SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

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Vuelto a Francia para dar cumplimiento a las órdenes del
Papa, reunió a sus discípulos en Prulla ante la imagen de Nuestra
Señora; oraron todos pidiendo las luces del cielo para acertar
en la elección de Regla y constituciones, y optaron por la Regla
de San Agustín, por considerarla la más apostólica (sub sanctis
Apóstolis constituta)
y algunas Constituciones de los Premonstratenses,
por ser de las más rígidas conocidas, como la abstinencia
perpetua, el ayuno desde Septiembre hasta el Sábado Santo
y el uso de la lana en el vestido y en la cama.



A pie, como siempre, regresó a Roma el año siguiente, que
fue el de 1216, contento con la esperanza de ver su Orden confirmada,
pues llevaba cumplidas las condiciones que el Papa le
había exigido; mas he aquí que en el camino oyó decir que el
Papa de sus esperanzas era muerto. Lamentó su pérdida por temer
que el cumplimiento de sus deseos se malograra, o por lo
menos se retardara; y con el alma apenada siguió su camino a la
ciudad eterna, donde supo la elección del nuevo Papa, que lo era
Honorio III, al cual halló ocupado en muy graves negocios referentes
a Tierra Santa y en la coronación del emperador de Constantinopla
y de Violante su mujer.



Mientras se desocupaba el Vicario de Cristo de sus más urgentes
asuntos, el santo se dio a procurar el bien de las almas,
como era su costumbre, orando de noche en las iglesias y por el
día convirtiendo pecadores, alentando a los justos y obrando portentosos
milagros. Seguíanle las gentes, admirábanle los Cardenales
y todos acudían a él en busca de consejo y de consuelo; lo
cual sabido por el Sumo Pontífice, no tardó más en confirmar su
Orden, no en una sola bula, sino en dos, fechada el mismo día,
que fue el 22 de Diciembre del dicho año de 1216, en una de las
cuales, sumamente breve, para que pudieran los Religiosos llevarla
consigo y presentarla a quien les pidiese cuenta de su persona
y ministerio, los llama el Papa campeones de la fe y lumbreras
del mundo,
y les da el título de Frailes Predicadores, confirmado
por los demás papas sucesivos. (Sépanlo ciertas personas).



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

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Más que un guerrero que ha ganado batallas y conquistado
reinos, volvió Santo Domingo lleno de júbilo a Francia, donde
amantes y ansiosos le esperaban sus hijos, y leídas las dos bulas
por las cuales se les nombraba Predicadores del reino de Dios
en toda la tierra, después de recibir su profesión en Prulla, cuna
bendita de la Orden, a los pies de la Madre de Dios, el Santo, en
un momento que recordaba el de Jesús distribuyendo sus Apóstoles
por todo el mundo con su propia potestad en el cielo y en
tierra, arrodillados los nuevos Dominicos ante la Virgen y ante él,
dándoles su propio espíritu, sabiduría, celo y fortaleza, los mandó,
cual si fuera señor de los espacios y de los tiempos, por toda
la haz de la tierra, a predicar el reino de Dios, «a dar testimonio
de la verdad»,
a reconquistar para Jesucristo las gentes todas que
el Padre de los cielos le había dado y el enemigo de las almas le
había arrebatado. Como a la Sma. Virgen después de Dios debía
él su vocación, sus gracias y la misma institución de su Orden,
y a ella debía, debe y deberá siempre el pueblo cristiano el don
de la fe, de la perseverancia y de la vida eterna, al despedirlos
por el mundo los puso bajo el manto de tan amorosa y poderosa
Madre divina, diciéndoles: «Id, hijos míos, por las naciones, y a
los cristianos y a los infieles predicadles el Evangelio de la paz;
que amen a Jesucristo y a María Virgen».



