"SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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Mucho habría que decir sobre esta denominación y clasificación, que tienen evidentemente un sentido y un
origen comunizante, tendiendo a crear en nosotros un complejo de inferioridad y dependencia. Sin embargo,
hay pueblos materialmente ricos y desarrollados que espiritualmente son pueblos hambrientos y decadentes;
mientras que, por el contrario, hay pueblos pobres, que tienen, en su pobreza material, un rico caudal de vida
cristiana, de valores espirituales y culturales, que compensan con mucho su escasez de bienes materiales.

Este fenómeno se puede comprobar en las mismas comunidades religiosas: mientras hay en ellas pobreza y
espíritu de pobreza, hay observancia regular y virtudes sólidas de la vida cristiana;
pero todo esto se pierde,
cuando la abundancia de los bienes materiales y la codicia de aumentarlos apaga en las almas la vida interior.

El comunismo explota la pobreza de los pueblos "subdesarrollados" para justificar su demagógica propaganda
y sus secretas y funestas infiltraciones, con las que va gestando la lucha de clases, las guerrillas, los odios
internacionales y las revoluciones sangrientas, por las que logra apoderarse del poder, y establecer, al fin, su
odiosa tiranía sobre los pueblos esclavizados.


Es un fenómeno curioso e innegable: hay más comunismo en los pueblos ricos, que en los pueblos pobres;
como hay más comunismo en las clases más cultivadas que en las clases ignorantes y menos preparadas.
Hay más comunismo en Italia, en Francia, en los Estados Unidos, que en los pueblos de América Latina, a pesar
de la promoción intensa que los curas extranjeros y los obispos, siguiendo las consignas de la "mafia" judía
han estado esparciendo en todas partes.
En los pueblos ricos, la infección es interna; cunde insensible y
progresivamente y va estabilizándose en leyes y "estructuras sociales" que, destruyendo los derechos de los
individuos y paralizando la iniciativa privada, impone, al fin, el estatismo insaciable que no es sino el socialismo
y la esclavitud del Comunismo. En los pueblos subdesarrollados de América Latina el Comunismo ha sido
importado desde fuera, con dirigentes extranjeros y con dinero, mucho dinero, también extranjero.


Y, sin embargo, pese a que somos pueblos subdesarrollados; pese a que las infiltraciones han invadido las
esferas oficiales; pese a la libertad de las guerrillas; pese a la libertad que tiene la subversión y a las
restricciones, que tienen las defensas legítimas; pese a las facilidades que inundan a la "izquierda
comunistoide"
en todos los medios de Comunicación social y las dificultades que se oponen a la "derecha", en
todas esas fuentes de información y propaganda, podemos decir que los "subdesarrollados pueblos de
América Latina"
han estado dando la batalla con más vigor y con más éxito, que esos pueblos enriquecidos y
poderosos, que, en un gesto de compasión humana, quieren ahora estructurar nuestras instituciones políticas
y sociales.


No obstante las tangibles desigualdades sociales, consecuencia inevitable de las desigualdades individuales y
étnicas, el comunismo no brotó espontáneamente en nuestros pueblos latinoamericanos, ni encontró en ellos
el terreno propicio para arraigarse y crecer. Kerensky lo dijo: "El carácter independiente y la idiosincrasia de los
iberoamericanos están haciendo imposible —y lo harán en el futuro- la penetración comunista en el
Continente".
Los casos trágicos de Cuba y Chile, los casos lamentables del comunismo oficial y descarado,
comprueban una vez más la experimentada verdad de otra afirmación del mismo Kerensky: "No es posible
establecer un régimen comunista sin terror".
Sería, sin embargo, grave error y una falta de visión estratégica
pensar que nuestro carácter independiente y nuestra idiosincrasia son un preservativo seguro y una barrera
infranqueable contra los peligros que encierra el comunismo.


Hay, en nuestros días, gracias a la pastoral de conjunto del progresismo, un engaño lamentable y común, en el
que han incurrido aun las inteligencias superiores. El comunismo, dice, ya pasó a la historia. Ni en Rusia, ni en
la misma China hay un comunismo verdadero. Estamos superando esas crisis pasadas, y el mundo tiende
hacia una nueva estabilidad. Es indudable que en los cincuenta y tantos años, que tienen de vida la tiranía y la
expansión comunista, éstas han tenido diversas adaptaciones, según las circunstancias lo han requerido. No
estamos ya en los tiempos de los frentes populares, ni de las purgas de Stalin. Pero, no obstante esas
modificaciones sucesivas de táctica, el comunismo, —ya lo dijimos antes— no ha perdido, sino más bien ha
acrecentado su peligrosidad en la realización progresiva de sus programas conquistadores. La reciente
expulsión de la China Nacionalista de la ONU, para dar entrada a la China Comunista en esa asamblea, es
una prueba decisiva para comprobar la influencia de la "mafia", en todos esos movimientos de implantación
del comunismo.


¿Qué busca el comunismo? Después de las experiencias pasadas, ya nadie habla de establecer la dictadura
del proletariado. Se habla más bien de un mundo nuevo, de un humanismo integral, de una humanidad
homogenizada, en la que todos los pueblos y todos los individuos puedan gozar igualmente los bienes de este
mundo. Para la realización de estos bellos ideales es necesario que el individuo se sacrifique por la
colectividad y que, en el concierto armónico de los pueblos, todos tengan iguales derechos, iguales bienes,
iguales responsabilidades. Se impone una nueva estructuración del mundo, en la que todas las fuerzas
converjan para desterrar el hambre, las dolencias y las desigualdades sociales y raciales.
Sólo el judaísmo
gozará el privilegio del dominio mundial.



Un programa tal, no podría llevarse a cabo con las viejas normas del derecho. El concepto mismo de la
propiedad privada, especialmente el de los medios de producción, está anticuado y es necesario eliminarlo o,
por lo menos, reducir su alcance y contenido. La evolución de los tiempos implica también la evolución de los
conceptos. El problema social es un problema económico y el problema económico sólo se resuelve con
dinero, con bienes materiales. De aquí la urgente necesidad de la socialización progresiva de todas las fuentes
de producción, para evitar que las riquezas caigan en unas pocas manos.


En la dialéctica comunista, todos los problemas del mundo gravitan sobre la economía de los individuos y de
los pueblos. La lucha permanente de los intereses materiales, que engendra las estructuras sociales, las
modifica, las suprime o las cambia, es el factor dinámico de incalculables potencialidades, que pone en
movimiento ascendente a la humanidad. Para el comunismo todo es economía, todo es la lucha por eliminar
las desigualdades sociales.


