológica. Son estas cuatro:

1º Si hay amor en Dios
2º Si Dios ama todas las cosas
3º Si Dios ama unas cosas más que otras
4º y último: Si Dios ama más las cosas mejores

Son cuatro puntos interesantísimos.

Hoy voy a desarrollar nada más que el primero: Si hay amor en Dios, y de cuántas maneras hay amor en Dios.

Que hay amor en Dios es una cosa evidentísima. Está en la Sagrada Escritura y es de sentido común. Dios es inteligencia por esencia, la inteligencia infinita, y cuando hay inteligencia hay voluntad también. Dios tiene inteligencia y voluntad. El acto de la inteligencia es entender, es producir, engendrar el Verbo como veremos, y el acto de la voluntad es amar, lo propio de la voluntad es amar. Si Dios tiene voluntad, y es ciertísimo que la tiene, luego Dios tiene amor. Eso es evidentísimo. Y esto por metafísica, simplemente por razón natural, no hace falta ni la Fe para eso. Que Dios es amor, eso se ve por la metafísica. Si tiene voluntad, tiene que tener amor. Dios tiene voluntad, entonces tiene amor.

Vamos a ver ahora que en este amor de Dios se pueden distinguir tres aspectos. No se asusten por lo que voy a decir, porque en el momento de enunciarlo no me entenderán, pero después cuando les explique es posible que sí, es posible que un poquito puede que me entiendan, hijas mías.

En el amor de Dios, tal como existe en Él, se pueden distinguir tres aspectos: el amor esencial, el amor nocional, como decimos en Teología, y el amor personal. Son tres amores, ya verán ustedes, son muy distintos, y sin embargo, van a ver ustedes qué cosa tan sublime.

¿Qué es el amor esencial en Dios? El amor esencial en Dios es aquello que hace que Dios sea amor, Deus caritas est, y eso es común a las Tres Divinas Personas. La esencia es común a las Tres Divinas Personas, es común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Y ese amor esencial de Dios, eso que hace que Dios sea el Amor con mayúsculas, y el Amor infinito, Deus caritas est, eso es el amor esencial, común a las Tres Divinas Personas.

Luego viene el amor nocional. ¿Qué significa el amor nocional? Es el amor que el Padre tiene al Hijo, y que el Hijo tiene al Padre, y del choque psicológico de esos dos amores, del amor del Padre al Hijo, y del Hijo al Padre, brota un torrente de llamas que es el Espíritu Santo. Ese es el amor nocional: el Espíritu santo procediendo del amor del Padre y del Hijo.

Y por último, el amor personal. ¿Qué es el amor personal? Personalmente, sólo el Espíritu Santo es amor, sólo Él, el Padre y el Hijo no, el Padre y el Hijo son amor esencialmente, como ya he dicho, y amor nocionalmente, en cuanto que dan origen al Espíritu Santo, pero personalmente, en cuanto tales personas, el Padre y el Hijo no son personalmente amor, sino sólo el Espíritu Santo. Sólo el Espíritu Santo es personalmente amor, infinito.

Si no me han entendido, hijas mías, yo no sé explicarme mejor. He hecho un esfuerzo enorme de claridad, porque esto es lo más entrañable y lo más profundo de la Teología Dogmática del Tratado "De Trinitate". Se lo acabo de hacer a ustedes en resumen. Aquí está la quintaesencia del tratado dogmático "De Trinitate".

Amor esencial: el común a las tres divinas personas, aquello que hace que Dios sea amor, Deus caritas est.
Amor nocional: el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre que da origen al Espíritu Santo.
Y el amor personal en cuanto a la persona, únicamente y exclusivamente propio del Espíritu Santo.

¿Lo han entendido, hijas mías? Ya verán. Se lo voy a explicar otra vez.

