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Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : ven. 22 mai 2020 17:20
par InHocSignoVinces
Viernes de la sexta semana de Pascua

UTILIDADES DE LA ASCENSIÓN DE CRISTO


Aunque la presencia corporal de Cristo fue arrebatada a los fieles por
la ascensión, sin embargo la presencia de su divinidad siempre permanece en
ellos, según lo que él mismo dice: Mirad que yo estoy con vosotros todos los
días hasta la consumación del siglo
(Mt 28, 20). Pues, como dice el papa
San León, "el que sube a los cielos, no dejó abandonados a los que adoptó"
1. Por el contrario, la misma ascensión de Cristo al cielo, que nos privó
de su presencia corporal,
nos fue más útil que lo hubiera sido su presencia
corporal:



1º) A causa del aumento de la fe, que tiene por objeto lo que no se ve.
Por eso, el mismo Señor dice a sus discípulos que el Espíritu Santo, cuando
él viniere argüirá al mundo de justicia (Jn 16, 8), es decir, de los que creen,
como dice San Agustín: "Pues la misma comparación es la vituperación de
los infieles"
2; por lo cual añade: "Porque voy al Padre, y ya no me veréis.
Bienaventurados los que no ven, y creen. Luego será vuestra justicia de la
que se argüirá al mundo, porque creéis en mí sin verme."



2º) Para excitar la esperanza; por lo que dice él mismo: Si me fuere, y
os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que en
donde yo estoy, estéis también vosotros
(Jn 14, 3); pues lo mismo que Cristo
colocó en el cielo la naturaleza humana que tomó, nos dio la esperanza de
llegar allá; ya que doquiera que estuviere el cuerpo, allí también se
congregarán las águilas
(Lc 17, 37). Subirá delante de ellos el que les
abrirá el camino
(Miq 2, 13).


3º) Para excitar el amor de la caridad hacia las cosas del cielo. Por lo
cual dice el Apóstol: Buscad las cosas que son de arriba, en donde está
Cristo sentado a la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las
de la tierra
(Col 3, 1). Y: En donde está tu tesoro, allí también tu corazón
(Mt 6, 21). Como el Espíritu Santo es el amor que nos lleva a las cosas
celestiales,
por eso dice el Señor a los discípulos: Conviene a vosotros que
yo me vaya; porque si no me fuere, no vendrá a vosotros el Consolador;
mas si me fuere, os lo enviaré
(Jn 16, 7). Lo cual San Agustín explica en
estas palabras: "No podéis recibir el Espíritu mientras persistís en conocer a
Cristo según la carne 3. Pero al descender Cristo corporalmente, no
solamente el Espíritu Santo, sino también el Padre y el Hijo estuvieron
presentes en ellos espiritualmente"
(Tract. XCIV, super Joan).


(3ª part., q. LVII, a. I ad 3um).


1. Serm. 2, De Resurrect., cap. 3.
2. Super. Joan., tract. 95.
3. Alude a aquello del Apóstol: Si conocimos a Cristo según la carne, mas ahora ya no
le conocemos
(Cor 5, 16).

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : sam. 23 mai 2020 20:18
par InHocSignoVinces
Sábado de la sexta semana de Pascua

LA ASCENSIÓN DE CRISTO ES CAUSA DE NUESTRA SALVACIÓN

Conviene a vosotros que yo me vaya (Jn 16, 7).


La ascensión de Cristo es causa de nuestra salvación de dos modos, por
parte nuestra y por parte de él.


I. Por parte nuestra, en cuanto que por la ascensión de Cristo nuestro
espíritu se mueve hacia él, pues por ella se da lugar a la fe, a la esperanza y a
la caridad, y además se acrecienta con ello nuestra reverencia hacia él, dado
que no lo consideramos ya como un hombre terreno, sino como Dios
celestial;
según dice también el Apóstol: Si conocimos a Cristo según la
carne
(2 Cor 5, 16), es decir, mortal, por lo que le juzgamos sólo como
hombre, mas ya ahora no le conocemos.