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InHocSignoVinces
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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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La POPULORUM PROGRESSIO, en todo su contenido, hace descansar también el progreso de los pueblos,
el futuro de un mundo, que necesariamente tiene que ser mejor que el pasado en "el desarrollo integral del
hombre y en el desarrollo solidario de la humanidad";
pero, como se desprende de todo el documento, este
desarrollo, este progreso integral y solidario, no mira al cielo, sino a la tierra; no está encaminado el fin último
del hombre y a los destinos trascendentes de la humanidad, sino a nuestro bienestar temporal en esta vida
efímera y perecedera. En otras palabras, Paulo VI acepta, en cierto modo, la utópica finalidad del comunismo
al querer convertir este mundo en el soñado paraíso,
donde los hombres "libres de la miseria", participantes
"todavía más en las responsabilidades", "fuera de toda opresión" y "al abrigo de situaciones que
ofendan su dignidad de hombres", "más instruidos" "puedan añadir a la libertad política, un crecimiento
autónomo y digno, social no menos que económico".



Por eso el Papa Montini ha creado "una Comisión Pontificia, encargada de suscitar en todo el pueblo de Dios
el pleno conocimiento de la función que los tiempos actuales piden a cada uno para promover el progreso de
los pueblos más pobres, favorecer la justicia social entre las naciones, ofrecer a los que se hallan menos
desarrollados una ayuda tal que les permita proveer, ellos mismos y para sí mismos, a su progreso".



Contrastan las palabras y el programa de Paulo VI con el modo de hablar y de pensar de otros Pontífices.
Ya León XIII, en su Encíclica "QUOD APOSTOLICI MUNERIS" escribió: "Empero, aunque los socialistas,
abusando del mismo Evangelio, para engañar más fácilmente a los incautos, acostumbran forzarlo,
adaptándolo a sus intenciones, con tan grande diferencia entre sus perversos dogmas y la purísima doctrina
de Cristo, que no puede ser mayor. Porque ¿qué participación puede haber de la justicia con la iniquidad, o
qué consorcio de la luz con las tinieblas? (II Cor. VI, 14). Ellos seguramente no cesan de vociferar, como
hemos insinuado, que todos los hombres son entre sí, por naturaleza, iguales; y, por lo tanto, sostienen que ni
se debe honor y reverencia a la majestad, ni a las leyes, a no ser acaso a las sancionadas por ellos mismos a
su arbitrio". "Por lo contrario, según las enseñanzas evangélicas, la igualdad de los hombres consiste en que
todos, por haberles cabido en suerte la misma naturaleza, son llamados a la misma altísima dignidad de hijos
de Dios, y, al mismo tiempo en que, decretado para todos un mismo fin, cada uno ha de ser juzgado según la
misma ley para conseguir, conforme a sus méritos, o el castigo o la recompensa. Pero la desigualdad del
derecho y del poder se derivan del mismo autor de la naturaleza, de quien toda paternidad toma su nombre en
el cielo y en la tierra. (Ephes. III, 15)".



Pío XII, en una alocución a los trabajadores de la "FIAT", el 31 de octubre de 1948, decía: "La Iglesia no
promete aquella igualdad absoluta, que otros proclaman, porque sabe que la convivencia humana produce
siempre y necesariamente toda una escala de gradaciones y diferencias, en las cualidades físicas e
intelectuales, en las disposiciones y tendencias inferiores, en las ocupaciones y responsabilidades".



Supuestas, pues, estas inevitables desigualdades humanas, individuales y colectivas, que han sido previstas y
dispuestas por el Creador, el así llamado problema social, la más equitativa distribución de las riquezas, la
solución a los problemas económicos de las diversas colectividades humanas y su progreso material, es muy
complejo y exige diversas soluciones, según las diversas circunstancias de cada pueblo. La solución del
socialismo (ya sea éste radical o moderado) no es sino un monstruoso engaño que, prometiendo la igualdad,
acrecienta la desigualdad, en la más inhumana esclavitud. Eliminación de la propiedad privada, de la iniciativa
privada, de la libre y saludable competencia, de los derechos del hombre, pregonados hasta hace poco por la
Constitución de todos los países del mundo libre para fusionar los individuos y las sociedades en una masa
colectiva, en un Leviatán universal. Las fuentes de producción en manos del Estado, del grupo dirigente, con
sus inmensos y ramificados tentáculos burocráticos, para esclavizar las multitudes, impotentes para poder
recuperar su libertad; porque sin el derecho legítimo de la propiedad privada, la libertad es un mito.



La POPULORUM PROGRESSIO es, por esto, el viraje completo de la política vaticana hacia el socialismo.
Cualquier observador que haya seguido cuidadosamente los acontecimientos y los documentos del Vaticano
después de la muerte de Su Santidad Pío XII, no puede manos de reconocer el manifiesto viraje de la
Jerarquía Católica hacia lo que, en lenguaje demagógico, llamaríamos las corrientes de izquierda.
Ya antes de
la muerte del Papa Pío XII se escuchaban críticas mordaces de la persona y los hechos de este preclarísimo
Pontífice, Se le llamaba el Papa intransigente, centralista, antisemita; se le condenaba de haber hablado
demasiado, de haber querido indoctrinar sobre todos los problemas; se le echaba en cara el haber frenado el
progreso intelectual y científico de la Iglesia. En una palabra se le hacía aparecer como el Papa "inadaptado" y
poco comprensivo, que vivía y hablaba en un mundo ya pasado, en una ideología ya "superada".


Estas acusaciones contra el Papa Pío XII, hechas no por los declarados enemigos de la Iglesia, sino por los infiltrados
que preparaban la revolución y, entre los cuales, debemos contar, sin duda, a Juan B. Montini,
el sustituto de la
Secretaría de Estado, a quien, en un acto de generosidad, Pío XII promovió al arzobispado de Milán, para
sacarlo de la Secretaría de Estado, eran las voces del "progresismo", que buscaba a todo trance la toma del
poder, para implantar así la revolución en la Iglesia.



Cuando fue elegido su sucesor Juan XXIII, todos creyeron que era el papa de la transición, el hombre bueno
que desataría las ligaduras, con que Pío XII había querido sujetar al progresismo. Y así sucedió en efecto, las dos encíclicas del
Papa Roncalli, la "MATER ET MAGISTRA" y, sobre todo, la "PACEM IN TERRIS" y la convocación inesperada
del Concillo, vinieron a señalar el esperado viraje de la Iglesia, que quedó patente en el aggiornamiento con el progresismo y
en el ecumenismo con todas las religiones al inaugurar la autodemolición de la Iglesia, el cambio radical de las
estructuras de la obra de Cristo y la adaptación de la doctrina evangélica al mundo inquieto, materialista y
revolucionario de nuestros días.



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Es evidente, como ya lo hice notar en mi libro "LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA" que ha ocurrido un cambio
radical entre la actitud definida, precisa y contundente de Pío X, Pío XI y Pío XII
y el ablandamiento (* Nota de Fray Javier del Espíritu Santo, O.P.: y el afeminamiento humillante) desconcertante y destructivo de Juan XXIII y Paulo VI; entre la tónica dogmática del Concilio de Trento y del Vaticano I, y la tónica pastoral, flexible, incierta, confusionista del Vaticano II.