CONTINUARÁ... (7:35)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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Esencialmente. En este sentido, es el acto de la voluntad por el cual Dios se ama a sí mismo. Conviene por igual a las tres divinas personas, porque en Dios la voluntad y los actos de amor y de gozo se identifican con la misma esencia divina, es lo que les acabo de decir.

Segundo. Nocionalmente. En este sentido, denota el origen activo del Espíritu Santo, o sea, el acto de amor con que el Padre y el Hijo se aman mutuamente, dando origen por vía de procedencia o de espiración activa, a la tercera persona divina, que es el Espíritu Santo. En este sentido, el amor conviene al Padre y al Hijo, pero no al Espíritu Santo, que es el término de ese amor. Se llama también amor originante, porque es el amor que da origen al Espíritu Santo en el seno de la Trinidad. ¿Está claro esto, hijas mías?

Y tercero. Personalmente. En este sentido, es el término de esa espiración activa del Padre y el Hijo, es decir, el Espíritu Santo en cuanto persona. Así entendido, el amor en Dios es el nombre propio de la Tercera Persona de la Trinidad y conviene únicamente al Espíritu Santo, y no al Padre y al Hijo. Personalmente.

¿Lo han visto? Si no lo han visto, yo lo siento mucho, pero ya no sé decirlo de otra forma.

Vamos a examinar ahora cada uno de estos tres amores. Ya verán ustedes qué maravilla. Realmente es un misterio que es para volverse loco de alegría.

El amor esencial en Dios. Con este nombre designamos el amor natural con que Dios se ama a Sí mismo infinitamente. Es el amor con el que Dios ama su propia esencia divina. Un amor infinito. Este es el sentido profundo de aquella expresión del Evangelista San Juan, "Deus caritas est". Y Dios dice de Sí, Yo soy el que soy, pero también podría decir, Yo soy Caridad, Yo soy el Amor. Las dos cosas son verdaderas. Yo soy el que soy en cuanto ser, Yo soy Caridad. El amor de Dios esencial. Es el amor vivo en caridad permanente en Dios y Dios en Él, 1ª de San Juan 4:28. Comentando este versículo escribe un gran exegeta: "Dios es Amor, palabra sublime que resume todo lo que el cristiano puede saber del Creador. El amor es el atributo que mejor nos da a conocer la naturaleza de Dios, aquél que Dios ha manifestado mejor a los hombres en la Historia de la Salvación. Es de tal manera representativo, que San Juan no lo considera simplemente como un atributo, claro que no, sino como la expresión de la naturaleza misma de Dios, la esencia misma de Dios." No es algo que Dios tenga, no es un atributo, sino que es Dios mismo, el Amor infinito.

San Juan está por la primacía de la Caridad lo mismo que San Pablo, 1ª de Corintios 8:13. Para conocer a Dios no se necesita ser un gran metafísico, sino poseer la inteligencia de Su naturaleza que es el Amor. Semejante conocimiento está al alcance de toda alma generosa. Y San Agustín, al comentar esta misma sublime revelación, Dios es Caridad, escribe lleno de estupor: "¿Qué más puedo decir, hermanos? Si nada dijera en alabanza del amor en alabanza de todas las páginas de esta Epístola, si nada absolutamente se nos dijera en las restantes páginas de la Sagrada Escritura, y solamente oyéramos de la boca del Espíritu Santo que Dios es amor, nada más deberíamos saber. Ahí está todo".

CONTINUARÁ (11:25)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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Escuchen ahora lo que dice el Padre Garrigou Lagrange, a propósito del amor esencial de Dios:

"Hay necesariamente en Dios un acto completamente espiritual y eterno de amor al Bien con mayúsculas, y ese Bien, amado desde toda la eternidad, es el mismo Dios, la infinita perfección, la plenitud del ser, amado en todo lo que tiene de amable, infinitamente. Este amor no es un deseo o esperanza -Dios no desea ni espera nada porque ya lo tiene todo-, posee desde toda la eternidad el Bien con mayúsculas, el Bien supremo, y se deleita necesariamente en él sin poder separarse del mismo. Dios no es libre para dejar de amarse, porque Su voluntad es el Bien, en Él siempre actualmente amado. Este amor, por su profundidad y su intensidad, merece el nombre de celo, es como una llama ardiente eternamente subsistente -"Yahveh tu Dios es fuego abrasador, es un Dios celoso"-. En el amor con el que Dios se ama a Sí mismo, no hay la menor traza de egoísmo, la menor sombra de egoísmo. Su carácter esencial es el ser infinitamente santo. El egoísmo consiste en preferirse al Bien, ahora bien, Dios es el Bien mismo infinito, y amarse Dios a Sí mismo es lo que constituye Su propia santidad."

Miren ustedes, el amor a nosotros mismos, es el egoísmo, el amor desordenado, porque hay también un amor ordenado y ahora hablaremos de eso, pero el amor desordenado a nosotros mismos es el egoísmo, que es la base y el fundamento, dice Santo Tomás, de todos los pecados. Todos los pecados que cometemos, absolutamente todos, proceden en su raíz del egoísmo, porque nos preferimos a nosotros antes que dar gusto a Dios, y así nos damos el gustazo de pecar, por consiguiente, el egoísmo. Para nosotros, amarnos desordenadamente a nosotros mismos es el pecado número uno, el egoísmo, mientras que en Dios, amarse a Sí mismo infinitamente es el acto constitutivo de Su propia santidad. Lo que en nosotros es pecado, en Él es santidad, porque cuando Dios se ama a Sí mismo, ama el Bien infinito, y eso es la santidad. ¡Qué maravilla!

Por eso, qué estúpidos son, qué imbéciles esos filósofos cuando dicen barbaridades como: "¿Dios? Es el supremo egoísta, todo lo hace por su gloria". ¡No saben lo que dicen, por Dios bendito! Cuando en realidad se trata de la antítesis del egoísmo, lo contrario del egoísmo, la soberana generosidad, la infinita liberalidad, eso es Dios. Todo generosidad, todo para nosotros. Él no se busca para nada a Sí mismo, Él ya lo posee todo, Él se ama infinitamente a Sí mismo, y esa es Su santidad, pero no porque eso le reporte ninguna ventaja cuando nos ama a nosotros, lo hace por nuestro bien. Es el colmo de la generosidad.

"De manera que Dios se ama eterna e infinitamente a Sí mismo, y nada puede amar sino en orden a Sí mismo, y este exclusivismo, que entre nosotros sería un gran desorden y un gran pecado, puesto que somos la nada y el pecado, en Dios constituye por el contrario la esencia misma de Su infinita bondad, Su santidad, porque nada hay ni puede haber más santo y ordenado, que el amor infinito y exclusivo del sumo y eterno Bien, que se identifica con la esencia misma de Dios".

Esta doctrina sublime encierra para nosotros grandes y fecundas enseñanzas prácticas, qué duda cabe.

CONTINUARÁ... (15:35)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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A este propósito, escribe el gran teólogo Comtençon, el cual es un estupendo teólogo dominico del siglo XVII, dice aquí en un parrafito muy bonito que lo copié, el cual dice así:

"En Dios existe una voluntad purísima porque intenta siempre la gloria de la suprema bondad, incluso cuando atiende a otras cosas, cuando se refiere a nosotros. Por lo mismo, cualquier cosa que hagamos es impura y manchada si no la referimos a Dios con toda el alma. El águila distingue a los polluelos legítimos de los espurios por su manera de contemplar el sol; los que miran fijamente al sol y resisten la fuerza de su resplandor sin que se alteren sus pupilas ni aparten sus ojos al costado, ésos son de su propia raza. De manera semejante, las obras justas se miden y pesan por la intención de hacerlas mirando únicamente a la gloria de Dios. De la cual, por poco que se aparten, serán reputadas por nada." Como dice también San Juan de la Cruz.