Fueron por de pronto enviados unos a la capital de Francia,
otros a España, otros a Italia, con orden de predicar y fundar
conventos y formar pronto legiones que bastaran para recorrer
las tierras todas conocidas. Y las formaron, en efecto, en número
y calidad admirables, cuales se vieron aparecer en Europa, en
Asia y en África, predicando la fe y muriendo por ella, entre variados
y cruelísimos tormentos. Murieron pocos años después
Fr. Pablo de Hungría con más de noventa Religiosos a manos de
infieles en tierra de Cumanos: unos degollados, otros asados y
otros empalados. Murieron en Dalmacia, a manos de los turcos,
otros treinta y dos, echados al agua, cuya gloria por muchos
tiempos quiso mostrar el Señor, pues cada año, el día de su martirio,
aparecían sobre el agua donde habían sido arrojados, treinta
y dos hachas ardiendo con extraña luz venida del cielo. Murieron
en otro convento de aquella región con el Prior otros veintiséis,
empalados también por los turcos. Murieron en Sandomir con
Fr. Sadoc cuarenta y ocho degollados. A Fr. Nicolás de Hungría,
inquisidor, le desollaran como a San Bartolomé. A Fr. Berenguer,
arzobispo de Colonia, le abrieron el costado con una lanza.
Fr. Juan de Hungría fue primero apedreado y después degollado
por sus mismos súbditos, cuyo inquisidor y obispo era. A Fr. Boninsegni
le partieron con una sierra de la cabeza a los pies.
Muertos de distintos martirios fueron por aquellos años los inquisidores
Fr. Conrado de Alemania; en Aviñonet, Fr. Guillermo,
Fr. Bernardo y Fr. García; San Pedro de Verona y Fr. Domingo
su compañero; Fr. Ponce en Urgel, y tantos otros que las historias
nombran, en diversas partes del mundo, donde predicaban la fe
a los infieles, o la defendían contra los herejes y apóstatas, señaladamente
los albigenses y maniqueos.



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Message par InHocSignoVinces »

En busca de igual muerte quiso Nuestro Padre ir a tierra de
los infieles Cumanos, porque sus hijos tuvieran a quien seguir
dando la vida por Cristo, y para lograrlo rogó a los Padres que le
aceptaran la renuncia del cargo de Maestro General de la Orden;
pero disuadido de este propósito se fue a la capital del mundo
cristiano, donde el Señor le quería para servicio de la Santa Sede,
y utilidad de su naciente Orden. Allí en Roma fue donde entonces
resucitó a tres muertos, uno que era sobrino de un cardenal,
el cual había sido arrojado a tierra y arrastrado por un caballo
desbocado, quedando, no sólo muerto, sino además destrozado;
otro, que trabajando en el convento de San Sixto, había sido
aplastado por los escombros; y otro, que era un niño, hijo único
de una viuda. Había muerto este niño mientras su madre se hallaba
fuera de casa oyendo predicar al Santo. Como a su vuelta
viera al hijo sin vida, mandó a una criada que lo tomara en brazos
y la siguiera. Fueron a San Sixto, donde el Santo se hallaba
dirigiendo las obras del convento. La pobre madre pone al muerto
a los pies del Siervo de Dios, y rompiendo en sollozos le ruega
que le devuelva la vida, porque no tiene más hijos que aquél.
Llora también el Santo con la pobre madre, porque tenía él corazón
más que de madre, se retira un momento, clama al Señor
a solas, vuelve, le hace al muerto la señal de la cruz, y se lo entrega
a su madre vivo, sano y sonriente. A la fama de estos portentos
Roma se conmueve y en pocos días piden al Santo que los
reciba en su Orden no menos de cien sujetos, insignes en letras
y nobleza.



Valido de esta fama y de este poder de taumaturgo, quiere
el papa que reúna en un solo convento todas las monjas que
vivían y callejeaban en Roma. Lo logra el Santo, haciéndolas
todas dominicas y, como hijas de tal santo, santas, testigos de no
pocos de sus prodigios, partícipes de sus maravillas, y amadas
como puede serlo la más cariñosa hija de la más tierna madre.
A ellas hacía beber del vino milagroso que él multiplicaba; a
ellas les contaba las más lisonjeras visiones con que Jesús y María
le regalaban, y para ellas desde España llevaba cucharas de
boj, gozándose en el gozo que sus hijas tendrían con tal regalo
de su padre. Entre ellas estaba aquella Sor Cecilia que no perdía
palabra ni gesto de tan dulce padre, para luego contarlos y dejarnos
la descripción de su persona y los principales hechos obrados
en Roma; y estaba también allí aquella monja de tan envidiable
nombre, Sor Amada, que juntamente con la anterior y con la
Condesa de Ándalo, la boloñesa Sor Diana, unidas vivirían en
Santa Inés de Bolonia, unidas se verían en el mismo sepulcro y
unidas las veneramos hoy en los altares.