Hace pocos días los órganos de la gran prensa nos informaban de unas declaraciones del inquieto e
inquietante arzobispo de Recife (Brasil), Don Hélder Cámara, cuya réplica tenemos en México, en el
revolucionario obispo de Cuernavaca, que quiere montarse en uno de los cuatro caballos del Apocalipsis, Don
Sergio VII (Méndez Arceo); "Es muy difícil para mí -respondió a la pregunta que le hicieron: qué es 'SU' Iglesia,
qué hace, cómo 'SU' Iglesia tiene multitudes cautivas, ¿para qué, por qué? sobre la fortuna vaticana -distinguir entre Iglesia o
Iglesia. Para mí
-especificó- hay una Iglesia única. Como es natural, dentro de esta misma Iglesia, hay grupos
de coloraciones diferentes, lo cual me parece muy válido. Sería terrible que porque uno es cristiano fuese
obligado a pensar de la misma manera en todo. Me parece muy válido que sea plural. Si hay pluralismo fuera
de la Iglesia, ¿por qué no admitir pluralismo dentro de la Iglesia?



En otras palabras y sin distinción alguna, el "pluralismo" en el orden religioso, dentro de la Iglesia, es tan
válido, tan justo, tan aceptable, como el "pluralismo" ideológico, que en el mundo de las ideas, de las actitudes
y de los partidos pueda darse. La unidad de la Iglesia es, pues, un mito, una utopía y, lo que es más grave, una
imposición intolerable. Dentro de la Iglesia, a juicio de Don Hélder, caben muy bien la doctrina evangélica y las
doctrinas de Marx, Lenín o Mao.
Por eso critica a los guardadores del orden y al sistema de empresas
multinacionales: "Estaban de tal manera preocupados en mantener ese orden social que no fueron capaces de
descubrir que (el llamado orden social) era un muy grande desorden social. Que por detrás del llamado orden
social había —y hay— injusticias gravísimas; una situación infrahumana en el medio rural y también en ciertos
distritos de las grandes ciudades. Son problemas que vienen de lo que llamamos acá colonialismo interno,
porque en todas las regiones de materias primas había —y hay— grupos privilegiados y personas del país,
cuya riqueza era -y es- agravada por la conexión entre los privilegiados de acá y las macroempresas
multinacionales. Vemos cómo los antiguos 'trusts' son más o menos ingenuos frente a esos conglomerados
económicos, que ya no se presentan como extranjeros, porque siempre encuentran a algunos del país que se
prestan a ofrecer firmas nacionales. . . ". . .Y encuentra usted también algunos del país entre los directores;
hay empleados del país y hay aprovechamiento de las materias primas del país. Sólo los pesos van en zigzag
hacia las empresas del lucro, esquivando a los pobres del país".



Don Hélder, como Sergio VII, como Talamás, como Ruiz, el de San Cristóbal, como todos esos improvisados
economistas, confunden lastimosamente los factores de la producción, con los elementos de la producción ya
en el comercio. Creen que el guardar el orden social es injusto, es nocivo, es una rémora para el progreso de
los pueblos. Este es el colonialismo interno contra el cual la POPULORUM PROGRESSIO de Paulo VI se
pronunció.



"Y ¿qué hace la Iglesia, qué hacía mientras eso ocurre?", le preguntaron al arzobispo. He aquí su respuesta,
que es una injusta e injuriosa recriminación contra la Iglesia apostólica del pasado, a la que Helder, como Méndez
Arceo, como Juan B. Montini hacen culpable de todos los crímenes, de todas las injusticias del pasado:
"Como
la urgencia era mantener el orden social, entonces la Iglesia era prestigiada y distinguida por los gobiernos,
que, junto con los privilegiados, sentían el apoyo de nuestra predicación. Hoy, como es de conciencia
denunciar las injusticias, la vida infrahumana de millones de personas, hoy somos subversivos y
comunistas". "Yo le diré a Ud.: todos en la Iglesia estamos de acuerdo en que los textos de Vaticano II, Medellín,
Upsala, Beirut, -para hablar solamente de los textos católicos- son válidos y practicables, pero el problema es
cómo aplicarlos. Pero sería terrible, por otra parte, que en cuestiones abiertas de interpretación, se impusiera
un modelo único".



¡Parece increíble que tales palabras hayan sido pronunciadas por un arzobispo católico! Sin embargo, no nos
extraña leer esto, cuando de sobra conocemos la ideología, la subversiva pastoral y la actividad inadmisible
del arzobispo de Recife. Lo que nos sorprende es que, aunque sea de tanto escándalo, siga todavía
ocupando su puesto al frente de una arquidiócesis, por la gracia de su amigo y protector Juan B. Montini.
Es el
caso de Don Sergio, aunque éste está agravado por algunos deslices de otro orden.



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Para Don Hélder, la Iglesia del pasado, comprometida en guardar el orden social, buscaba el prestigio, las
distinciones de los poderosos, a costa de la pobreza y la miseria de los débiles. Esa complicidad ha inmutado,
gracias al Vaticano II, a la Populorum Progressio, a los documentos de Medellín. Al fin, la Iglesia empezó a
tener conciencia. Como dice el subtítulo del periódico, los obispos pasaron de "elogiados" a "subversivos".


"¿Y ahora...? ¿la Iglesia qué hace? ¿A quiénes ayuda? ¿Cómo? ", preguntaron a Don Hélder los periodistas. A
lo que el arzobispo contestó: "Es terrible ver que las consecuencias no caen directamente sobre uno. Caen
comúnmente (en mi caso) sobre aquellos que trabajan conmigo. Entonces es terrible que un padre, por
ejemplo, que con valor denuncia
—denuncia cosas muy serias, bruscamente— sabe, no ignora, que por ello
sus hijos van a sufrir. Es terrible de verdad".



No deja de comprender el arzobispo que su labor demagógica y subversiva, engañando a la gente
impreparada, ocasiona graves resultados para los que, con violencia, buscan en la subversión, en los motines
callejeros, en el secuestro, en las guerrillas, en los actos terroristas, la solución a esa violencia
institucionalizada, como él la llama, de los gobiernos que tratan de guardar el orden social; porque, según él, el
orden social sólo favorece a los ricos, a la gente de orden, no a los viciosos, a los holgazanes, a los pillos, a
los que quieren hacerse ricos de la noche a la mañana, a como dé lugar.



"Usted dice, prosiguieron interrogando los periodistas, que la violencia madre es la institucional, la de los
gobiernos. ¿Cuál le sigue? "
—Con habilidad innegable, los periodistas llevan al prelado al terreno resbaloso y
comprometedor, en el que el arzobispo, sin asustarse, va a decirnos claramente su pensamiento
revolucionario: "La de los oprimidos, la de los jóvenes, que, en lugar de los oprimidos, o, en nombre de los
oprimidos, toman posiciones y protestan y organizan revueltas. Esa es la violencia número dos. Y los
gobiernos, cuando los oprimidos llegan a la calle, ganan la calle, se sienten en el derecho y en la obligación de
salvaguardar el orden, la seguridad, de invocar la seguridad nacional, y cogen presos políticos".