San Bernardo dice:

"Hiciese Dios todas las cosas para Vos, y por eso el que se busca a sí mismo y a Vos, empieza a ser nada delante de Vos." (Sermón sobre el Cantar de los Cantares)

"Miserables de nosotros, continúa Comtençon, podemos con nuestras buenas obras merecer al mismo Dios, vulnerar su propio corazón, atraernos sus dones, comprar un peso inmenso de gloria, y entregamos todo esto al viento y al humo. ¿No somos acaso unos malos mercaderes? En verdad ignoramos el precio de las buenas obras cuando consagramos al mundo nuestras actividades, como dijo hermosamente el insigne canciller y mártir inglés Santo Tomás Moro: "los hechos buenos y laudables no suele recompensarlos el mundo ingrato ni podría hacerlo aunque quisiera."

Bueno, pues eso es el amor esencial, ese común a las Tres Divinas Personas.

Hablemos un poquito ahora, más detalladamente, del amor nocional. Esto es impresionante lo que van ustedes a oír ahora.

Es el amor con que el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre, y de los dos, brota un torrente de llamas que es el Espíritu Santo.

CONTINUARÁ... (18:07)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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Como ya dijimos, por amor nocional en Dios se entiende el acto de amor con que el Padre y el Hijo se aman mutuamente, dando origen por vía de procedencia o de espiración activa, a la tercera persona divina que es el Espíritu Santo. Este amor conviene por igual al Padre y al Hijo, pero no al Espíritu Santo, que es el término de ese amor. Este amor nocional recibe también el nombre de amor originante, porque es el amor que da origen al Espíritu Santo en el seno de la Santísima Trinidad. Ése es el amor nocional, el cual tienen el Padre y el Hijo, pero el Espíritu Santo no, el Espíritu Santo es el resultado de ese amor originante o nocional, pero él no tiene amor nocional, sino que posee amor personal, como veremos después.

Escuchen, escuchen qué maravilla. Van ustedes a adorar y amar a Dios cada vez más. Y fíjense que hay cosas que debo saltarme, porque se trata de altísima teología dogmática, y me tendría que volver loco para que viesen ustedes claramente todas estas cosas, y no quiero volverme loco todavía, todavía no, pero vean, vean cómo procede el Espíritu Santo, el amor nocional.

El Espíritu Santo, como ya dijimos, es el término del amor nocional en Dios, es el resultado del amor inefable con que se aman mutuamente el Padre y el Hijo, y vamos a ver qué es lo que, haciendo un esfuerzo colosal, los teólogos han acertado a decirnos de ese misterio de Dios. Los ángeles deben de estar riéndose a carcajada limpia, por aquello de San Agustín cuando vio aquel niño que con una concha quería pasar toda el agua del mar a aquel huequecito que había cavado en la arena, y San Agustín le dijo: "¿Cómo te va a caber ahí todo el mar?" y el niño le contestó: "¿Y cómo te va a caber a ti la Santísima Trinidad en esa pobre cabecita?" ¡Y eso se lo dijo a San Agustín! Que probablemente fue la inteligencia más grande que ha habido en el mundo. Pero en fin, haciendo un esfuerzo, sobre todo San Agustín y Santo Tomás de Aquino, porque en materia de teología trinitaria, lo mejor que se ha dicho sobre la Santísima Trinidad y ya no se dirá jamás nada mejor, lo han dicho San Agustín y Santo Tomás. Y les voy a hacer un pequeño resumen de lo que dicen ambos santos, y así y todo, los ángeles deben de estar riendo, pero es que no tenemos otra cosa para explicar este enorme misterio. Escuchen, hijas mías...