A la reja de su convento de San Sixto les contó el Santo Padre
aquella más embelesante visión con que Jesús regaló sus
ojos e hinchó de júbilos su corazón: la visión de sus hijos e hijas
cobijados junto al corazón de la Virgen, debajo de su manto, en
el cielo.



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

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Durante el tiempo que Nuestro Padre permaneció en Roma,
los forasteros que allí acudían, atraídos por su fama, iban a oírle,
y ya unos, ya otros, terminaban por arrojarse a sus pies pidiéndole
ser de su Orden. Tales fueron, entre otros muy esclarecidos
en letras y virtud, el Beato Reginaldo, famoso doctor de París
y decano del Cabildo de Orleans, y los santos Jacinto y Ceslao
de Polonia. Antes que Reginaldo entrase en la Orden quiso cumplir
la promesa de visitar los Santos Lugares en compañía de su
obispo, a lo cual no se opuso Santo Domingo; mas le sobrevino
una muy grave fiebre, según juicio de los médicos, mortal. Lo
sintió mucho el Santo y clamó a la Santísima Virgen una y muchas
veces que le librase de la muerte, y lo mismo hacía el enfermo,
movido del deseo de vivir y morir en la Orden. Y he aquí
que entra en el aposento de Reginaldo la Sacratísima Reina del
cielo entre grandes resplandores, acompañada de otras dos bienaventuradas
vírgenes, que se cree fueran Santa Cecilia y Santa
Catalina mártir. Llegadas las tres al enfermo, la Madre de Misericordia
le consoló, y dijo: «Vengo a ver lo que quieres; dímelo
y te lo daré».
Cortóse Reginaldo, y no sabía qué hacer o decir;
mas una de aquellas santas que con la Virgen venían le dijo:
«No pidas cosa alguna; déjate todo en sus manos, que muy mejor
sabe ella dar que tú pedir».
Siguió el enfermo este consejo
y así respondió a la Virgen: «Señora, nada pido; no tengo más
voluntad que la vuestra; en vuestras manos me pongo».
Extendió
entonces su mano la Sagrada Virgen, y tomando del óleo que
traían para este efecto aquellas sus criadas, ungió a Reginaldo de
la manera que suele darse la extrema unción. Tan gran eficacia
tuvo el contacto de aquellas sagradas manos, que súbitamente
quedó sano de la calentura y tan convalecido de fuerzas corporales,
como si nunca hubiese estado enfermo. Y lo que más es, que
con aquella soberana merced se le hizo otra mayor, que fue librarle
para siempre de toda tentación de la carne. Después de
haberle ungido, la misma Señora le mostró el hábito blanco y
escapulario que habían de vestir él y todos los Dominicos, diciéndole:
«Este es el vestido de la Orden en que prometiste entrar».
Y en el mismo punto desapareció, dejando al enfermo enteramente
sano y contento. Todo esto lo estaba viendo Santo Domingo
desde su convento, por cuyas oraciones lo hacía la Serenísima
Virgen, y así, cuan apresurado se mostraba Reginaldo por entrar
en la Orden, otro tanto y más estaba el Santo por recibirle; pues
la aparición de Nuestra Señora con el nuevo hábito se había repetido
estando juntos el Santo y Reginaldo, más otro Religioso
hospitalario, que solía contar esto muchas veces. Vistió, pues,
Nuestro Padre al decano de Orleans aquél hábito blanco y capa
negra que la Virgen había escogido, y con mucha presteza mandó
quitar a todos sus frailes las sotanas y sobrepellices de canónigos
regulares que usaban, y los vistió, sin dejar de ser canónigos,
de hábitos y escapularios blancos con los mantos negros de lana,
y pobres; y esto mismo, de acuerdo con el papa Honorio, mandó
que hicieran las Religiosas de Prulla y las de San Sixto con todas
cuantas en lo venidero entraran en la Orden. No hubo en esto
diferencia alguna entre las Religiosas, fuesen legas o fuesen de
coro, sino que todas vestirían escapulario blanco, sin más distintivo
que el velo, negro para las de coro y blanco para las legas.
Por esto en las Constituciones se dijo: «Ni el hermano converso
llevará escapulario blanco, ni la hermana conversa velo negro».