Aquí tenemos ya la voz provocativa, insolente, descarada de la revolución, en labios de un arzobispo y en
nombre del Evangelio. Para Don Hélder es un derecho sagrado que tienen los de abajo para lanzarse a la
calle, para apedrear sus casas, quemar sus automóviles, atentar contra la vida y contra el orden público. El fin
nobilísimo de la liberación justifica todos los medios.
Si estas palabras hubieran sido dichas hace siglos, Don
Hélder hubiera sido procesado justamente por la Inquisición;
porque esas palabras no sólo son subversivas,
son anticatólicas, antievangélicas.
De lo contrario, la doctrina de Cristo sería la doctrina de la subversión, del
crimen, del pillaje. ¿Qué pide Cámara a los gobiernos en esos días de violencia callejera? ¿Qué opina que
debe hacer la policía, el ejército, los gobiernos? ¿Ponerse a declamar una elegía sobre las ruinas, como Nerón
en el incendio de Roma?


"Teniendo presos políticos, prosigue el prelado, esos gobiernos se sienten con el derecho y la obligación de
obtener información, que juzgan tal vez decisiva para la seguridad nacional y entonces llegan hasta la tortura.
Y me parece que hablar de torturas es llegar a un capítulo nefando, tremendo. Pero, aún así, me parece más
importante hablar de la raíz del problema, que son las injusticias, que son las consecuencias de la opresión
que pesa sobre el mundo".



Don Hélder Cámara, como todos los participantes de la subversión, no tolera la idea de "los presos
políticos".
Ya en mi libro "LA NUEVA IGLESIA MONTINIANA", comenté este punto y me adherí plenamente a
la sabia y precisa distinción hecha por el ex-Presidente de México, Lic. Gustavo Díaz Ordaz, sobre este
punto: "no es lo mismo "presos políticos", que "políticos presos". A nadie se ha encarcelado por tener tales
o cuales ideas políticas, por erróneas que éstas sean; pero el hecho de ser político militante no es un fuero
para atentar impunemente contra el orden común, ni contra los derechos legítimos de los ciudadanos. Don
Hélder ve la paja en el ojo de su vecino y no ve la viga que trae atravesada en el suyo. Toda represión resulta
odiosa para la subversión, que quisiera tener una absoluta libertad para hacer sus violencias y atentados, sin
que las autoridades interviniesen, para hacer guardar la Constitución.


¡Cómo le duelen a Don Hélder las torturas, con las que los gobiernos, con todo derecho y legítima obligación,
tratan de obtener la necesaria información, que seguramente es decisiva para la seguridad nacional! En sus
giras mundiales el arzobispo de Recife ha pretendido desacreditar y acusar a su gobierno por esas torturas
con las que se presionó a los "políticos presos", para que descubriesen todo el complot contra la patria y contra
los pacíficos ciudadanos. ¡Hasta el Vaticano, por su supremo tribunal, llamado "Justicia y Paz" se ha permitido
lanzar acusaciones contra un Estado Soberano, apoyándose en las locuras de un obispo, que ha abandonado
su labor apostólica, para entregarse a la subversión!



Menos mal, si el caso del arzobispo de Recife fuera el único en el mundo y especialmente en la América
Latina; pero desgraciadamente, como ya hemos indicado, son ya muchos los Hélder en nuestra América Latina
y en nuestro México, que inspirados por la "POPULORUM PROGRESSIO" y los famosos Documentos de
Medellín y por el enjambre de agitadores con sotana, que nos envían de Roma, y que en público y en privado,
fomentan y financian la subversión con el dinero de la Iglesia y del pueblo. Así se dice que el obispo de San
Cristóbal en Chiapas ha vendido algunas de las joyas preciosas que había en los templos, para ayudar
cristianamente a los guerrilleros de Guatemala y de México.



A CONTINUACIÓN... Algunos puntos álgidos de la POPULORUM PROGRESSIO
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Algunos puntos álgidos de la POPULORUM PROGRESSIO


I.—Plantea Paulo VI el tema de la Colonización y el Colonialismo, y los problemas que tienen los pueblos
recién emancipados: "Los pueblos llegados recientemente a la independencia nacional —dice Paulo
VI- sienten la necesidad de añadir a esta libertad política un crecimiento autónomo y digno, social no menos
que económico, a fin de asegurar a sus ciudadanos su pleno desarrollo humano y ocupar el puesto que les
corresponde en el concierto de las naciones".



Mucho se ha hablado acerca de este tema; y, desde luego, el Comunismo Internacional, con sus aliados la
masonería y el judaísmo, han tomado bandera como justificación de su obra subversiva. La justicia o injusticia
de la colonización de los pueblos es tema de polémica para muchos. El derecho internacional de hace unos
cuantos años justificaba y tenía como legítima esta colonización externa, en determinadas circunstancias y con
objetivos trascendentalmente benéficos. Ahora, en cambio son muchos, especialmente los de ideas avanzadas
y comunistoides, que condenan como injustas las guerras de conquista y como latrocinio y esclavitud
intolerable las colonias que poseían las potencias extranjeras. Y se nos presentan cuadros apocalípticos, en
los que los colonizadores inhumanos, de entrañas duras y de codicia insaciable, expoliaban y fustigaban a los
naturales, como a viles esclavos y seres inferiores.


No pretendo ahondar en el problema, en el que, por cierto, la Iglesia ha tenido importantísimo y por demás
benéfico papel; pero, por lo que toca a nuestros pueblos de América Latina, pienso que el balance histórico de
la obra de España es ciertamente positivo y digno de toda nuestra admiración y gratitud. La espada y la cruz
estuvieron siempre unidas, y al lado del conquistador estuvo siempre el apóstol, el que traía en sus labios y en
su acción la redención de Cristo. España nos dio su sangre, su lengua, su religión y su cultura, y por España
nuestros pueblos quedaron incorporados a la civilización cristiana de Occidente.



El indigenismo, con el que muchos quieren oscurecer la obra de España, es tan absurdo como el añorar aún
por el hombre de las cavernas, por los sangrientos sacrificios humanos o por las guerras entre las tribus
aborígenes, que ensangrentaban constantemente el suelo virgen de nuestra América.
La obra civilizadora de la
Colonia Española en América Latina es en verdad prodigiosa y denigrarla es tan injusto y tan ignorante,
para ver el
alcance que tiene o puede tener el conflicto: el concepto de civilización tradicional y el de civilización industrial.