II. Por parte suya, en cuanto a las cosas que él hizo, ascendiendo para
nuestra salvación:


1º) Nos preparó, efectivamente, el camino para subir al cielo, como él
mismo dice: Voy a aparejaros el lugar (Jn 14, 2). Y en Miqueas se lee:
Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino (2, 13). Pues siendo él
nuestra cabeza, es necesario que los miembros sigan allí hacia donde fue la
cabeza.
Por eso se dice: Para que en donde yo estoy, estéis también vosotros
(Jn 14, 3). Y en prueba de ello, llevó al cielo las almas de los santos que
había sacado del infierno, según aquello: Cuando él (Cristo) subió a lo alto;
llevó cautiva la cautividad
1 (Ef IV, 8), esto es, porque condujo consigo al
cielo, como a lugar extraño a la naturaleza humana, a los que habían sido
retenidos cautivos por el diablo, habiéndolos conquistado de la manera más
gloriosa por la victoria que reportó sobre el enemigo.



2º) Porque así como el pontífice en el Antiguo Testamento entraba en
el santuario para pedir a Dios por el pueblo,
así también Cristo entró en el
cielo para interceder por nosotros
(Hebr 7, 25). Pues su misma presentación
de la naturaleza humana que llevó consigo al cielo, es ya una intercesión por
nosotros; pues por lo mismo que Dios exaltó de ese modo la naturaleza
humana en Cristo, también se compadecería de aquéllos por los que el Hijo
de Dios tomó la naturaleza humana.



3º) A fin de que, constituido como Dios y Señor sobre su trono
celestial, derramase desde allí sobre los hombres los dones divinos,
según
aquello del Apóstol: Subió sobre todos los cielos, para llenar todas las
cosas
(Ef 4, 10), esto es, con sus dones.

La pasión de Cristo es causa de nuestra ascensión al ciclo, propiamente
hablando, por la remoción del pecado, que nos impide ir allí, y por modo de
mérito; pero la ascensión de Cristo es directamente la causa de nuestra
ascensión, como incoada en nuestra cabeza, a la que es necesario que se
unan los demás miembros.


Cristo, al subir una vez al cielo, adquirió perpetuamente para sí y para
nosotros el derecho y la dignidad de la mansión celestial; dignidad que, sin
embargo, no deroga, si por alguna disposición desciende Cristo alguna vez
corporalmente a la tierra, ya para manifestarse a todos, como en el juicio, ya
para manifestarse especialmente a alguno, como a San Pablo.



1. El Apóstol cita esas palabras del Salmo 67, 17.


(3ª, q. LVII, a. 6)

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : dim. 24 mai 2020 20:05
par InHocSignoVinces
Séptimo Domingo de Pascua

LA VIDA EN EL CIELO

Nuestra morada está en los cielos (Flp 3, 20).


El apóstol nos enseña en estas palabras que la vida de los justos está en
los cielos; y por eso, si queremos ser semejantes a ellos, no debemos vivir en
las miserias de esta vida sino en los cielos.



I. Los santos moran en los cielos por tres razones:

1º) Por la seguridad, pues quien vive en el cielo está al abrigo de los
peligros de esta miserable vida.



2º) Por la alegría. El que morará en el cielo, tendrá como un continuo
gozo y alegría.
Ni su conversación tiene amargura, ni tedio su trato, sino
alegría y gozo
(Sab 8, 16).


3º) Por las cosas transitorias de este mundo. Los santos saben que todo
este mundo pasará presto.
Vendrá, pues, como ladrón el día del Señor; en el
cual pasarán los cielos con grande ímpetu, y los elementos con el calor
serán deshechos, y la tierra y todas las obras que hay en ella serán
abrasadas. Pues como todas las cosas hayan de ser deshechas, ¿cuáles os
conviene ser en santidad de vida y de piedad, esperando y apresurándoos
para la venida del día del Señor, en el cual los cielos, ardiendo, serán
deshechos, y los elementos se fundirán con el ardor del fuego? Pero
esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los que
mora la justicia
(2 Ped 3, 10-13).