No llevaría blanco escapulario el hermano converso, porque era
negra la capucha, la cual con el escapulario formaba una sola
pieza. No corría esta razón para las hermanas de obediencia,
porque cuanto les cubre la cabeza blanco es. Por esto en todo
tiempo y lugar, aunque han pasado siete siglos, han vestido
siempre de blanco las llamadas asimismo «Religiosas de velo blanco",
y no de escapulario negro.


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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Message par InHocSignoVinces »

Acreditada y consolidada la Orden en Roma, vino a España
nuestro Santo Patriarca a fundar conventos, confiando, como era
muy justo, en la ayuda de su pariente el rey San Fernando y de
su protegido el rey D. Jaime de Aragón. Fue esto por el año de
1218. Hacía quince años que había salido y andaba fuera de su
patria, y aunque los santos pongan por encima de todas la patria
del cielo,
pecarían si más que ninguna otra de la tierra no amaran
a la que les dio la sangre, el nombre, la vida natural.
Las tradiciones
de algunas ciudades y los monumentos de otras nos hacen
saber que visitó Barcelona, Lérida, Zaragoza, Guadalajara,
Madrid, Segovia, Palencia (la querida ciudad de sus años juveniles),
Burgos, Caleruega, Osma, Compostela, León, Zamora, Salamanca,
Toledo, Pamplona, dejando fundados en algunas de ellas
conventos, que por la virtud de su presencia y bendiciones fueron
semilleros de santos y academies de sabios.
En Segovia, donde
más se detuvo, se obraron maravillas que le colocan entre los
más admirables santos del cristianismo. Había allí, y hay, una
cueva digna desde entonces de que sus piedras del suelo y las
de sus paredes sean con amor, devoción y reverencia besadas
por todos los fieles, y más por los españoles, y más todavía por
todo el que llevando hábito blanco sienta una sola emoción de
filial cariño.
¡Peñascos benditos, teñidos en la sangre más noble,
más pura, más santa, que ha corrido por venas españolas! ¡Oscuridades
sagradas de caverna, que tantas veces fueron convertidas
en resplandores de cielo! ¡Silencio venerando de soledad, tantas
noches quebrantado por los golpes de sangrienta disciplina y por
los suspiros salidos del pecho más acongojado y más abrasado
que podemos pensar! ¡Huerto de los Olivos, cárcel y Calvario de
los más tremendos suplicios! Porque es sabido, lo dicen las historias,
lo representan antiguos lienzos, lo ponderan mil almas
devotas, entre ellas la gran Teresa de Jesús, que allí padeció,
Nuestro Padre toda la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo,
no únicamente las llagas de manos, pies y costados, como
muchos otros santos, sino las agonías del Monte Olivete, la violenta
prisión y conducción entre forajidos de tribunal en tribunal, bofetadas,
salivas, escarnios, corona de espinas, azotes, cruz a cuestas,
desnudez, crucifixión y muerte en el madero, todos los pasos,
en fin, y tormentos de Jesús, por obra y odio, no de verdugos
humanos, sino de los mismos demonios. Como concedió el Señor
a Santa Catalina que no quedaran visibles sus llagas ante los
ojos de los mortales, tampoco aparecían en el cuerpo del Santo
estas sus llagas; pero refieren los historiadores Flaminio y Malvenda
que alguna vez, mientras celebraba, le fueron vistas las
del rostro y de las manos.



Sobre esta sangrienta pasión escribió un poeta antiguo:

Praeterea Domino Pendenti in stipite vivo
compatiens, lacrymis pallida et ora rigans,
hac sub rupe crucis totus liquefactus amore,
stigmata per totam sensit acerba cutem.