La Civilización tradicional parece que se funda en los valores superiores del espíritu; mientras que la
civilización industrial parece que antepone a los valores permanentes del espíritu las ventajas
preponderantemente materiales, que la técnica y la industria moderna ofrecen al hombre. Muchos de esos
pueblos, carentes de la verdad trascendente, tenían una Civilización —si así podemos llamarla— rudimentaria,
inestable, que fácilmente podía derrumbarse por los fulgores deslumbradores de la Industria, porque sus
valores espirituales no tenían una base inconmovible. Las creencias milenarias del Japón sucumbieron ante
los pavorosos resplandores de la bomba atómica.


En cambio, el choque de la civilización cristiana (en la que estaban ya injertados todos los pueblos de América
Latina) con la Civilización industrial materialista, que quiere convertir la vida presente en el paraíso perdido, es
un choque artificialmente provocado de enormes consecuencias. Las tradiciones del pasado, inspiradas y
vivificadas por la doctrina del Evangelio eterno, tienen ciertamente una enorme riqueza humana, entendiendo
al hombre como es: ser finito, contingente y en dependencia constante y esencial de Dios; pero tiene, sobre
todo, una inagotable, vivificadora y eternamente duradera riqueza divina, que aúna y sintetiza el tiempo con la
eternidad, a Dios y al hombre, el cielo y la tierra.


No hay, no puede haber oposición verdadera entre la civilización cristiana y la civilización industrial, siempre
que se conserve firme la jerarquía de los valores de la vida. La fe no se opone, ni se puede oponer al
verdadero progreso, a ese progreso integral que se busca. Los apoyos morales, espirituales y religiosos del
pasado no ceden, cuando, en su progreso, el hombre no quiere romper la unidad y la armonía de la obra
divina. La crisis del mundo de nuestros días está precisamente en querer mudar las estructuras del pasado,
firmemente cimentadas en la verdad eterna, para apoyar el futuro del mundo en la contingencia de las cosas
del tiempo y en la inmanencia ciega de un humanismo sin Dios y sin último destino. Estamos empeñados en
hacer con nuestras manos un nuevo mundo; y queremos empezar desde su fundamento. Este es el fin del
progresismo y del Papa Montini.
Pero, no es tan fácil eliminar lo que por siglos la razón y la fe habían arraigado
en el corazón del hombre. No, no hay peligro de esas desviaciones hacia mesianismos materialistas, cuando
nos adherimos al Mesianismo Divino.



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Razón tiene el "experto", citado más adelante por Paulo VI, cuando dice: "nosotros no aceptamos la
separación de la economía de lo humano; el desarrollo, de la civilización en que está inscrito. Lo que cuenta
para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera";
pero ese
pensamiento está incompleto y podría tener un sentido equívoco y aún blasfemo, si, en nuestra concepción
integral del hombre, eliminados los vínculos esenciales que le unen con su Creador, Señor y Dueño, nos
olvidamos de sus destinos ultraterrenos. Por eso el pontífice añade luego que la criatura espiritual está
obligada a orientar espontáneamente su vida hacia Dios y que por su unión con Cristo (su cristianismo
vivido) "tiene el camino abierto hacia un humanismo trascendental, que le da su mayor plenitud". Pero, ese
progreso no se funda en los bienes materiales, que la técnica y la industria pueden darle, sino en el legítimo
uso y la renuncia generosa, voluntaria u obligatoria, que de esos bienes haga en su búsqueda de Dios.



Hay una frase de San Pablo, que incidentalmente cita el Papa Montini, en esta su famosa encíclica, que puede
tener un sentido falso y demagógico: "El que no quiera trabajar, que no coma". Estas palabras aduce Paulo VI
al hablar de las obligaciones sociales de los individuos: "Cada uno de los hombres es miembro de la sociedad y
pertenece a la humanidad entera... Todos los hombres están llamados a este desarrollo pleno".
En la
Encíclica "CUADRAGÉSIMO ANNO" (N° 25), Pío XI había ya refutado la torcida interpretación, que a esas
palabras de San Pablo da el Papa Montini: "Y no debe olvidarse aquí cuan inepta e infundada es la apelación
de algunos a las palabras del Apóstol: "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma", porque el Apóstol se
refiere a los que pudiendo y debiendo trabajar, se abstienen de ello, amonestándonos que debemos
aprovechar con diligencia el tiempo y las fuerzas corporales y espirituales, sin gravar a los demás, mientras
nos podamos proveer por nosotros mismos.
Pero que el trabajo físico sea el único título para recibir el alimento
o las ganancias, eso no lo enseñó nunca el Apóstol".



Al señalar Paulo VI la ambivalencia del progreso humano, con relación al individuo y con relación a la
colectividad, después de señalar los peligros, que la ambición desordenada puede ocasionar y después de
señalar la meta hacia la cual debe encaminarse el nuevo progreso, plantea el pontífice el problema crucial de
la propiedad privada: "La Biblia, desde sus primeras páginas nos enseña que la creación entera es el hombre,
quien tiene que aplicar su esfuerzo inteligente para valorizarla y, mediante su trabajo, perfeccionarla, por así
decirlo, endosa a su servicio. Si la tierra está hecha para procurar a cada uno medios de subsistencia y los
instrumentos de su progreso, todo hombre tiene el derecho de encontrar en ella lo que necesita. El reciente
Concilio lo ha recordado: "Dios ha destinado la tierra, y todo lo que en ella contiene, para uso de todos los
hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en su medida justa, con
la regla de la justicia, inseparable de la caridad".



Aquí está el problema, aquí la demagogia: Si la tierra y todas la subsistencias son de todos los hombres,
¿cómo es posible entonces que exista la propiedad privada? "Todos los demás derechos -continúa Paulo VI
sean los que sean, comprendidos en los de la propiedad y comercio libre, están subordinados a ello; no
deben estorbar, antes, al contrario, facilitar su realización; y es un deber social, grave y urgente, hacerlos
volver a su finalidad primera".



Ahora bien, como nunca todos los hombres, ni todos los pueblos tendrán, en la medida de sus exigencias y
aspiraciones, los bienes materiales, que necesitan o creen necesitar, seguiríase que el derecho de propiedad
privada, su aplicación legal, justa y humana, serían fluctuantes, ilusorias, totalmente inseguras. León XIII dice
que "la propiedad privada es un derecho natural" y que, en esto, se diferencia el hombre del bruto. "El hombre,
al abarcar con su inteligencia cosas innumerables, al unir y encadenar también las futuras con las presentes, y
al ser dueño de sus acciones es —él mismo— quien, bajo la ley eterna y bajo la providencia universal de Dios
se gobierna a sí mismo, con la providencia de su albedrío; por ello, en su poder está el escoger lo que juzgare
más conveniente para su propio bien, no sólo en el momento presente, sino también para el futuro. De donde
se sigue que en el hombre ha de existir no sólo el dominio de los frutos de la tierra, sino también la propiedad
de la misma tierra. . . Las exigencias de cada hombre tienen, por decirlo así, un sucederse de vueltas
perpetuas, de tal modo que, satisfechas hoy, tornen mañana a aparecer imperiosas. Luego la naturaleza ha
tenido que dar al hombre el derecho a bienes estables y perpetuos, que corresponden a la perpetuidad del
socorro que necesita. Y semejantes bienes únicamente los puede suministrar la tierra con su inagotable
fecundidad".