II. Los santos viven en el cielo de tres modos:

1º) Por el pensamiento continuo en los bienes del cielo.


2º) Por un deseo ininterrumpido. En la liturgia se dice de estas dos
cosas: Este santo, digno de vivir en el recuerdo de los hombres, ha pasado al
goce de los ángeles; porque, mientras vivió corporalmente en esta peregrinación
de aquí abajo, moró en aquella patria celestial con el pensamiento y
el deseo.



3º) Viviendo conforme a las costumbres del cielo. La vida de los santos
es semejante a la vida de los Ángeles en tres cosas: en la pureza, en la
sencillez sin dolo, en la caridad. Estas tres cosas se dan sobre todo en los
Ángeles: la simplicidad en su esencia, la pureza en su naturaleza, la caridad
en la gracia. También en estas tres cosas consiste la vida de los santos.



(Serm. CXXXVI).

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : lun. 25 mai 2020 21:40
par InHocSignoVinces
Lunes de la séptima semana de Pascua

EL PADRE CELESTIAL

Padre nuestro, que estás en los cielos (Mt 6, 9).


Entre las cosas necesarias al que ora, tiene gran valor la confianza. Por
eso, al enseñarnos a orar el Señor, comienza por aquellas palabras que engendran
en nosotros la confianza, esto es, la bondad de Padre; por eso dice:
Padre nuestro; y la grandeza de su poder; por eso dice: que estás en los
cielos.
Las palabras en los cielos pueden referirse a tres cosas:



1º) A la preparación del que ora. Antes de la oración prepara tu alma
(Eclo 18, 23) de modo que se oiga en los cielos, esto es, en la gloria
celestial. Vuestro galardón muy grande es en los cielos (Mt 5, 12).

Esta preparación debe hacerse: Por la imitación de las cosas celestiales;
pues el hijo debe imitar al padre. Así como trajimos la imagen del terreno,
llevemos también la imagen del celestial
(1 Cor 15, 49).

Por la contemplación de las cosas celestiales, pues suelen los hombres
dirigir con mayor frecuencia el pensamiento adonde tienen al padre y las
demás cosas que aman. En donde está tu tesoro, allí está también tu corazón
(Mt 6, 21). Por eso decía el Apóstol: Nuestra morada está en los cielos (Flp
3, 20).

Por el deseo de las cosas celestiales de modo que no busquemos del
que está en los cielos más que las cosas celestiales, según aquello de la Epístola
a los Colosenses (3, 1): Buscad las cosas que son de arriba, en donde
está Cristo.



2º) A la facilidad del que escucha, porque está cerca de nosotros; de
modo que las palabras que estás en los cielos se entiendan en los santos, en
los cuales habita Dios. Tú, Señor, entre nosotros estás (Jer 14, 9). Pues los
santos se llaman cielos, según el profeta David: Los cielos declaran la
gloria de Dios
(18, 2). Mas Dios habita en los santos por la fe, como se dice
a los efesios: Para que Cristo more por la fe en vuestros corazones (3, 17).
También por el amor: Quien permanece en caridad, en Dios permanece, y
Dios en él
(1 Jn 4, 16). Por el cumplimiento de los mandamientos. Si alguno
me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él
(Jn 14, 23).



3º) A la eficacia del que escucha, de modo que por los cielos
entendamos los cielos corpóreos. No porque Dios esté contenido en los
cielos corpóreos, sino para significar que Dios es penetrante en el examen,
pues ve desde lo alto; y además es sublime en el poder, y estable en la
eternidad.



(In Oration. Dominic.)

