Re: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN
Publié : ven. 18 sept. 2020 12:11
Los Religiosos se deshacían en sollozos ante el cuerpo exánime
de su Padre queridísimo, y arrojándose a sus pies los descubrían
y una y cien veces los besaban. Besaban aquellas manos
santas; besaban sus vestidos; todo para ellos era santo. Llegó
Fr. Rodulfo al venerado cuerpo y le quitó la cadena de hierro que
a las carnes estaba ceñida y en ellas hincada, la cual después
mandó el Bienaventurado Jordán que se guardara, y siglos más
tarde fue a parar al convento de Lima en el Perú, donde con mucha
reverencia se conserva. Murió el Santísimo Padre Domingo
un viernes, a las doce del día, el seis de agosto del año 1221, a
la edad de cincuenta y un años.
Era de su natural disposición mediano de cuerpo, pero muy
hermoso, rostro largo, la barba algo roja y también el cabello; el
color del rostro muy blanco; pocas canas, algunas más en la cabeza
que en la barba. La voz en el pulpito muy alta y de buen
metal, sin pesadumbre de los oyentes; delgado de complexión, y
con las penitencias más acabado de lo que sus años pedían. De los
ojos y frente le salían como rayos de luz que le hacían respetar de
los que le oían y trataban. Tendido en el suelo después de muerto,
como otro bienaventurado San Martín, daba muestras, en la hermosura
exterior, de la gloria que en aquel punto tenía su alma.
En la misma hora quiso Dios descubrir a algunos siervos
suyos el estado glorioso en que se hallaba, para aliviar con esto
la pena en que quedaban sus hijos huérfanos. Entre ellos, el Prior
de Brescia, que después fue obispo de aquella ciudad, llamada
Fr. Guala, al tiempo que el bienaventurado Padre partía de muerte
a vida, estando en su convento en oración, vio una gran abertura
que se hacía en el cielo, de la cual colgaban dos grandes
escalas que llegaban a la tierra. La una escala la tenía Jesucristo
Nuestro Señor y la otra su Sacratísima Madre, y por entrambas
subían y bajaban muchos ángeles hasta llegar al pie de ellas,
donde estaba sentada en una silla cierta persona que en el hábito
era fraile de su Orden, cubierto el rostro a la manera de difunto
amortajado. Y poco a poco, tirando de las escalas el Salvador
del mundo y la sagrada Virgen, levantaron el trono del recién
muerto que en ellas estaba asido, y los ángeles subían juntamente
cantando y alabando a Dios con grande suavidad y melodía.
Sin otro discurso ni detenimiento se persuadió Fr. Guala que su
Padre Santo Domingo había fallecido y que los ángeles le subían
al cielo; y así partió luego para Bolonia, y halló que aquel mismo
punto y hora en que él había visto la visión era la hora de la
bienaventurada muerte del Santo. Este Fr. Guala, que fue obispo
de Brescia, Inquisidor General y Legado del Papa Gregorio Nono,
ha sido elevado a los altares por Pío IX.
CONTINUARÁ...