"El hecho de que Dios haya dado la tierra a todo el linaje humano, no se opone, en modo alguno, al derecho
de la propiedad privada. Al decir que Dios concedió en común la tierra al linaje humano, no quiere decir que
todos los hombres tengan indistintamente dicho dominio, sino que, al no haber señalado a ninguno, en
particular, su parte propia, dejó dicha delimitación a la propia actividad de los hombres y a la legislación de
cada pueblo. Por lo demás, la tierra, aunque esté dividida entre particulares, continúa sirviendo al beneficio de
todos, pues nadie hay en el mundo que de aquélla no reciba su sustento. Quienes carecen de capital, lo
suplen con su trabajo; y así puede afirmarse con verdad de que el medio de proveerse de lo necesario se halla
en el trabajo empleado o en trabajar la propia finca o en el ejercicio de alguna actividad, cuyo salario, en último
término, se saca de los múltiples frutos de la tierra o se permuta por ellos".



"Con razón, pues, —prosigue León XIII—, todo el linaje humano, sin cuidarse de unos pocos contradictores,
atento sólo a la ley de la naturaleza, en esta misma ley encuentra el fundamento de la división de los bienes y
solamente, por la práctica de todos los tiempos, consagró la propiedad privada como muy conforme a la
naturaleza humana, así como a la pacífica y tranquila convivencia social. Y las leyes civiles, que, cuando son
justas, derivan de la misma ley natural su propia facultad y eficacia, confirman tal derecho y lo aseguran con la
protección de su pública autoridad. Todo ello se halla sancionado por la ley divina, que prohíbe estrictamente
aun el simple deseo. "No desearás la mujer de tu prójimo; ni la casa, ni el campo, ni el buey, ni el asno, ni otra
cosa cualquiera de todas las que le pertenecen".



CONTINUARÁ...
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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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Sería un error interpretar las palabras de León XIII, diciendo que el trabajo propio es el único título de la
propiedad. A este propósito dice Pío XI, en su Encíclica "QUADRAGESIMO ANNO": "Violan esta ley (la ley de
la justicia social) no sólo la clase de los ricos cuando, libres, en la abundancia de su fortuna, piensan que el
justo orden de las cosas está en que todo rinda para ellos y nada llegue al obrero; también la clase de los
proletarios, cuando, vehementemente enfurecidos por la violación de la justicia y excesivamente dispuestos a
reclamar, por cualquier medio, el único derecho que ellos reconocen, el SUYO, todo lo quieren para sí, por ser
producto de sus manos; por esto y no por otra causa, impugnan y pretenden abolir la propiedad, así como los
intereses y rentas, que no sean adquiridos mediante el trabajo".



Hay una frase de la encíclica de Paulo VI que, analizándola parece que viene a destruir el concepto tradicional
de la propiedad privada.
No habla el pontífice de la función social de la propiedad privada y de los deberes que
esta función implica, sino de la misma: "No hay ninguna razón, dice, para reservarse el uso exclusivo de lo que
supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario". "En una palabra,
añade, el derecho
de propiedad no debe jamas ejercitarse con detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de
los Padres de la Iglesia".



Estas palabras del Papa Montini son evidentemente demagógicas; puedan dar lugar a que se piense que
nadie tiene derecho a lo superfluo, "mientras haya alguien que carezca de lo necesario". Interpretando así,
creo que el derecho de propiedad no sólo queda minimizado , comprometido, sino, en realidad negado. Porque
el relativismo de estos dos conceptos: "Superfluo" y "necesario" es tan variable, como los criterios, las
exigencias y las mismas ambiciones de los hombres. Un derecho verdadero no puede estar sujeto a este
relativismo, a una vagante interpretación, a esas ambiciones humanas, acrecentadas por la demagogia de un
pontífice, que, al servicio de la "mafia" judía, quiere mutar al orden constituido.



Me he detenido en hacer estos comentarios sobre la "POPULORUM PROGRESSIO", porque estoy convencido
que este es el programa del pontificado, legítimo o ilegítimo, de Juan B. Montini. Es una encíclica, calificada
por los mismos anticatólicos como "marxismo recalentado", que ha sido la inspiración continua de Paulo VI y
de su actividad prodigiosa. Es curioso notar que tanto en América Latina, como en el Medio Oriente, como en
Filipinas,
después de la visita del pontífice, han estallado brotes de comunismo violento y destructor. La dialéctica montiniana lo niega; pero los hechos son demasiado elocuentes, sobre todo, si tenemos en cuenta la
actividad asombrosa de ese enjambre de propagandistas, que hace ya tiempo recorren los países, azuzando
al pueblo a la inconformidad, a la protesta, a la violencia; y valiéndose en su agitación de los grupos de
jóvenes, especialmente estudiantes, que, por su inexperiencia, por su irresponsabilidad, por el ardor y la
mística que les han infundido, son elementos valiosísimos para las guerrillas, para los secuestros, para los
actos terroristas, para los motines callejeros.


Y es muy de notarse, como un dato revelador de prueba contundente, el hecho innegable de que esta
subversión, este activismo, esta ideología marxista, leninista, maoísta, ha encontrado en las Universidades y
Colegios Católicos, en México, como en los Estados Unidos, como en España, como en otros muchos países,
magníficos colaboradores. De esos centros, especialmente de los jesuitas, han salido, en los graves conflictos
estudiantiles, los dirigentes y los "tontos útiles". ¿Ignora esto el pontífice? Y si lo sabe, ¿por qué lo tolera?
¿Qué dicen los Nuncios, los Delegados Apostólicos? ¿Qué opinan las Conferencias Episcopales? Y los
Ordinarios ¿qué explicación dan a esos actos subversivos, en los que sus clérigos toman parte
importantísima?



A CONTINUACIÓN... Paulo VI recibe a un grupo de Hippies.
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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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Paulo VI recibe a un grupo de hippies.


En una audiencia concedida por el pontífice, el 16 de abril de 1971, a varios grupos de jóvenes, les dirigió los
siguientes discursos, que reproducimos aquí, tomados del Osservatore Romano del 17 del mismo mes y
año: "Esta mañana, viernes 16 de abril, el Santo Padre ha recibido a dos grupos de jóvenes, en la Sala
Clementina. Uno de estos grupos estaba integrado por los participantes en la "manifestación internacional
en favor de la paz, 'un color al mundo',
patrocinada por la Comisión Diocesana de la Pastoral del Turismo,
que tuvo lugar ayer tarde en el Auditorio del Palacio Pío".
El grupo era conducido por Mons. Poletti,
Vicerregente de Roma, por Don Luigi Di Liegro y por los organizadores del espectáculo Dott. Frasciolo y
Maestro Pagano. Paulo VI habló así a los jóvenes reunidos: "Es siempre un placer para Nos el recibir a
jóvenes, especialmente si vienen de lejos y si, como vosotros lo hacéis, dedican su talento artístico a una
buena causa, como es la de difundir en sus coetáneos, a través de la música y el canto, el sentimiento de la
esperanza, del sano optimismo, el calor de la fraternidad, humana y cristiana".