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : mar. 26 mai 2020 20:29
par InHocSignoVinces
Martes de la séptima semana de Pascua

LA CONFIANZA EN EL PADRE CELESTIAL


Por las palabras del Padre nuestro: que estás en los cielos, se nos anima
a orar con confianza por tres motivos:
el poder de aquel a quien pedimos, la
familiaridad con nosotros y la oportunidad de nuestra oración.



I. El poder de aquel a quien pedimos está indicado, si entendemos por
los cielos los cielos corpóreos. Y aun cuando Dios no esté circunscrito por
lugares corpóreos, como está escrito: ¿acaso no lleno yo el cielo y la tierra?
(Jer 23, 24), sin embargo, se dice que está en los cielos corpóreos para
indicar dos cosas: la virtud de su poder, y la sublimidad de su naturaleza. Lo
primero va contra los que dicen que todas las cosas provienen
necesariamente del destino de los cuerpos celestes, y, según esta opinión, es
inútil pedir algo a Dios por medio de la oración. Pero esto es una necedad,
pues se dice que Dios está en los cielos como Señor de los cielos y de las
estrellas. Lo segundo va contra los que en la oración se forjan de Dios
imágenes corporales y fantásticas. Pero se dice en los cielos, para significar,
por lo que hay de más elevado en las cosas sensibles, que la sublimidad
divina excede a todas las cosas, aun al deseo y al entendimiento del hombre;
por lo tanto, todo cuanto puede pensarse o desearse es menor que Dios.
Por
eso se dice en Job: Ciertamente Dios es grande, que sobrepuja nuestro
saber
(36, 26).


II. La familiaridad de Dios con nosotros está indicada, si por los cielos
entendemos los santos. Pues, algunos dijeron que Dios, por razón de su
elevación, no se ocupaba de las cosas humanas, según aquello de Job: Las
nubes son su escondrijo, ni repara en nuestras cosas, y se pasea por los
polos del cielo
(22, 14); y contra éstos conviene decir y demostrar que él nos
es más íntimo que nuestro íntimo mismo. Y esto da confianza a los que oran,
por dos motivos:

1º) Por la proximidad de Dios, según aquello del salmo 144, 18: Cerca
está el Señor de todos los que le invocan.
Y San Mateo: Mas tú cuando
orares entra en tu aposento,
es decir, en el aposento de tu corazón.


2º) Por el patrocinio de los demás santos, en los cuales habita Dios; y
éste es otro motivo de confianza para alcanzar lo que queremos por sus
méritos.


III. La oportunidad o conveniencia de la oración se manifiesta si por
los cielos se entienden los bienes espirituales y eternos, que constituyen la
bienaventuranza. Y esto por dos motivos:

1º) Porque con ello se excita nuestro deseo hacia las cosas celestiales,
ya que nuestro deseo debe dirigirse hacia donde tenemos un padre, pues allí
está nuestra herencia.
Buscad las cosas que son de arriba (Col 3, 1). Para
una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse,
reservada en los cielos para vosotros
(1 Ped 1, 4).


2º) Porque con ello se nos advierte que debemos llevar una vida
celestial, que nos hace semejantes al Padre celestial,
según aquello del Apóstol:
Cual el celestial, tales también los celestiales (1 Cor 15, 48).


Estas dos cosas, el deseo celestial y la vida celestial, hacen aptos para
pedir; y así nuestra oración se hace convenientemente.



(In Oration. Dominic.)

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : mer. 27 mai 2020 15:08
par InHocSignoVinces
Miércoles de la séptima semana de Pascua

LA FUENTE DE TODO CONSUELO

Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las
misericordias, y Dios de toda consolación
(2 Cor 1, 3).


1. Nosotros bendecimos a Dios, y Dios nos bendice a nosotros, pero de
distinta manera. Para Dios, decir es hacer, como dice la Escritura: Él dijo, y
fueran hechas las cosas
(Sal 32, 9). Para Dios, bendecir es hacer el bien y
derramar el bien.
Mas nuestro decir no es causal, reconoce solamente,
expresa lo que existe. Para nosotros bendecir es lo mismo que reconocer el
bien. Luego, cuando damos gracias a Dios, lo bendecimos, esto es, lo
reconocernos como bueno y dador de todos los bienes.