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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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"He aquí cómo se verifica esta maravillosa procesión del Espíritu Santo: El Padre, contemplándose a sí mismo desde toda la eternidad, forma o engendra una idea infinita, que Le representa y expresa totalmente, es como Su Verbo mental, una especie de palabra sustancial y viviente en la cual se dice y expresa todo entero. Viendo a este Verbo, imagen perfectísima de sí mismo, reflejada en el espejo limpísimo de la esencia divina, el Padre le ama con un amor infinito y sin límites, y el Verbo que es la luz del Padre, Su pensamiento, Su gloria, Su hermosura, el esplendor de todas sus perfecciones infinitas, devuelve a Su Padre un amor semejante, igualmente eterno e infinito, y al encontrarse la corriente impetuosa de amor que brota del Padre con la que brota del Hijo, salta, por decirlo así, un torrente de llamas, que es el Espíritu Santo, amor único, aunque mutuo, viviente y subsistente, abrazo, vínculo, beso inefable que consume al Padre y al Hijo en la unidad del Espíritu Santo."

Y no sabemos decir más. Es adorable esto, hijas mías, es adorable. Y eso se está verificando en este momento en mi corazón y en el corazón de Dios. En este instante, el Padre y el Hijo, en el corazón de ustedes que están en gracia, se aman inmensamente, infinitamente, y amándose de esta manera, brota ese torrente de llamas que es el Espíritu Santo. ¡Ahora, en cada una de nuestras almas, ahora! Eso es una cosa que fue, y es una cosa que es, ahora mismo. Los místicos lo sienten, lo notan, nosotros no lo notamos, pero aunque no lo notemos, ahora se está verificando el misterio trinitario dentro de nosotros.

"Dios mío, Padre, Hijo y Espíritu Santo -dice el Padre De Reignont, un buen teólogo-, me consentiréis una comparación tomada del más tierno de los amores entre vuestras obras. Yo me imagino dos pequeñuelos gemelos que juegan entre sí y se abrazan a la vista de su madre. A aquella edad que ignora todavía el egoísmo, el amor brota derechamente del uno al otro, y no se oye más que un solo grito de alegría, que sale al mismo tiempo de ambos corazones: "Te quiero", y la madre, íntimo testigo, se regocija con esta palabra, se aman. Dios mío, Padre, Hijo y Espíritu Santo, vuestro misterio es mucho más puro y bello, es un Padre y un Hijo que se dicen mutuamente "Te quiero", y esa exclamación es tanto más única cuanto la virtud de exhalarla viene a la vez del Padre y del Hijo, y este amor es de tal suerte íntimo que es su propio y único testigo, y tan sustancial, que es una tercera persona que los une, la tercera persona de la Santísima Trinidad."

Qué maravilla...

CONTINUARÁ... (24:11)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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Y comentando un poco más abajo, el nombre de ósculo divino, el beso de amor que se dan el Padre y el Hijo, con la tradición cristiana que designa con ese beso al Espíritu Santo, escribe un autor cuyo libro tengo yo en Madrid, y si no lo tienen ustedes tendré que mandárselo, porque es precioso. "La intimidad de Dios" se llama, de Sauvé, un libro maravilloso. Dice, escuchen ustedes lo emocionante que es lo que van a oír:

"Pensemos en el ósculo más puro y tierno, en el beso de la madre a su hijo. ¡Cuántas cosas exquisitas se hallan en este beso! Mejor aún; pensemos en el beso que María, la más pura de las vírgenes y la más amorosa de las madres, daría al Niño Jesús, su Hijo y su Dios, y en el beso que el Divino Niño le devolvería. Pensemos en la unión de aquellas dos almas, en la fusión de aquellos dos corazones... y de aquí, levantemos todavía más el vuelo al contemplar el ósculo y la unión eterna del Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Este ósculo es el Espíritu Santo. ¡Oh ángeles y santos, vosotros que no alcanzaríais a decirnos la ternura y el gozo que había en el beso de María y de su Divino Niño, ¿podríais explicarnos el amor que hay en este ósculo ardiente, viviente, personal, infinito, que es el Espíritu Santo?..."

Qué maravilla...