No se dice que recibió las llagas solamente en pies, manos y
costado, como se refiere de muchos otros santos, sino en todo su
cuerpo, como las recibió Nuestro Señor de pies a cabeza, según
había dicho el profeta: A planta pedís usque ad verticem non
est in eo sanitas.



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La cueva donde Santo Domingo de Guzmán revivió la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en Segovia (España)
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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Message par InHocSignoVinces »

Con sus tormentos mereció Jesús la redención del mundo, todas
las gracias de santificación de millones de almas y las coronas
de gloria para sí y para todos los elegidos. Con su pasión y
muerte mereció Santo Domingo, a semejanza de Jesús, la santidad,
la sabiduría, el apostolado incomparable, el celo y entereza
inquebrantables, el amor insuperable a la Iglesia, de sus hijos y
de sus hijas: la sabiduría de Santo Tomás, el soberano entre los
príncipes del saber; la grandeza apostólica de San Jacinto y de
San Vicente Ferrer; las brasas de amor de San Enrique Susón y
de Santa Catalina de Sena; las divinas llagas de Santa Catalina
de Ricis y de más de cien otras estigmatizadas; y los ardores eucarísticos
jamás vistos de la Santa niña Imelda; y las oleadas de
océano de elocuencia del Venerable Granada; y las energías indomables
de San Pío V; y todo ese conjunto de sagrada ciencia,
de valor sin quebrantos, de celo por la verdad y la justicia, de
desprecio a la muerte, prendas todas reunidas en los grandes
inquisidores con que la Orden defendió, cual nadie, a la Iglesia
de Cristo Nuestro Señor. ¡Cuánta maravilla obrada en aquella
cueva bendita, fuente de los jardines dominicanos, pozo de aguas
vivas que brotan impetuosas de las llagas abiertas en todo el
cuerpo de Nuestro Padre Santo Domingo!



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Message par InHocSignoVinces »

El año de 1219 volvió el Santo a Italia pasando por Prulla
donde había dejado a sus primeras hijas, y por Tolosa, donde
había fundado el primer convento de sus hijos. En Bolonia celebró
el año de 1220 el primer Capítulo General de la Orden, en el
cual se mandaron pocas, pero muy importantes cosas, cuales fueron
el que la Orden no tuviese posesiones, que las Constituciones
no obligaran a pecado, y que se celebrasen todos los años los
Capítulos Generales, un año en Bolonia y otro en París. Después
de esto, el humildísimo Santo rogó que le admitieran la renuncia
de su cargo de Maestro General de la Orden; ruego que aquellos
santísimos varones oyeron con lágrimas y desecharon con amor
de hijos.



En 1221 se celebró el segundo Capítulo General, y en él, para
mejor gobernar los conventos que en Europa se iban fundando,
se resolvió dividir la Orden en ocho Provincias con sus propios
Provinciales, que fueron las Provincias de España, de Tolosa, de
Francia, de Lombardía, de Roma, de Alemania, de Hungría y de
Inglaterra, y fueron nombrados Provinciales, Fr. Suero Gómez,
de España; Fr. Bertrán de Garriga, de Tolosa; Fr. Mateo, de Francia;
Fr. Jordán, de Lombardía; Fr. Juan, de Roma; Fr. Conrado, de
Alemania; Fr. Pablo, de Hungría; y Fr. Gilberto, de Inglaterra.



Los milagros que el Santo obraba dentro y fuera de los conventos
eran cada día más frecuentes, ya haciendo bajar ángeles
que servían la comida a los Religiosos, ya atrayendo a la Orden
con sus oraciones a los más granados y celebrados sabios, ya
multiplicando los panes y el vino, ya curando a enfermos incurables.
A la vez que menudeaban los milagros, se daba aún más a
la predicación, como quien, viendo su fin próximo, se apresuraba
a terminar su obra apostólica.