Por consiguiente, el Apóstol rectamente da gracias al Padre, porque es
misericordioso y consolador.

Los hombres necesitan sobre todo dos cosas:

1º) Que se le quiten los males, y esto lo hace la misericordia, que quita
la miseria.
El compadecerse es propio del Padre.


2º) Ser sostenido en los males que les sobrevienen, y esto se llama
propiamente consolar, pues si el hombre no tuviese algo en que descansar su
corazón, cuando le sobrevienen los males, no subsistiría. Entonces, alguien
consuela a otro, cuando le lleva algún refrigerio con el que se alivia de los
males. Y aun cuando en algunos males puede el hombre ser consolado,
descansar y ser fortalecido, sin embargo, sólo Dios es el que nos consuela en
todos los males.
Por eso dice: Dios de toda consolación, porque sí pecas, te
consuela Dios, pues es misericordioso. Si eres afligido, él te consuela, o
sacándote de la aflicción con su poder, o juzgando con justicia. Si trabajas,
te consuela recompensándote: Yo soy tu galardón (Gen 15, 1). Por eso se
dice: Bienaventurados los que lloran (Mt 5, 5).



II. Para que podamos también consolar a los que están en toda
angustia
(2 Cor 1, 4).

Existe un orden en los dones divinos. Pues Dios da a algunos dones
especiales, para que éstos, a su vez, los derramen para utilidad de los demás;
así no da la luz al sol para que se alumbre a sí mismo, sino a todo el mundo;
por eso quiere que recaiga sobre los otros alguna utilidad de todos nuestros
bienes, ya sean riquezas, poder, ciencia, sabiduría.
Y así dice el Apóstol: El
cual nos consuela en toda nuestra tribulación;
pero ¿para qué? No
únicamente para nuestro bien personal,
sino para que ello aproveche a los
demás.
Por eso dice: para que podamos también consolar.


Podemos consolar a otro por el ejemplo de nuestra consolación; pues
quien no ha experimentado consuelo, no sabe consolar.
El espíritu el Señor
sobre mí... para consolar a todos los que lloran
(Is 61, 1-2).


Podemos consolar exhortando a la paciencia en los padecimientos, prometiendo
premios eternos. Y de este modo nuestro consuelo se convierte en
el consuelo de los otros.



(In II Cor., 1, 3)

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : jeu. 28 mai 2020 20:08
par InHocSignoVinces
Jueves de la séptima semana de Pascua

PREPARACIÓN PARA RECIBIR AL ESPÍRITU SANTO

Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogare al Padre, y os
dará otro Consolador
(Jn 14, 15-16).


I. Los discípulos tenían necesidad de una doble preparación: el amor
del corazón y la obediencia en la acción.
El Señor supone que ellos tenían
una de las dos y por eso dice: Si me amáis, y esto se ve en que os entristecéis
por mi partida. Pero les ordena otra cosa futura, diciendo: Guardad mis
mandamientos,
como si dijese: No mostréis el amor que me tenéis con
lloros,
sino con la obediencia a mis mandamientos, pues ésta es la señal evidente
del amor.
Esas dos cosas preparan al recibimiento del Espíritu Santo.
Ya que, siendo el Espíritu Santo amor, no se da sino a los que aman. Yo amo
a los que me aman
(Prov 8, 17). También se da a los obedientes: Sobre
quien descansa mi Espíritu,
etc. (Is 11, 2).


II. Mas ¿por ventura la obediencia y el amor preparan? Parece que no,
porque el amor con que amamos a Dios nos viene por el Espíritu Santo, así
como también la obediencia nos viene del Espíritu Santo.