Miren, los místicos lo experimentan, se vuelven locos con el Cantar de los Cantares, cuyo primer versículo dice:

"Béseme con el beso de su boca"

Cuando Santa Teresa de Jesús oía esto caía en éxtasis, no lo resistía. Cuando notaba en su alma el beso de una monja de Dios con su Dios, caía en éxtasis. Como no lo resistiríamos nosotros si tuviéramos la entraña que tenía Santa Teresa, el grado de perfección al que había subido, y al que podríamos subir, si estamos dispuestos a morirnos y que nos entierren, podríamos subir.

Yo sé, oh espíritu divino, que sois también el ósculo con que Dios abraza al alma y el alma abraza a su Dios, en Vos en donde tiene con ella una comunicación inefable, y una familiaridad que causaba estupor a los santos. Efectivamente, estas realidades sublimes llenaban de estupor y de admiración a los santos, bajo la acción de los dones del mismo Espíritu Santo, que les proporcionaban una inefable experiencia de lo divino, los santos desfallecían de amor, ante estas maravillas que dejan indiferentes a la mayor parte de los hombres, qué tragedia, inmersos como están en la materia, preocupados únicamente por las cosas de la tierra, los corazones mundanos están del todo incapacitados, no ya para sentir, sino incluso para entender estas divina exquisiteces. Ya San Pablo advierte que "el hombre animal no percibe las cosas del espíritu de Dios, son para él locura y no puede entenderlas, porque hay que juzgarlas espiritualmente." (I Cor. 2, 14) Pero el Cielo, la contemplación de estas divinas maravillas, constituirá el fondo sustancial de nuestra eterna y embriagante felicidad.

CONTINUARÁ... (28:38)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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"El Cielo a la vista", les decía esta mañana. El Cielo a la vista, el Cielo es esto.

Bueno, pues ya hemos hablado del amor esencial y del amor nocional, así que vamos a decir ahora unas palabritas sobre el amor personal, que es el tercer aspecto, son tres minutos pero pueden ser diez, da igual.

El amor personal es el propio Espíritu Santo en persona, como ya dijimos, entendido personalmente, el amor en el seno de la Santísima Trinidad es el propio y exclusivo del Espíritu Santo, término de la espiración activa del Padre y del Hijo. Por eso se designa al Espíritu Santo con mucha propiedad diciendo que es el amor eterno e infinito de Dios. Claro.

Y en este sentido, personalmente, sólo el Espíritu Santo es el amor, no el Padre ni el Hijo. El Padre lo es esencialmente, y el Hijo también, y lo son nocionalmente, pero personalmente no, sólo el Espíritu Santo. En este sentido, el Espíritu Santo es, escuchen, escuchen, "el amor subsistente del Padre y el Hijo, que les precipitaría al uno en el otro si, por un imposible, no fuese ya un solo Dios, por naturaleza. El Espíritu Santo, que se puede denominar el corazón del Padre y del Hijo, así como se ha denominado al Verbo el rostro del Padre; el Espíritu Santo, fuego divino, torrente de llamas, así como el Verbo es Luz de Luz, Lumen de Lumine; el Espíritu Santo, o sea, el encanto inefable, viviente y personal del Padre para con el Hijo y del Hijo para con el Padre. Su encanto también con respecto a nuestras almas. El Espíritu Santo, o sea, el atractivo infinito del Padre y del Hijo, y al mismo tiempo el atractivo por medio del cual se unen a nuestra alma, la unción por medio de la cual la mueven y la consuelan, tal cual decimos en el himno Veni Creator. El Espíritu Santo, la alegría, el júbilo inmenso que las dos primeras personas reciben la una de la otra; el Espíritu Santo, su vínculo, su unidad infinitamente íntima, y también su vínculo con nuestras almas; el Espíritu Santo, su beso soberanamente tierno y puro; el Espíritu Santo, la consumación de la vida divina, cuyo centro es el Verbo, en la Encarnación pareciera que Dios se abrió por medio y cayó el Verbo, que es el que está en el centro; el Espíritu Santo, el descanso del uno en el otro, del Padre en el Hijo y del Hijo en el Padre, la paz también y el descanso del alma."