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Message par InHocSignoVinces »

Por el mes de julio de dicho año 1221, orando el Santo en la
iglesia de Bolonia, un ángel baja del cielo y sonriente le dice:

«Ven, amigo querido, a los gozos eternos". Con voz entrecortada
por el amor y el gozo da gracias al Señor y a su mensajero, y se
prepara para ir pronto al banquete a que es convidado. Fue a
Venecia a despedirse de su amigo y protector el cardenal Ugolino
(que muy pronto le había de canonizar), y en el viaje, hecho
a pie según costumbre, fue parándose en los pueblos y llamando
por última vez a las almas al reino de Dios. Jamás sus conocidos
le habían oído predicar con tan ardiente fervor. Parecía salírsele
el alma por los labios, y sus palabras eran flechas que punzaban
y abrasaban. Veíase a las puertas del cielo y como queriendo
llevar consigo a las almas todas.
Tales esfuerzos apostólicos, los
calores del estío en los caminos, y más que aquellos calores de
afuera los ardores de su amor encendido con la promesa de la
próxima gloria, produjéronle en el cuerpo un desmayo y una fiebre
que fue para todos pronóstico de su cercana muerte.



Habiendo vuelto a Bolonia muy cansado, se puso aquella noche
a tratar con el Prior, que era Fr. Ventura de Verona, y con el
procurador Fr. Rodulfo de Faenza, de las cosas de la Orden y de
lo que habían de hacer cuando él muriese. Y siendo ya cerca de
media noche, diciéndole ellos que se fuera a reposar, como tan
fatigado que estaba del viaje y de los calores caniculares, no
quiso sino ir a Maitines y proseguir la oración, según era su costumbre,
hasta Prima, en que, dándole un grandísimo dolor de
cabeza, con calentura muy alta, se fue a echar sobre un jergoncillo
de paja. Creció la enfermedad con gran flujo de sangre y
muy fuertes dolores, y con todo eso reía y se alegraba de ver se
le llegaba la hora tan deseada de abrazar a Dios.



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

Message par InHocSignoVinces »

Resolvieron los médicos hacerle mudar de aires, por ver si
podían atenuar la gravedad del mal, y bien que el Santo estaba
seguro de que no se aliviaría, porque era llegada su hora, obedeció
a los médicos y así le llevaron a una ermita llamada de Nuestra
Señora del Campo, lugar muy fresco, distante una milla de la
ciudad. Mas como el mal fuese empeorando y el capellán de la
ermita se dejase decir que si allí moría el Santo no permitiría que
le sacaran de su iglesia, llamó al Prior, que fue luego con otros
Padres, a los cuales hizo un tal razonamiento, que todos prorrumpieron
en llanto. Preguntándole uno de ellos dónde quería ser
enterrado, con acento de autoridad y suma humildad, respondió:
«A los pies de mis hermanos»; y mandó que inmediatamente le
llevaran al convento. Le acomodaron lo mejor que pudieron en
una silla,, temiendo no se les muriese por el camino, y así lo trasladaron
al convento. Y porque jamás había tenido celda propia,
pues pasaba las noches en la iglesia y los días predicando, se hizo
poner en la del célebre Padre Moneta, santo y sabio de los mayores
de aquel tiempo. Creciendo el mal por momentos, hizo llamar
a los novicios y los exhortó al agradecimiento al Señor por haberlos
traído a la religión, y a la fidelidad en corresponder con
la perfecta observancia a tan inestimable beneficio.
«Si queréis,
les dijo, ser respetados y bien queridos en los pueblos, sed amantes
de la pobreza; y si deseáis que vuestras palabras penetren en
los corazones, si queréis ser verdaderos predicadores, guardad
vuestra alma de toda impureza. Orad, estudiad, amaos, predicad
por todas partes el reino de Dios».
Llamó después al Padre Prior
y, en presencia suya y de doce Padres los más graves, entre ellos
el Beato Juan de Salerno, que de Florencia había corrido por
asistir al amadísimo enfermo, hizo en voz alta confesión general
de toda su vida, que si para él fue acto de gran humildad, por
creer ofensas de Dios lo que más bien eran méritos, para los
Padres fue una manifestación de los tesoros de virtudes y gracias
que en toda su vida había acumulado. Todos quedaron asombrados,
consolados y edificados al ver que en los cincuenta y un
años de su vida no había perdido la inocencia bautismal. Una
cosa dijo que, por evitar no recta interpretación, se encargó más
tarde que no se consignase en su vida, y fue el manifestar que,
a pesar de no haber empañado en lo más mínimo su virginidad
de cuerpo y de alma, le había agradado más hablar con cierta
clase de personas que con otras. ¿Por qué? Por aquello que dicen
los filósofos, que el semejante busca al semejante: el virgen prefiere
a las vírgenes; la paloma a las palomas y no a los buhos.