Mas conviene saber que en los dones de Dios quien usa bien de un don
que le fue concedido, merece recibir un don nuevo y una gracia más grande;

y quien usa mal, será privado de eso mismo que recibió. Al siervo perezoso
se le quitó el talento que había recibido de su señor, porque no usó bien de
él,
y fue dado al que había recibido cinco. Lo mismo ocurre con los dones
del Espíritu Santo.


Nadie puede amar a Dios, si no es por el Espíritu Santo. No somos
nosotros los que prevenimos la gracia de Dios, es ella la que nos previene a
nosotros. Por eso debe decirse que los Apóstoles recibieron efectivamente en
primer lugar al Espíritu Santo para que amasen a Dios y obedeciesen a sus
mandatos. Pero era necesario además que recibiesen más ampliamente al
Espíritu Santo, para usar bien del don del Espíritu Santo anteriormente
recibido, amando y obedeciendo.
En este sentido debe leerse: Si me amáis,
por el Espíritu que tenéis, y obedecéis mis mandatos, recibiréis más
plenamente al Espíritu Santo, que ya poseéis.



(In Joan., XIV)

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Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : ven. 29 mai 2020 17:50
par InHocSignoVinces
Viernes de la séptima semana de Pascua

EL ESPÍRITU SANTO NO SE DA AL MUNDO

A quien no puede recibir el mundo, porque ni lo ve, ni lo conoce (Jn 14, 17).


El Señor llama aquí mundo a los amadores del mundo. Éstos, mientras
aman al mundo, no pueden recibir al Espíritu Santo, que es amor de Dios.

Nadie puede amar a Dios y al mundo con un amor que les considere como
un fin, como dice San Juan: Si alguno ama al mundo, la caridad del Padre
no está en él
(1 Jn 2, 15). Pues dice San Gregorio: "El Espíritu Santo inflama
todo lo que llena en el deseo de las cosas invisibles."
Y porque los corazones
mundanos solamente aman las cosas visibles, el mundo no recibe a aquél,
pues no se mueve a amar lo invisible. Ciertamente, cuanto más se dilatan
hacia afuera los corazones mundanos en sus deseos, más se estrechan para
recibir al Espíritu Santo.



II. Cristo da la razón por la cual el Espíritu Santo no se da al mundo,
cuando dice: Porque ni lo ve, ni lo conoce. Pues los dones espirituales no se
dan si no son deseados.
La divina sabiduría toma la delantera a los que la
codician
(Sab 6, 14). Pero los dones no son deseados si no son conocidos de
algún modo.



No son conocidos por dos motivos: en primer lugar, porque el hombre
no se aplica a conocerlos; en segundo lugar, porque uno es incapaz de ese
conocimiento. Los mundanos no poseen ninguna de estas dos cosas.



Primero, porque no tienen voluntad para desearlos. Y en cuanto a esto,
dice: Porque no lo ve, es decir, no dirige su intención a conocerlo.
Resolvieron fijar en tierra sus ojos (Sal 16, 11).


Segundo, tampoco pueden conocerlos. Por eso agrega: Ni lo conoce.
Pues, como dice San Agustín, el amor mundano no posee ojos invisibles, por
los cuales el Espíritu Santo no puede ser visto sino invisiblemente. El
hombre animal no percibe aquellas cosas que son del Espíritu de Dios
(1
Cor 2, 14). Así como la lengua infectada no siente el buen sabor a causa de
la corrupción del humor, del mismo modo el alma infectada por la corrupción
del mundo, no gusta la dulzura de las cosas celestiales.



III. Mas vosotros lo conoceréis, porque morará en vosotros, y estará
en vosotros
(Jn 14, 17). Aquí enseña a quiénes se da el Espíritu Santo, es
decir, a los fieles.
De ahí estas palabras: Mas vosotros, que sois movidos por
el Espíritu Santo, lo conoceréis. El Apóstol dice a los Corintios: Nosotros no
hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que es de Dios
(2
Cor 2, 12). Y esto, porque despreciáis al mundo: No atendiendo nosotros a
las cosas que se ven, sino a las que no se ven
(2 Cor 4, 18).