Se me ha ocurrido esta tarde, no sé por qué, pensar que en todo beso, sobre todo cuando es ardiente, se da siempre un chasquido. El beso se lo dan el Padre y el Hijo, ¡y el chasquido es el Espíritu Santo! Es el chasquido del Padre y del Hijo. Los místicos lo sienten, sienten este chasquido.

CONTINUARÁ... (32:10)
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Re: LA CARIDAD (por un Discípulo de Santo Domingo)

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El Espíritu Santo es el Amor en persona.

Es difícil concebir con nuestra pobre inteligencia humana la profundidad insondable de este título, el más propio y peculiar del Espíritu Santo. Nadie fuera de Él es el amor sustancial y viviente. No sería exacto, por incompleto e inadecuado, decir que el Espíritu Santo ama infinitamente, no; es preciso decir que es personalmente el amor infinito, no que tiene el amor, sino que es el amor infinito. El amor constituye todo su ser en cuanto tercera persona de la Santísima Trinidad.

Voy a terminar por hoy con un parrafito de tipo práctico:

"Entre nosotros, el amor viene y va, crece y mengua, pero nunca permanece completamente igual, particularmente el amor que se funda en los sentidos... Si solamente amamos a Dios el día que tenemos consuelos espirituales, eso no es amor, el amor no es eso, hijas mías. Va y viene, y el día que tenemos sequedad, aquel día no hay amor, ¿cómo es posible que no haya amor? Tendría que haberlo y más que nunca aquel día. Pero también el amor grande, verdadero, espiritual, cuántas vacilaciones, cuántos peligros conoce... Si aun el mismo amor divino por el cual lucharon los santos, el amor que como fuerza fundamental fue puesto en nuestro corazón por el Espíritu Santo está sujeto a la misma ley, ¿por qué? Porque en nosotros, el amor, aunque sea una fuerza elevada, santa, ¡nunca es nuestra misma esencia! Tenemos amor pero no somos amor. Esa es la distinción entre nosotros y Dios. Nosotros tenemos amor, pero no somos amor. Acaso se comprenda ahora lo que queramos significar cuando afirmamos que el Espíritu Santo es el Amor, no que tenga amor, sino que es el Amor, en letra mayúscula, el amor en persona, y su ser consiste en amar, que es el amor entre Dios-Padre y Dios-Hijo. No, no se puede comprender, es demasiado grande. Un ser que es completamente amor, solamente amor, amor eterno, amor ardoroso, vehemente e impetuoso, amor sin principio ni fin, sin límites ni confines, cenit continuo, perenne éxtasis divino del amor... esto es el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad. El amor personal de Dios."

Ahora van ustedes a tener una hora de oración mental, con el Santísimo expuesto, con la Santísima Trinidad expuesta, porque ya saben que en el Santísimo está la Santísima Trinidad. Si durante toda la hora no están ustedes en adoración -los esclavitos de Puerto Rico, a la oración mental no la llaman oración, la llaman Adoración, y les tuve que aplaudir cuando me lo dijeron, ¡qué bonito, qué bien dicho! La oración mental tiene que ser Adoración. Estos muchachos están de rodillas durante toda la hora, cual estatuas inmóviles, están en adoración, amando a Nuestro Señor-; bueno, si ustedes durante toda esta hora no están en adoración, si no se pasan la hora diciendo prácticamente, con el corazón y la mente, no hace falta que hablen con la boca, "Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo"... si no hacen esto, si no se enamoran del Trisagio a la Santísima Trinidad que está por encima de otras devociones, las cuales son ciertamente maravillosas, pero el Trisagio lo es aun más, si no hacen esto, ¡mañana me vuelvo a Madrid porque no hay manera de convencerlas!

CONTINUARÁ... (36:29)
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