Encareció, sin embargo, el purísimo santo a sus novicios que
para mantener pura la mente y también la reputación, huyeran
de la familiaridad con las mismas personas de vida limpia.



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Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

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Como hizo aquella ejemplarísima manifestación de que conservaba
su virginidad sin mancha, creyó luego que podría esto
tener viso de vanidad, y llamando aparte al Venerable Moneta,
se acusó de esta supuesta falta.
Dio orden de que le llevasen el
santo viático y se preparasen para hacer la recomendación del
alma. Se pusieron los Religiosos de rodillas, queriendo empezar
los salmos y letanías. El Santo les dijo que esperasen un poco, y
les empezó a hablar lo mismo que Jesús la noche de la Cena a
sus discípulos: «Amaos, amaos los unos a los otros. Este testamento
y esta herencia os dejo con la bendición de Dios y la mía.
Sed humildes, sed pobres, sed castos».
Se acercó llorando el
P. Ventura a él, y le dijo: «Padre mío, mirad cuáles nos dejáis a
todos, cuan desconsolados y huérfanos. Acordaos de nosotros
cuando estéis en la gloria de Dios»
.
Alzó entonces el Santo moribundo
los ojos al cielo, y juntas entrambas manos dijo: «Señor
mío, Vos sabéis cuan de buen grado os he procurado servir cuanto
podían mis pocas fuerzas. Con las mismas he entendido en
enseñar y guardar a vuestros hijos y míos. Ahora, Padre mío misericordiosísimo,
en vuestras santas manos los dejo. No tengo a
quien encomendarlos sino a Vos, que como su Padre y Señor los
miréis, defendáis y conservéis».
Y volviéndose luego a los Religiosos,
que lloraban oyendo y viendo morir a su Padre, les dijo:
«Tengo esperanzas en el Señor que después de muerto os he de
ser más provechoso que vivo. No puedo olvidaros; dentro de mi
alma os llevo. Allá os ayudaré más que acá».
En esto las congojas
de la muerte le iban apretando tanto, que su rostro se cubrió de
un sudor frío, y Fr. Rodulfo se llegó a la cabecera de la cama con
una toalla a limpiarlo, teniéndole con las manos la cabeza hasta
que expiró. Pero no fueron parte las ansias que tenía para perturbarle
el juicio, y así mandó a los Religiosos que empezasen la recomendación
del alma. No se puede encarecer la devoción, el sentimiento,
las lágrimas, con que todos aquellos santos hijos comenzaron a
recomendar el alma de su santísimo Padre que delante de sus ojos
moría. Cuando decían aquella devotísima oración:
«Socorred,
santos de Dios, salid al camino, ángeles bienaventurados, recibid
su alma y presentadla en el acatamiento del Altísimo»,
en acabando
de decir estas palabras salió aquella bienaventurada alma
de su cuerpo, y los santos ángeles cumplieron su oficio de llevarla
acompañada a los brazos del Señor. Un santo de la Orden de los
Menores le vio sobre Angeles y Arcángeles, sobre Tronos y Do-
minaciones, en el coro mismo de los Serafines (1). Un Bienaventurado
pintor, de quien dicen que pintaba lo que veía en el cielo,
en un célebre cuadro de la resurrección de los muertos y gloria
de los santos, le colocó el primero después de los Santos Apóstoles,
primicias de Jesucristo y del Espíritu Santo (2). Otra santa
alma, muy celebrada en España, afirma que es nuestro Padre en
el palacio del Rey de la gloria lo que los Grandes de España, Caballeros
de la Llave de Oro, en el Palacio de nuestros reyés (3).



CONTINUARÁ...


(1) El B. Nicolás Factor, en la muerte de San Luis Bertrán (Véanse Antist y Diago),
(2) El B. Angélico.
(3) La Venerable doña Marina de Escobar (en su Vida).
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