"Os damos, por lo tanto, Nuestro cordial saludo, y os manifestamos Nuestra satisfacción, llena de estima y
afecto por el intento que os ha guiado, para ilustrar, con los medios a vuestro alcance, el tema por Nos
sugerido para la jornada de la paz de 1971, y saludamos con vosotros a la Comisión Diocesana por el
Turismo, con su digno Presidente Mons. Poletti, que ha organizado, como cada año, la manifestación musical,
en la que habéis vosotros participado aquí en Roma. Es una buena simiente sembrada, que, a no dudarlo, no
dejará de fructificar en las generaciones juveniles". "Nos, en verdad, no estamos capacitados para apreciar
vuestras formas artísticas, ni para valorizar aquéllas formas estéticas, en las que visiblemente, sin duda
alguna, expresáis vuestra personalidad. Pero estamos atentos a ciertos valores, que vosotros andáis
buscando: la sinceridad, la liberación de ciertos vínculos formales y la necesidad de ser, de identificaros, de
vivir, y de interpretar las exigencias del propio tiempo. Propio, además, por aquel mandato por Nos dado,
hermano entre hermanos, no podemos dejar de apreciar profundamente algunos valores humanos de gran
mérito, en los que se inspira esta manifestación en la cual vosotros habéis tomado parte: la paz en el mundo,
la fraternidad entre los hombres, la renovación moral y espiritual, que supera el conformismo, la vulgaridad, la
vida cómoda, que hoy perturba y desagrada a una gran parte y la hace reaccionar, a veces, en forma insólita y
violenta".



"Pensamos que en esta búsqueda interior, vosotros advertiréis la presencia de Dios, de quien viene lo más
grande y lo más verdadero que hay en el corazón humano; es por El por quien tenemos la vida, el movimiento,
el ser, como dice San Pablo (Act. XVII, 20) Y en El estamos también sumergidos totalmente. Cuando se busca
dar una impresión sana, recta y moral en la propia manera de vivir, no puede entonces dejar de aflorar, aun en
las formas menos pensadas, una reflexión religiosa, una cierta presencia de lo sagrado, en una palabra, el
sentido de Dios, que nos ama y que nos manda amar a los hermanos". "Nos os auguramos sinceramente que
alcancéis estas metas luminosas del espíritu y que no os dejéis dominar por las modas efímeras de la tiranía
de los sentidos, de la oscuridad de la vida gregaria, en vez de ayudar a los demás con el instrumento del arte,
a ennoblecerse, a elevarse, para volverse más humanos y cristianos".



"En tanto os alentamos con Nuestra paterna benevolencia, mientras de corazón invocamos sobre todos
vosotros la abundante efusión de la Bendición Divina".
A continuación, el pontífice se dirigió en inglés a los
visitantes de habla inglesa: "Es para Nos una real satisfacción el tener la visita de jóvenes, cuando ellos vienen
de muchas diversas partes del mundo. Nos sabemos que vosotros estáis interesados en promover la
hermandad y la paz entre los hombres y que buscáis una renovación moral y espiritual. Estos objetivos son
grandes y preciosos y, al buscarlos, Nos estamos seguros que vosotros sentiréis la necesidad de Dios y que
encontraréis la presencia de Aquél Uno, en quien "vivimos, nos movemos y somos". (Act. XVII, 28).



"Repitiendo el mensaje del Concilio Vaticano a la juventud Nos os alentamos "a abrir vuestro corazón a la
inmensidad del mundo, para escuchar las súplicas de vuestros hermanos, para poneros a su servicio, con ese
vigor y energía de la juventud. Pedimos que Dios os bendiga a todos y os dé la alegría y la paz a vuestro
corazón".



El segundo grupo estaba formado por estudiantes del Canadá, que estudiaban, en Suiza, en el Neuchatel
College, cursos de lengua francesa. Los jóvenes y las jóvenes canadienses estaban acompañados por sus
profesores. El papa les habló así: "Nosostros estamos felices de recibir también esta mañana a los estudiantes
del Neuchatel Júnior College, que terminan en Suiza sus estudios de lengua francesa y han venido a Roma en
estas fiestas pascuales. Queridos amigos, Nos place expresaros la estima que Nos tenemos hacia vuestro
querido país, lleno de vitalidad, orgulloso a la vez de sus tradiciones y de su moderno desenvolvimiento. Os
estimulamos a poner al servicio de vosotros la competencia y la cultura, que se os ha dado adquirir, para
establecer un clima cada vez más fraternal y abierto a las necesidades materiales y espirituales de todos los
hombres. Después del contacto con las fuentes de la vida cristiana en Roma, después de visitar las tumbas de
los apóstoles Pedro y Pablo, vosotros arraigaréis en la búsqueda de un humanismo integral y de una fe
profunda. Que Cristo Salvador, que es el Señor de todos nosotros, con la pujanza de su Resurrección, ponga
en vosotros el Espíritu de paz y de amor, a gloria de Dios Padre. Sobre vosotros y sobre todos los que os son
queridos, Nos imploramos su fecunda bendición".



A CONTINUACIÓN... COMENTARIO CRÍTICO DEL REV. P. SÁENZ Y ARRIAGA A ESTOS DISCURSOS MONTINIANOS A LOS HIPPIES

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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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COMENTARIO CRÍTICO DEL REV. P. SÁENZ Y ARRIAGA A ESTOS DISCURSOS MONTINIANOS A LOS HIPPIES


Estos discursos montinianos, que, a primera vista, parecen de un Papa legítimo, son, sin embargo, una prueba
más de que Paulo VI no actúa como un Papa legítimo.
Desde luego sorprende el que grupos de jóvenes
católicos, dirigidos y alentados por un Monseñor, participen en una marcha internacional de marcado aspecto
comunista. Porque estos movimientos pacifistas no son sino un hábil táctica comunista, para desarmar las
legítimas y necesarias defensas de los pueblos libres; es un incubar en la mente de los jóvenes, en nombre de
una internacional, la resistencia a toda lucha, aunque ésta tenga por objeto el defender la patria y las más
sagradas libertades del mundo libre.
La renovación moral y espiritual, que pide el pontífice, es la que "supere
el conformismo, la vulgaridad, la vida cómoda, que hoy perturba y desagrada a una gran parte de la juventud,
y la hace reaccionar, a veces, en forma insólita y violenta".