La razón es: porque permanecerá en vosotros. Donde advierte primero
la familiaridad del Espíritu Santo para con los apóstoles, porque permanecerá
en vosotros,
esto es, para vuestra utilidad; y segundo, una
permanencia íntima del mismo Espíritu, porque estará en vosotros, esto es,
en lo íntimo de nuestro corazón.



(In Joan., XVI).

Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : sam. 30 mai 2020 19:11
par InHocSignoVinces
Sábado de la séptima semana de Pascua

DIVERSAS OPERACIONES DEL ESPÍRITU SANTO

Y el Consolador, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas
(Jn 14, 26).


Aquí se advierten tres cosas.

I. Hay una descripción del mismo Espíritu Santo, pues es llamado
Consolador, Espíritu y Santo. Es Consolador, porque nos consuela en las
tristezas que proceden de las perturbaciones de este mundo. Y esto lo hace
en cuanto es amor, que nos lleva a amar a Dios y nos da idea de su grandeza,
lo cual nos mueve a padecer con alegría las afrentas, como se lee en los
Hechos de los Apóstoles: Pero ellos salieron gozosos de delante del
concilio, porque habían sido hallados dignos de sufrir afrentas por el
nombre de Jesús
(Hech 5, 41). Porque, siendo el Espíritu Santo amor de
Dios, nos hace despreciar las cosas terrenas y unirnos a Dios, por lo cual
excluye de nosotros el dolor y la tristeza, y nos da la alegría de las cosas
divinas. Nos consuela además de las tristezas de los pecados pasados; y esto
lo hace en cuanto nos da la esperanza de perdón.


Es Espíritu, porque mueve los corazones a obedecer a Dios. Y porque
este vocablo Espíritu envuelve cierta idea de impulsión, pues todo
movimiento produce un efecto conforme a su principio, como la calefacción
da calor, se deduce que el Espíritu Santo hace semejantes a aquél de quien es
Espíritu, a aquéllos a quienes es enviado,
y por lo tanto, siendo Espíritu de
la Verdad, enseña toda verdad.
Y como es el Espíritu del Hijo, hace hijos.


Es Santo, porque nos consagra a Dios; todas las cosas consagradas se
llaman santas.



II. Se describe su misión: Que enviará el Padre en mi nombre. Se dice
que el Espíritu Santo es enviado, no porque cambie de lugar, puesto que él
llena todo el orbe, sino en el sentido de que comienza a habitar por la gracia
de un modo nuevo en aquéllos a los que hace templo de Dios.
Enviará el
Padre en mi nombre,
porque el Espíritu Santo es enviado por el Padre y el
Hijo, como se expresa en el Apocalipsis:
Me mostró un río de agua de vida
(Apoc 22, 1), esto es, al Espíritu Santo, que salía del trono de Dios y del
Cordero.
Por eso, al hablar de la misión del Espíritu Santo, se hace mención
del Padre y del Hijo, por los que es enviado con igual e idéntico poder.



III. Se describe su efecto: Él os enseñará todas las cosas. Porque así
como el efecto de la misión del Hijo fue llevarnos al Padre, así el efecto de
la misión del Espíritu Santo es conducir a los fieles hacia el Hijo. Siendo el
Hijo la Sabiduría engendrada, es la misma Verdad. Por eso el efecto de tal
misión es hacer a los hombres participantes de la divina sabiduría y conocedores
de la verdad. El Hijo nos entrega la doctrina, puesto que es el Verbo;
mas el Espíritu Santo nos hace capaces de esa doctrina; pues dice: Él os
enseñará todas las cosas,
porque cualquiera que sea la enseñanza exterior
del hombre, si el Espíritu Santo no le da interiormente inteligencia, se
trabaja en vano, ya que si el Espíritu Santo no está presente en el corazón del
que escucha, será letra muerta el discurso del que enseña, y a tal punto que
aun hablando el mismo Hijo por el órgano de su humanidad, no puede nada
sin la asistencia del Espíritu Santo.