¿No son estas palabras una velada aceptación de esa desorientación, de esa inconformidad de las juventudes
modernas, manifestadas en las formas más absurdas y perniciosas? ¿No es una discreta justificación de ese
derrumbe moral y religioso, que está minando la juventud internacional? ¿Podrá acaso, con músicas exóticas y
estridentes, que Paulo VI llama instrumentos de arte; podrá, digo, esa juventud desorientada, envenenada,
drogada y corrompida, como todos los que toman parte en esos movimientos teledirigidos, ayudar a los otros,
a nobilizarse, a hacerse más hombres, más cristianos? ¿Cuál es la justificación, para el Papa Montini, de esa
vida extraña que llevan esos jóvenes pandilleros?
"El dedicar su talento artístico a una buena causa, como el
de infundir en sus coetáneos, por medio de la música y el canto, el cántico de la esperanza, el sano optimismo,
el calor de fraternidad humana y cristiana".



Este es el "humanismo integral" de Juan B. Montini. Allí cifra él sus esperanzas para un mundo mejor, una
humanidad más humana. Paulo VI se reconoce incapacitado para apreciar esas formas artísticas, en el que los
jóvenes modernos, los hippies, expresan sensiblemente su nulidad; pero piensa que ésta es una búsqueda de
Dios; una búsqueda, que da una impresión sana, recta y moral del propio vivir, que necesariamente tiene que
aflorar, aun en las formas menos pensadas, en una referencia religiosa. Esa referencia nada tiene que ver, con
nosotros, con el Evangelio, con la mística cristiana, ni con la ascética austera, que sacrifica lo temporal por lo
eterno. Ese "sentido de Dios", vago, impreciso, parece más un sentido de un dios inmanente, no un Dios
trascendente, de quien dependemos en el ser y en el obrar, y a quien hemos de sujetarnos totalmente.
Para mí
esos movimientos de la juventud actual son síntomas gravísimos de una decadencia moral y religiosa, un
ambiente apropiado para las "comunidades de base" y para el culto mismo del Satanismo, en el que la
juventud se siente perdida, sin norte, sin fe, sin sentido de su misma existencia.



Promover la fraternidad, promover la paz, sin un ajustamiento de nuestras vidas personales a la doctrina
inmutable y eterna del Evangelio
no significa, ni puede significar otra cosa que perder la base del orden e
implantar el desquiciamiento moral y religioso, que puede culminar o en un Cristo revolución y violencia, o en
un Cristo cósmico y evolutivo, o en cualquier otra religión subjetiva y variante.



A CONTINUACIÓN... OTRO DISCURSO DE PAULO VI VERDADERAMENTE REVELADOR
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Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga

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OTRO DISCURSO DE PAULO VI VERDADERAMENTE REVELADOR


Ginebra, Suiza 10 de junio 1969 (AP.) -Texto oficial en español, emitido por el Vaticano, de las palabras del
Paulo VI, hoy, ante el CONSEJO MUNDIAL DE LAS IGLESIAS, en Ginebra: "Señor Secretario General,
queridos hermanos en Cristo: "Mucho apreciamos vuestras palabras de bienvenida y rendimos gracias a Dios
por habernos concedido hacer una visita de fraternidad cristiana al Centro del Consejo Ecuménico de Iglesias.
¿Qué es, en efecto, este Consejo sino un movimiento maravilloso de cristianos, de "hijos de Dios que
estaban dispersos (Juan XI, 52) y que ahora se encuentran, buscando una recomposición en la unidad? ¿Y
cuál es el significado de nuestra venida aquí, en el umbral de vuestra casa, sino el de una obediencia al
impulso secreto que califica, por precepto y misericordia de Cristo, nuestro ministerio y nuestra misión? ¡Feliz
encuentro, en verdad, momento profético, aurora de un día futuro y ansiado después de siglos!"



"Henos aquí entre vosotros. Nuestro nombre es Pedro. La Escritura nos dice el sentido que Cristo quiso
atribuir a este nombre, los deberes que nos impone: las responsabilidades del apóstol y de sus sucesores.
Dejadnos recordar también otros nombres que el Señor quiso dar a Pedro, para significar otros tantos
carismas. Pedro es pescador de hombres. Pedro es pastor. Por cuanto a Nos concierne, estamos convencidos
de que el Señor Nos ha dado, sin mérito alguno por nuestra parte, un ministerio de comunión. Ciertamente no
Nos ha concedido este carisma para aislarnos de vosotros, ni para excluir entre nosotros la comprensión, la
colaboración, la hermandad, la recomposición en la unidad, sino para dejarnos el precepto y el don del amor,
en la verdad y la humanidad (Eph. IV, 15; Juan XIII, 14) Y el nombre, que hemos tomado, el de Paulo, indica
bastante la orientación que hemos querido dar a nuestro ministerio apostólico".



Rasgo de fraternidad."Habéis situado el encuentro de esta tarde en la historia de nuestras relaciones;
también Nos vemos en este rasgo una señal manifiesta de la fraternidad cristiana, que existe entre todos los
bautizados y, por tanto, entre las Iglesias miembros del Consejo ecuménico y la Iglesia Católica. La actual
comunión entre las iglesias y comunidades cristianas no es, ¡ay! , sino imperfecta; pero, como todos lo
creemos, es el Padre de las Misericordias, quien, por su Espíritu, nos conduce e inspira. El guía a todos los
cristianos en la búsqueda de la plenitud de la unidad que Cristo quiere para su Iglesia, una y única, a fin de
que ella pueda reflejar mejor la unión inefable del Padre y del Hijo (Cfr. Juan XVII, 21) y cumplir mejor su
misión en este mundo, cuyo Señor es Jesús. "A fin de que el mundo crea"
(ibidem).


"Es el deseo supremo de Cristo, es la exigencia profunda de la humanidad creyente por El redimida, lo que
pone en nuestra alma una tensión constante de humildad y de pesar por las divisiones, que hay entre los
discípulos de Cristo; de deseo y de esperanza para restablecer la unidad entre todos los cristianos; de plegaria
y de reflexión sobre el misterio de la Iglesia, comprometida para si misma y para el mundo a reflejar y a
testimoniar la revelación hecha por Dios Padre, por el Hijo y el Espíritu Santo. Vosotros comprendéis que esta
tensión alcanza en Nos, ahora y aquí, un alto grado de emoción que, lejos de turbarnos, contribuye a hacer
más lúcida que nunca nuestra conciencia".


"Habéis mencionado la visita, que hizo a este Centro, en febrero de 1965, el querido cardenal Bea y la puesta
en marcha de un grupo mixto de trabajo. Tras la creación de este equipo, hemos seguido con interés su
actividad y deseamos decir, sin vacilación, cuánto apreciamos el desarrollo de tales relaciones entre la Iglesia
Católica y el Consejo Ecuménico, dos organismos muy diversos por su naturaleza, pero cuya colaboración se
ha afirmado fructuosa".



CONTINUARÁ...
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