(In Joan., XIV, 26).

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Re: MEDITACIONES PARA EL TIEMPO PASCUAL DE SANTO TOMÁS DE AQUINO, O.P.

Publié : dim. 31 mai 2020 12:22
par InHocSignoVinces
Domingo de Pentecostés

EL DON DE DIOS ALTÍSIMO


I. Compete a una persona divina ser don y darse. Pues lo que se dona
tiene aptitud y habitud, ya respecto de aquél por quien se da, ya de aquél a
quien se da; toda vez que no sería dado por alguno si no fuera de él y
además se da a uno para que sea de éste. Ahora bien, una persona divina se
dice ser de alguien, o por razón de origen, como el Hijo es del Padre, o
porque alguno la tiene. Tener decimos al disponer libremente y usar o
disfrutar de algo a nuestro arbitrio.
De este modo sólo la criatura racional
unida a Dios puede tener una persona divina; las demás criaturas pueden ser
movidas por una persona divina mas no hay en ellas aptitud para gozar de su
posesión y usar de su efecto. La criatura racional llega alguna vez a ello,
como cuando participa del Verbo divino y del Amor procedente, y hasta
poder libremente conocer de verdad a Dios y amarlo como se debe.


Luego, solo la criatura racional puede poseer a una persona divina.
Pero no puede llegar a poseerla de este modo por su propia virtud. Luego es
necesario que esto le sea dado de lo alto.
Pues se dice que se nos da lo que
poseemos de afuera. En este sentido compete a una persona divina darse y
ser don.



(l par., q. XXXVIII, a. 1)


II. El Espíritu Santo es un don de Dios. Pues como el Espíritu Santo
procede por el modo de amor con que Dios se ama a sí mismo, y como Dios
por el mismo amor se ama a sí mismo, y a las otras criaturas a causa de su
misma bondad, es evidente que el amor con que Dios nos ama corresponde
al Espíritu Santo, como también el amor con que amamos a Dios, dado que
nos hace amadores de Dios.


En cuanto a ambos amores conviene al Espíritu Santo el ser dado.

Por razón del amor con que Dios nos ama, de la misma manera que
decimos de alguien que da su amor a otro cuando empieza a amarle. Aunque
Dios no comienza a amar a nadie en el tiempo si tenemos en cuenta su
divina voluntad con la cual nos ama, sin embargo el efecto de su amor se
produce en alguno en el tiempo, cuando lo atrae a sí.


Por razón del amor con que nosotros amamos a Dios, pues este
amor el Espíritu Santo lo obra en nosotros; de donde se sigue que por lo que
a este amor se refiere él habita en nosotros y nosotros lo tenemos a él como a
alguien de cuya riqueza gozamos.


Y puesto que proviene al Espíritu Santo del Padre y del Hijo el que por
el amor que obra en nosotros esté en nosotros y sea poseído por nosotros,
dícese con razón que nos es dado por el Padre y por el Hijo. Dícese también
que él mismo se nos da a nosotros en cuanto que el amor por el cual habita
en nosotros él lo obra en nosotros juntamente con el Padre y el hijo.


(Contra Gent., IV, XXIII).


III. El nombre propio del Espíritu Santo es don. Entiéndese por don
aquello que se da para no ser devuelto, es decir, lo que no se da con idea de
retribución. De aquí que envuelve la idea de donación gratuita, cuya razón
de ser es el amor. Pues cuando damos algo gratuitamente a otro es porque le
desearnos algún bien. Luego, lo primero que le damos es el amor con que le
deseamos algún bien. De donde se sigue que el amor tiene carácter de primer
don, por el cual son dados todos los dones gratuitos. Si, pues, el Espíritu
Santo procede como amor, síguese que procede como primer don. Por
consiguiente, por este don que es el Espíritu Santo los miembros de Cristo
reciben muchos otros dones.


(1ª q. XXXVIII, c. II)

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